Sin palabras

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Segunda parte (Ver.2) de:

El chico del tren

El chico del tren

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Es ᴜsᴛᴇᴅ, ʟᴏ sᴇ́...
Dᴇsᴅᴇ ʜᴀᴄᴇ ᴍᴜᴄʜᴏs sᴜᴇɴ̃ᴏs ᴀᴛʀᴀ́s.

–Jᴏᴇʟ Mᴏɴᴛᴇʀᴏ

La primavera podía sentirse en cada respiración que daba, llenando mis pulmones de ese dulce aire fresco acompañado por el sutil aroma y pétalos de los árboles de sakura que florecían hermosamente en el parque. Cerré los ojos sentada en la banca de madera, disfrutando del suave sonido de las hojas moviéndose al ritmo de la brisa.

«—Hermoso —pensé sumergida en un estado de calma»

Amaba el invierno, pero definitivamente la primavera conseguía muchos puntos extra al permitirme ver las calles llenas de pétalos rosas y los parques como un paisaje salido de una serie romántica. Abrí mis ojos lentamente mirando el cielo azul cubierto por detalles rosas de las flores, la luz del sol se colaba por los huecos disponibles llegando sutilmente a mi rostro. Volví mi mirada al frente donde las personas avanzaban por el parque señalando los árboles, riendo, conversando, en silencio u observando. Mire a ambos lados en busca de algún puesto de bebidas, me detuve al mirar al lado derecho del camino, encontrándolo a él.

«—Llegaste —pensé emocionada»

Sentí que mi corazón se aceleró apenas lo vi caminando en dirección a mí, con las manos guardadas en los bolsillos laterales de su chamarra de mezclilla, mirando a varios lados sin modificar su típica expresión misteriosa. Las hojas de sakura caían sobre su cabellera azabache despeinada, varios quedaron enredados entre sus mechones y algunos otros aterrizaron en sus hombros dando la impresión de ser parte de la chamarra. Sonreí involuntariamente después de apreciar su vestimenta completa, la playera negra de cuello redondo que usaba permitía ver el inicio y final de su cicatriz. Mucha gente lo veía, sin embargo a él no le importaba y avanzaba entre la multitud luciendo esa marca con la frente muy en alto. Sus botas negras resonaban con gran estruendo conforme se acercaba. Aunque anteriormente nos hubiésemos reunido en varias ocasiones no podía controlar ese temblor que se apoderaba de mi cuerpo y esa sensación que invadía mi pecho y estómago con tan solo verlo llegar. Era una emoción indescriptible.

Luego de unos metros avanzando finalmente sus ojos grisáceos me encontraron. Sonreí agitando mi mano a modo de saludo. Sus ojos brillaron, quizá por los rayos de sol golpeando en su mirada. Alzó la mano y, sin moverla, correspondió a mi saludo. Decidí acortar la distancia poniéndome de pie, sacudí los pétalos que quedaban en mi falda blanca, acomode la correa de mi bolso en mi hombro izquierdo y avancé golpeando el suelo con mis pequeños tacones blancos. Ambos nos detuvimos en medio del parque.

𝕆𝕟𝕖 𝕊𝕙𝕠𝕥𝕤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora