37.

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Capítulo 37: Entrada al Castillo.

-¡Los han visto, los han visto! ¡Han visto al matrimonio Black!

Los gritos desesperados de Seamus Finnigan revolucionaron el Gran Comedor.

Fue corriendo hacia el grupo de Harry Potter y sus amigos y puso el periódico El Profeta en la mesa.

Harry y Adam eran los que más se interesaron en la noticia por razones obvias, y el joven Black no pudo evitar releer la noticia una y otra vez, pero nadie se dio cuenta porque estaban demasiado asustados con la noticia.

-Este sitio está muy cerca.- Dijo Hermione.

-No vendrán a Hogwarts, ¿verdad?- Preguntó Neville Longbottom, con preocupación en su rostro.

-Claro que no, hay dementores en las entradas.- Habló Dean Thomas.

-¿Dementores?- Preguntó Adam, soltando una carcajada al final. -Ya los burlaron una vez, lo más probable es que puedan volver a hacerlo.

-Cierto, podría entrar. Detener a los Black es imposible.- Le dio la razón Finnigan.

Harry no articulaba palabra, sólo se dedicaba a mirar el periódico, más concretamente las caras de los fugitivos en movimiento.

Días después, el profesor Lupin les enseñó a sus alumnos de tercer año los boggarts, pero al volver a la sala común después de esa clase, Adam notó que había demasiadas personas junto al retrato de la Dama Gorda.

-¿Qué ocurre?- Preguntó.

Como si lo hubiera escuchado, Ginny Weasley se acercó a ellos.

-La Señora Gorda no está, se fue.

Los cuatro amigos subieron un par de escalones más y pudieron ver con claridad varios arañazos en el retrato.

Los demás cuadros no paraban de lamentarse y de murmurar cosas, al igual que los alumnos que se encontraban allí.

Dumbledore y el celador Filch subieron las escaleras hasta estar justo delante del retrato.

El director estuvo unos instantes sin decir nada, pero su rostro sorprendido dio a entender que lo que estaba sucediendo no era nada bueno.

-Señor Filch, dígale a los retratos que busquen a la Dama.

-Me temo que no será necesario, Profesor. La Señora Gorda está ahí.

Señaló a uno de los cuadros y todos los ahí presentes miraron en la dirección a la que apuntaba con su dedo índice.

Todos fueron lo más deprisa posible hasta estar frente a un cuadro con un gran hipopótamo.

-¿Quién os ha hecho eso?- Preguntó con preocupación Albus.

-Ellos, profesor.- Dijo con miedo mientras se dejaba ver detrás del animal. -Son los más buscados, son de los que todos hablan. ¡El matrimonio Black! Se han metido en el castillo, están aquí.

Al borde del llanto, la Dama Gorda se volvió a esconder.

-Encárguese de asegurar el castillo.- Le dijo a Filch. -Vosotros los estudiantes dirigiros al Gran Comedor.

Esa misma noche, todos los alumnos tuvieron que dormir en el Gran Comedor por precaución.

-Revisé la Torre de Astronomía y no hay rastro de ellos.- Se oyó a Filch.

-En el tercer piso no hay nadie.- Dijo Filius Flitwick.

-Ni rastro de ellos en las mazmorras.- Dijo Snape.

-En realidad, no pensaba encontrarlos.- Se sinceró el director.

Snape y Dumbledore empezaron a caminar por el Gran Comedor, y fue entonces cuando Adam y Harry se pusieron a escuchar con más atención.

-Ingenioso, ¿no cree? Lograron entrar a Hogwarts sin que nadie se enterara. ¿Alguna teoría de cómo pudieron hacerlo?

-Muchas, Severus, y cada una tan improbable como la otra.

-Le recuerdo que a principio de curso le expresé mi preocupación por el profesor Lupin.

En ese momento Adam se sintió bastante molesto al escuchar a su profesor de pociones.

¿De verdad creía que su padrino iba a dejar entrar a dos asesinos al castillo?

-Estoy convencido de que ningún profesor de este castillo dejaría entrar a los Black. Seguro que el castillo está a salvo, y creo que enviaré a los estudiantes a sus dormitorios.

-¿Qué hay de Harry y de Adam? ¿Cree que deberíamos advertirles?

-Tal vez, pero será mejor que ahora duerman.

En ese momento Harry estaba realmente confundido.

No sabía qué tenían que ver él mismo y Adam con los Black, pero se estaba acostumbrado a que todo tuviera que ver con él.

A la mañana siguiente, los estudiantes ya pudieron volver a sus dormitorios con total normalidad.

Lo primero que hizo Adam cuando se quedó a solas, fue abrir su armario y buscar entre sus túnicas los carteles de sus padres.

Se sentó en su cama y miró detenidamente las caras de sus padres.

Claro que muchas veces necesitó el cariño de una madre o de un padre, claro que quería tener una familia normal y vivir con ellos.

Pero eso no podía ser.

Sus trece años de vida los ha pasado viviendo con su padrino, pensando que sus padres eran unos asesinos y unos traidores.

Aunque deseaba con todas sus fuerzas tener una familia normal, no tenía dudas en que iba a vengar la muerte de los padres de su mejor amigo.

Una lágrima resbaló por su mejilla y se la quitó con rapidez.

En ese momento Harry entró a la habitación, y Adam guardó los carteles en su túnica.

-Va a comenzar la clase de Astronomía.

-Sí, lo sé. Estaba preparando los libros.

Adam se levantó de la cama y se colocó su mochila.

-Bien. Vamos entonces.

Los dos salieron de la habitación y se dirigieron a la Torre de Astronomía.

-Esta tarde Hermione y Ron van a ir a Hogsmeade. ¿Tú irás?- Le preguntó Harry a Adam mientras caminaban.

-¿Y dejarte solo? Sabes que no.- Dijo, dándole un codazo. -Te aburrirás si te quedas toda la tarde solo en el castillo. Mejor me quedo contigo y practicamos en el campo de quidditch para el partido contra Hufflepuff.

Ambos jugaban en el equipo de Gryffindor, Adam como cazador y Harry como buscador.

Prácticamente la victoria del equipo dependía de ellos, así que nunca estaba de más entrenar.

Rompiendo las normas || Sirius Black.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora