La subasta

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Bajando de su auto deportivo, Levi Ackerman se dirigía al enorme edificio frente a él. Vestía un esmoquin negro, contrastando con una camisa blanca y el moño negro alrededor del cuello. El saco marcaba completamente su trabajado cuerpo, resaltando con detalle los músculos en su espalda y brazos. Todo el atuendo parecía hecho a la medida, perfectamente ajustado y confeccionado.

Caminando de forma autoritaria, junto con esa expresión misteriosa que lo caracterizaba, atravesó las puertas automáticas del lugar. Dos tipos de seguridad se colocaron frente a él como parte del protocolo, ambos esperando a que levantara los brazos.

—Tch —chasqueó la lengua con ausencia de paciencia para ese tipo de cosas

Siguiendo las reglas elevó los brazos a los lados. Estar en esa posición le favorecía, dejaba ver lo fuerte que era y sumando la expresión de molestia le daba un toque más aterrador.

Los guardias tardaron en acercarse debido a la incertidumbre que les provoca pensar que si llegaban a tocarlo, más bien siquiera rozarlo, terminarían en el hospital.

Las manos de un guardia se acercaron a sus brazos, para recorrerlos y confirmar que no portaba algún arma o algo peligroso.

—¿P-pueden ayudarme? —preguntó una delicada voz a espaldas de los tres

El guardia que estaba por tocarlo detuvo las manos en el aire, miraba embobado a la mujer detrás del azabache. El otro guardia tampoco dejaba de mirarla.

Levi observó por sobre su hombro, encontrando a una chica que parecía algo aterrada y caminaba hasta ellos.

—No p-puedo encontrar el camino

Levi consiguió moverse antes de que la mujer chocara contra él, haciendo que terminara cerca del guardia. Este elevó los brazos en alto al verla pegada a su pecho, como si no quisiera tocarla, pero en realidad se encontraba sorprendido y admirando la belleza de la chica.

—Por favor —pidió con lágrimas apunto de salir. Sujetaba el pecho del guardia, arrugando la camisa entre sus dedos, queriendo impedir que se fuera o alejara

Apretando los puños y dientes, Levi apreciaba toda la escena. Relajó su expresión antes de hablar al par de guardias.

—Oi, si terminaste tu mierda déjame pasar de una buena vez

—Lo lamento señor —dijo el hombre que veía a su compañero con envidia—. Por favor, adelante —señaló el pasillo tras ellos—. El elevador lo llevará directamente

Cruzó el pasillo irritado por seguir escuchando la voz de la chica suplicando ayuda. Trato de ignorarla, finalmente dejo de escucharla cuando ingreso en el elevador.

Subió diez pisos antes de que las puertas se abrieran. Caminando acomodaba sus mangas y apuntó de entrar, aceptó el pequeño letrero que le entregó una asistente que utilizaba un antifaz. El número marcado era el siete.

Dentro de la sala, seis personas más esperaban sentados en una única mesa en el centro. Todos portando un número distinto al suyo y observándolo como si fuera el objeto por el que iban esa noche.

Tomó asiento en la silla del medio, pareciendo el anfitrión de una cena. Las miradas de los demás se apartaron lentamente luego de analizar a su contrincante.

Una mujer y un hombre más entraron, ocupando los últimos dos asientos preparados en la mesa.

—Bienvenidos, bienvenidas —dijo un tipo que portaba un antifaz blanco idéntico al de la mujer en la puerta. Camino al centro de la sala, subiendo en una pequeña tarima y colocándose tras una mesa elevada—. Gracias a todos por venir a la subasta anual

𝕆𝕟𝕖 𝕊𝕙𝕠𝕥𝕤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora