La apuesta

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One shot extenso.

—¿Qué dices, pequeña ____? Nadie va a enterarse. Será un secreto entre nosotros —propuso. Extendió su mano izquierda esperando que la tomará y selláramos el trato

No me fiaba de Zeke Jaegar. Jamás ha sido alguien que merezca mi confianza, ni siquiera un buenos días. Sin embargo, y para mi desgracia, era el presidente del consejo estudiantil y requería su recomendación. En tres meses los de tercero se marcharían, el puesto quedaría libre y por supuesto que sería mío. No trabaje tanto en conseguirlo como para perderlo.

«—Solo es una apuesta —pensé»

—De acuerdo —declaré estrechando su mano—. Lo haré

—Genial. Esto será divertido

Abandoné el salón luego de nuestra charla, Erwin me esperaba en el pasillo, recargado contra los casilleros, al verme avanzar sin detenerme me siguió.

—¿Y bien? —cuestionó curioso por conocer lo que había hablado

—Hicimos una apuesta, si ganó seré la siguiente presidenta del consejo estudiantil. También dijo que si le traía lo que quería, esa tipa, Yelena, te recomendará como el próximo vicepresidente

Erwin asintió caminando a la par conmigo. Descendimos las escaleras hasta el primer piso, dirigiéndonos a la cafetería donde todos los alumnos pasaban el receso conversando o comiendo.

—¿Qué hacemos aquí? —me miró extrañado

—Comenzar la apuesta —respondí tras encontrar a la persona que buscaba con la vista

Apartado en una mesa del fondo, sentado en silencio mientras se sumergía en su propio mundo de música al que accedía por medio de los audífonos. Nadie se atrevía a acercarse a la mesa, pese a que estaba libre de los otros tres extremos. Todos preferían cederle el espacio completo a quien consideraban el chico más peligroso del colegio.

—Vamos

Fuimos a la fila de estudiantes, tomamos una charola de comida y nos servimos un poco de cada platillo. Con un movimiento de cabeza le indique a Erwin que me siguiera.

Llegamos a la última mesa cargando con nuestras charolas rojas de plástico.

—H-Hola —dije nerviosa. Mi llamado no funcionó, debía tener la música demasiado alta. Tuve que elevar la voz y colocar la comida en la mesa con la esperanza de que lo notara y despegara la vista del teléfono—. Hola, ¿Disculpa?

Finalmente se dio cuenta de la presencia de dos personas enfrente. Alzó la vista viéndome directamente con sus ojos entrecerrados, se quitó el audífono derecho y dijo:

—¿Qué quieren? —preguntó molesto por ser interrumpido

—Perdón, no queríamos importunarte, lo que pasa es que no hay más lugares libres —señale con el dedo la cafetería llena—. ¿Podríamos sentarnos aquí? Si no te molesta, claro

Él observó las demás mesas comprobando lo que dije.

—No tengo de otra —respondió indiferente, viendo nuevamente su celular

—Gracias —nos sentamos y aproveché para decir—: Soy ____ y él es... —realicé una pausa

—Erwin —mostró su mano como saludo

Solo asintió sin importarle y se colocó el audífono ignorándonos.

Entable una conversación cotidiana con Erwin, hablando del final de semestre que se acercaba o de la comida que no tenía sabor. Aproveché para dedicarle rápidas miradas al chico frente a nosotros, quien en ningún momento nos miró y realmente le importaba muy poco que estuviéramos en la misma mesa.

𝕆𝕟𝕖 𝕊𝕙𝕠𝕥𝕤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora