No debí dejarte

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Es mi culpa lo que está pasando.

Fue mi culpa por no detenerte.

Por mí, ahora te encontrabas en esta situación.

No debí dejarte ir.

Rompí mi tiempo récord al correr desde el departamento hasta el hospital, donde me avisaron que estarías. La lluvia no se detenía y no me importa ir debajo de esa tormenta todo el camino, lo único que me importaba era verte.

Los focos en la calle no lograban iluminar gran parte de la zona, todo se veía oscuro y había niebla por todos lados. Era el peor escenario en una película de terror. Al ver las letras rojas, del letrero del hospital, sentí alivio de por fin llegar. Atravesé las puertas y el cambio de luz me afecto un momento, mis ojos se cerraron por instinto. Poco a poco recupere mi vista y no perdí más tiempo admirando los focos que daban directo en mis ojos.

Corrí a la recepción donde pregunte por tí, me avisaron que por el clima aún no llegaba la ambulancia que te traía. Quise maldecir a la persona que me dijo eso, pero entendí que no era su culpa. Era mía.

Ronde frente a la puerta de emergencias esperando tu llegada. Aunque cada vez que la puerta se abría y los paramédicos decían un estado tan grave rogaba porque no fueras tú. ¿Era contradictorio? ¿Querer que pasarás por esa puerta, pero al escuchar un diagnóstico tan malo desear que no se tratara de tí?

La espera se me hacia eterna y mis uñas pagaban la consecuencia de eso. Sentía frío por toda la ropa empapada, estaba temblando y ya no sabía distinguir si era por causa del frío o de las emociones en mi cuerpo. Aun así no me moví de ahí. Necesitaba verte.

Me distraje un segundo, pensando los posibles escenarios que podían pasar, desde el malo hasta el peor. Ese momento de distraccion se vio interrumpido cuando escuche que la puerta de abría de nuevo, al voltear comprobé que no era capaz de soportar verte así.

El tiempo se detuvo para mí, deseaba que de verdad lo hiciera. Mi corazón parecía latir más rápido y respiraba entrecortado. Quería desvanecerme, llorar y gritar tu nombre. No lo hice, no era tiempo para eso.

Algo movió mis pies, tal vez mi voluntad de verte o mi miedo de pensar que sería la última vez a tu lado, deprisa me coloque y camine al lado de la camilla donde estabas.

Verte en ese estado era más doloroso que cualquier dolor que haya experimentado antes. La impotencia de tenerte cerca, pero no poder hacer nada me consumía y me repetía en pensamientos "inútil".

Tome tu mano y el temor me controló al sentirla tan fría. La sangre manchaba tu palma y la mía, y por fin las lagrimas escaparon.

—L-levi —llamé tu nombre sin respuesta de tu parte. Ni siquiera te movías

—...el paciente señorita?

Escuche a lo lejos una pregunta. No entendí lo que decían y mis pensamientos estaban tan revueltos que no sabía que contestar o hacer. Toda mi atención estaba en nuestras manos unidas y en tu rostro, que era cubierto por una máscara de oxígeno y la sangre que resbalaba por tu frente. Ya no podía aguantar más verte asi.

—¡Señorita! —una doctora me tomó por los hombros ayudándome a reaccionar y al mismo tiempo separó nuestras manos

𝕆𝕟𝕖 𝕊𝕙𝕠𝕥𝕤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora