24) LA ENTREGA

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Pasé la mano por su torso y a través de la tela de la camisa senti su pecho firme y bien formado.  Amoldé mi cuerpo al suyo, acercándome todo lo que pude y los brazos de él rodearon mi cintura.  Suspiré ante el calor que empecé a sentir en ese momento.  Gemí despacio cuando sus manos empezaron a acariciar mi vientre.  Cerré los ojos y me dejé llevar.

Suavemente Moncada deslizo una de sus manos por mi piel desnuda, hasta alcanzar mis senos.  Abrí los ojos y lo miré.  No estaba soñando.  El estaba allí, abrazándome, tocándome.  El pasillo se hallaba en una oscuridad total, salvo por la luz de los rayos que alumbraban al caer.  La lluvía caia fuerte y el viento soplaba.

Eché la cabeza hacia atrás y volví a mirarlo.  Ví fuego en su mirada.  Los dedos de él volvieron a tocarme un pezón y arquée mi cuerpo hacia el.  Suavemente el me empujó en dirección hacia la pared y noté una cosa.  Sentí su erección dura y lista.  Me puse nerviosa y tragué con dificultad, ya que sentia la boca seca. 
Empecé a desearlo, si importarme lo que pudiera el decir o sentir en los próximos días. 

-Moncada? - susurré mirándolo a los ojos.

-Si, princesa? - dijo con los dedos frotándome el pezón, enviándome descargas ardientes a mi cuerpo.

-Ohhh, -empecé a gemir sintiendo un hormigueo salvaje entre mis piernas.

Con la mente hecha un torbellino, dejé de lado todos mis pensamientos y me concentré en lo que me hacían sentir sus caricias. 

-Aurora, -murmuró, quitándo su mano e invitándome a caminar hasta mi habitación.

Entré seguida de él y me giré al notar que cerraba la puerta. 

-Porque cierras?, -dije sin importarme en realidad

-No quiero que mi tio escuche, -murmuró acercándose.

De pronto entró Cayetano a mi mente y la realidad del asunto.  Al parecer el logró adivinar mis pensamientos.

-Ven aqui, princesa, -dijo rodeándome la cintura con sus manos atrayéndome hacia el.
-Deja que te ame, dejámelo hacerlo como nadie lo ha hecho, -suspiró entre mi oido, -encendiendo todo mi ser con sus palabras, logrando sacar a Cayetano de mi mente.

Me llevó hasta la cama, apoyándome entre las almohadas.  Lo observé mientras se quitaba la camisa dejando al descubierto su perfecto pecho.  Sin apartar los ojos de mi cara empezó a desabrochar el cierre frontal de su vaquero.  Con la respiración entrecortada sonreí al verlo entrar a la cama, a mi lado.
Me desvistió rápidamente y bajando la cabeza despacio, con la boca tomó primero un pezón, luego el otro.  Eché la cabeza hacia atrás y cerré los ojos para dejarlo saborear mi cuerpo.  Empezó a pasar su lengua y labios por todos mis senos, seguido de mi cuello.  Estaba super sensible.  Su boca me torturaba con gentileza, su mano izquierda me acariciaba el vientre, rozándome mi entrepierna.  Continuó lamiendo mis pezones, hasta llegar a mi boca.  Dejé entrar su lengua saboreandome todo mi interior y empecé a acariciar su espalda.  Sentia el cuerpo tenso, en espera.  El levantó mis caderas con una mano y acomodó mas su cuerpo sobre el mio, así empezó a penetrarme muy lentamente al mismo tiempo que su lengua exploraba mi boca con ansiada impaciencia.  De pronto sentí su aliento en mi mejilla, sus brazos alrededor de mi cuello y lo miré. 

-Santo cielo, -musitó el moviéndose una y otra vez en mi interior haciéndome gemir como una loca.

Le empecé a acariciar mas la espalda, rodeándole su cintura con mis piernas mientras el se pegaba mas a mi cuerpo.

-Oh dios, -susurré sin dejar de acariciar todo su cuerpo.

-Dime que te gusta chiquita?, -decia embistiéndome una y otra vez.

EL GUARDAESPALDASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora