4) ONECA

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El silencio reinaba en el auto. Llevaba aproximadamente una hora conduciendo cuando la escuché hablar.

-Detente, -dijo con autoridad.

La miré por el retrovisor y hize una mueca.

-Que? -dije confuso.

-Que te detengas te digo.

-Lo siento Señorita Aurora pero tengo órdenes de llevarla al Colegio. -dije sin hacerle mucho caso.

-Como dices? -la escuché decir molesta.

-No voy a determe en ningún lado, si lo hago, lo haré al llegar.

-Quien te crees que eres para contradecirme? -dijo dando un golpe en el sillón.

-Soy la persona que su padre contrato para cuidarla, tengo órdenes estrictas de cumplir mi contrato Señorita. -dije levantando la voz.

-Mire Señor, como se llame.

La interrumpí para recordarle mi nombre.

-Cayetano Ruiz, Señorita.

-Señor Ruiz, hágame el favor de detener el auto, quiero que entres por esa calle y busquemos a mi amiga, ahoraaaa, -dijo furiosa

Volví a mirarla por el retrovisor. La chica estaba llena de corage. Sin lugar a dudas estar a cargo de ella sería un verdadero dolor de cabeza. No quise discutir mas y lleve el auto hasta el paseo, entonces me detuve, decidido a hablarle.

-Discúlpeme otravez, pero vamos directo al Colegio. Esa fue la órden que me dieron.

-Maldito metiche, voy a quejarme con mi padre y haré que lo despida. -dijo abriendo la puerta del auto saliendo a toda prisa.

-Mierdaaaa, -dije quitándome el cinturón y saliendo del auto para alcanzarla.

Caminaba furiosa sin mirar atrás. Iba murmurando, no podía entender nada de lo que decía. Que genio tenía la chica. Que problema, -pensé.

-Le exijo que se detenga, -le grité molesto.

Hizo caso omiso y siguió su camino.

-Oiga, oigaaaaa, -grité furioso yo ahora alcánzandola y sin mas reparos la jalé por la mano.

Se detuvo de golpe mirándome como una leona en celo.

-Disculpa, lo siento, no, no quise reaccionar de esta manera, pero porfavor le suplico que vuelva al auto. Usted es mi responsabilidad.

La vi tragar con dificultad, su mirada brillaba, entonces se acercó.

-No me gusta que me impongan órdenes, solamente se lo permitia a mi padre. -dijo con la misma mirada seria del Señor Corrado.

-Entonces hagálo por su padre por favor, devuélvase al auto. -dije señalando hacia atras.

Volvió a fusilarme con la mirada, entonces caminó hasta el auto.

-Dios, -dije soltando un buen suspiro.

Llegué hasta el auto y volví a ponerlo en marcha. Por el camino nadie dijo nada.

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Llevaba tantas horas esperando en el auto que me abía quedado dormido. Anhelaba un café, asi que salí a comprarlo. Caminé hasta una pequeña tienda de comida rápida y ya con café en mano me senté en una mesa.
No abía ni siquiera dado un sorbo cuando ví llegar un grupo de chicas, entre ellas, Aurora.

-Que haces aqui?, te dije que te fueras. -dijo molesta al verme.

Las chicas empezaron a reirse. Una de ellas se acercó y con la mirada puesta en mí habló.

EL GUARDAESPALDASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora