Seguí a Grover por el campamento, observándolo todo. Nos dirigimos a las últimas cabañas y a lo lejos, me señaló una cabaña.
-Esa es la cabaña 11, la de Hermes. Como eres una por determinar, te quedarás allí hasta que tu progenitor divino te reconozca.
-¿Y cuánto tardará?
-No lo sé - dijo Grover- Podrían ser semanas, meses...
De repente, cuando pasamos junto a la cabaña 9, la cara se le iluminó de un color rojo fuego y me miró con los ojos abiertos.
-O ahora mismo-terminó, dándome el horario antes de marcharse- Esa es tu cabaña, hija de Hefesto.
La cabaña 9 parecía una caravana descomunal con relucientes paredes metálicas y ventanas con lamas de metal. La entrada era como la puerta de la caja fuerte de un banco, de forma circular y con bastantes centímetros de grosor. Se abría con numerosos engranajes de latón que giraban y pistones hidráulicos que expulsaban humo. Me miré en una de las paredes y vi que tenía un martillo en llamas sobre la cabeza. Muy sutil, papá.
Llamé a la puerta y la abrió un chico de unos 15 años con el pelo moreno rizado, las orejas puntiagudas, una cara alegre e infantil, y una sonrisa pícara que te avisaba en el acto de que no debías dejar cerillas ni objetos afilados cerca de él. Me cayó bien en cuanto lo vi.
-Hola, ¿eres nueva?
-Sí
-Y tu padre es Hefesto
Asentí con la cabeza.
-Pues bienvenida a la cabaña 9. Soy Leo Valdez, el jefe de la cabaña.
-Elena Kane.
-Bueno, Elena. En mi habitación hay una litera libre. ¿Por qué no te instalas ahí?
-Perfecto.
Dentro, la cabaña parecía desierta. Había literas metálicas plegadas contra las paredes, como camas empotradas de alta tecnología. Cada una tenía un panel de control digital, lucecitas parpadeantes, piedras preciosas brillantes y engranajes dentados.
Me imaginé que cada campista tenía su propia cerradura de combinación para desenganchar su cama, y probablemente detrás había un hueco para almacenar cosas, tal vez algunas trampas para no dejar entrar a las visitas inoportunas. Por lo menos, así lo habría diseñado yo.
Una barra de bomberos bajaba del segundo piso, aunque no parecía que la cabaña tuviera segundo piso desde fuera. Una escalera de caracol descendía a una especie de sótano.
Las paredes estaban llenas de todas las herramientas eléctricas que podía imaginar, además de una enorme colección de cuchillos, espadas y otros elementos de destrucción.
Una gran mesa de trabajo rebosaba de chatarra: tornillos, pernos, arandelas, clavos, remaches y un millón de piezas de máquinas más.
Sentí el fuerte deseo de metérmelo todo en los bolsillos de la chaqueta, ya que a mí me encantaban ese tipo de cosas.
Pero hubiera necesitado 100 chaquetas más para que me hubiera cabido todo.
Miré a Leo de reojo y vi que sonreía divertido, como si cuando llegó, le hubiese pasado igual. Y yo sabía que era así.
Me toqué la pulsera, que seguía siendo invisible, pero yo la notaba. Tenía que hacerme la idea de que mi vida no volvería a ser la misma.
-Bueno, Elena - pensé con los ojos cerrados - Bienvenida a tu nuevo hogar.
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CRÓNICAS DE UNA SEMIDIOSA
Fanfiction(Puede contener spoilers de Percy Jackson, Los Héroes del Olimpo y las Crónicas de Kane) Hay veces en las que tu vida da un giro de 180 grados y te ocurren cosas que pensabas que eran producto de tu imaginación. En resumen, hay veces en las que la m...