Las horas pasaban lentamente. Ya era el segundo día en aquella casa y allí la vida parecía bastante monótona, aunque no del todo aburrida. Podía sentarme largas horas solo mirando la playa, disfrutar solo de su olor, buscar caracoles, en fin buscar cualquier distracción. Me encantaba el lugar. Me preguntaba miles de veces que estaría haciendo mi padre y que era de Cayetano. Iba a levantarme de la orilla cuando ví a Moncada acercarse.
-Ahh, aqui estás, -dijo mirándome.
-Y donde mas?, es aqui donde me tienes no?, -dije con sarcasmo.
-Creo que no es conveniente que estés tantas horas aqui sola. -dijo mirando el mar.
-Si, si lo haré.
-De acuerdo, pero ten mucho cuidado. -dijo indiferente
-Bueno, no hay nadie mas aqui?, eso dijistes -dije mirándolo con detenimiento.
-No. Estamos completamente solos.
Creí percibir cierta malicia en su tono de voz y mi inquietud aumentó. Algo en su actitud, en el hecho de estar solos, resultaba poco tranquilizador para mi. Aparté aquellos pensamientos de mi cabeza y volví a mirarlo.
Veía cierta preocupación en su mirada y la curiosidad en mi fue mucha.
-Pasa algo Moncada, te veo preocupado. -dije poniéndome en pie.
Levantó sus oscuras cejas, que lograban hacer un fuerte contraste con su cabello, dándole un aspecto aún mas malvado y se acercó.
-Que te hace pensar que me pasa algo? -dijo mirándome a los ojos
-Porque no veo que en ningún momento logres relajarte, estás todo el tiempo tenso. -dije riendo
-No entiendo a que viene esa risa -dijo bastante serio.
Ruborizada, lamente haber hablado tanto. Aquel hombre era temperamental, malhumorado.
-Lo siento -dije suavemente
-No estoy contento de como están saliendo las cosas. -dijo alborotando mas su cabello con su mano.
Agarré el toro por los cuernos sintiendo que daba en el clavo y traté de persuadirlo.
-Entonces dejame ir, cortemos por lo sano antes de llegar a lamentar y nadie saldrá herido Moncada. Yo misma hablaré con mi padre y buscaré la forma de que la fiesta termine en paz. Mi papá siempre me ha complacido en todo. -dije en un tono de suplica.
-Ese es el problema Aurora, -dijo con enojo en sus palabras.
-que estás acostumbrada a creer que te lo mereces todo. Y esta vez no te saldrás con la tuya. El tampoco. -dijo caminando furioso hacia el bungalow.La tensión aumentó y desee ponerle fin a todo aquello. Tenía corage de el, tenía corage de sus órdenes, sus mandatos, sus decisiones. Yo no tenía porque soportarlo, yo no era la paga de nadie, ni siquiera de mi padre. Por primera vez me armé de valor y furia y lo seguí hasta llegar al bungalow.
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EL GUARDAESPALDAS
RomanceOneca Aurora, una chica de dieciocho años, engreída, caprichosa, arriesgada, hija única del empresario millonario, Corrado Luca. Al morir su madre en un accidente de tráfico, su padre la empezó a concentir en todo. Cayetano Ruiz, trabajador fiel...