22) ARROGANCIA

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Al día siguiente después de darme una leve ducha, bajé a la cocina.  Con la vista recorrí toda la sala, pero estaba totalmente desolada.  No abía rastros de Moncada.  Sentí alivio.  La verdad era que estaba totalmente sorprendida ante la reacción de el la noche antes. 

Se escuchó la puerta cerrarse de un portazo, provocando que saltara asustada y lo escuché reir.  Al parecer mi soledad había durado muy poco.

-Te asuste?, -dijo acercándose.

-No, -dije sin pensar poniéndo mi mano sobre mi pecho.

-Y eso que se supone que significa?, -dijo señalando mi mano.

-Le das tanta importancia a leves cosas, -dije retrocediendo un poco al verlo llegar.

-Sabes una cosa?, -pregunto el moviendo la cabeza, pasando una mano por su pelo, musitó algo que no logre captar.

-Así es como eres todo el tiempo?, -dije molesta al ver como se alejaba.

-Y como soy Aurora?, -paró en seco voltiándose a hablarme.

-Eres raro, te empeñas en fastidiarme a la vez que vuelves a ignorarme.  Sabes que deseo?, No estar aquí, no volverte a ver jamás en mi vida.  Estar con Cayetano muy lejos, maldiciendo los días, las horas, todo el tiempo que estuvistes trabajando para mi padre.  Maldito Moncada. -grite furiosa.

Se acercó rápidamente mirándome fijo a los ojos.

-Repíteme eso, pero más despacio esta vez,  -pidió rugiéndome los oidos.

-Por qué intentas arruinar mi vida? ,-pregunte con la voz tensa y los ojos llenos de lágrimas.

-No lo tomes tan a mal, Oneca. -dijo dándome una palmada en el hombro.

Maldita sea, estaba atrapada, lo sabía.  Debía elegir entre quedar humillada o echarle mas leña al fuego.  El tenía la palabra victoria en la cara, pero yo, yo no aceptaría mi derrota, tenia que hacer alguna cosa.
Lo miré tragando con dificultad y me sonreí sin poder.  La mente se me quedaba en blanco unos instantes y se me hacia un nudo en el pecho.  En mi cabeza solo tenía un torbellino dominado con el deseo de matarlo.

-Y eso que se supone que significa?, -logré decir al fin.

Los ojos de el se convirtieron en dos rendijas peligrosas y apretó la mandíbula con tanta fuerza que un músculo le palpito.

-Que es lo mas que te asustaria?, -dijo sin pestañear.

Su pregunta me desorientó y logré ponerme muy nerviosa.  Lo cierto era que el modo en que me hacia sentir era lo que verdaderamente me asustaba, aunque claro, jamás se lo diria.

-No seras tan malo, -dije sin poder pronunciar.

-Quizas no para ti.

Me sentía que verdaderamente estaba metida en problemas.  El modo en que mi cuerpo reaccionaba al suyo cuando el se hallaba tan cerca no era para nada normal.

-Eres tan arrogante y presumido, -dije con rabia en la mirada.

-No, -dijo mirándome directamente a los ojos.  -Únicamente contigo.

Suspiré tratando de liberar tanta tension y caminé hasta la sala, dejándome caer sobre el mueble.
Escuché pasos y lo ví atravesar el salón, abriendo la puerta delantera saliendo a toda prisa.
Fue entonces cuando mi cuerpo empezó a relajarse nuevamente.

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-Reaccionó tarde Moncada.  -dijo Simón cerrando el candado sobre sus piernas.

EL GUARDAESPALDASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora