La casa era preciosa. El abrio la puerta dejándome entrar y tardé en reaccionar. Mis ojos rápidamente se fueron lado a lado observando todo lo que pudiera en aquel instante. Era todo un lujo.
-Es, es preciosa, -dije asombrada mirando cuanto detalle.
-Nada diferente a lo que ya estas acostumbrada. -dijo sarcástico.
Su comentario me molesto pero opté por quedarme callada. Seguia mirando todo a mi alrededor hasta que algo captó mi mirada. Era una foto familiar. Caminé hasta la mesa y la sostuve en mis manos.
-Eres tu y tu papa?, -dije mirando el hermoso niño junto a un hombre que no dejaba de ser bastante guapo.
-Si, quien mas podria ser, dame eso, no te he dicho que toques nada. -dijo malhumorado quitándome la foto poniéndola donde segundos antes estaba.
-Pensé que vivias en la ciudad, por lo visto estamos lejos de casa, -dije mirándolo mientras el ponía el bolso en el suelo.
-No pienses tanto Oneca, -dijo sacando las cosas del saco.
-Porque trajistes eso?, dije curiosa mirando lo que sacaba.
-Bueno, aqui tienes un cuadro, una sábana, una libreta, -decia riendo mientras seguia sacando cosas, -una camisa, un lápiz, -decia sarcástico.
Me acerque furiosa quitándole el bolso y entrando lo que el habia sacado.
-Dame mis cosas, no se porque las trajistes, -dije furiosa.
-Para que no extrañes tanto tu entorno Aurora, -dijo riendo.
-Maldito infeliz, -dije caminando hacia la puerta para irme.
Lo escuché reir y al mirar atras pude observar que seguia en el mismo lugar.
-Adelante, sal, -vamos a ver si encuentras quien te ayude -dijo riendo señalando la puerta.
-Porque lo dices?, Que lugar es este?, Por eso me traistes en el baúl para que no mirara el camino no?, -dije frunciendo las cejas.
-Eres tan ingenua chiquilla, -dijo acercándose.
Lo mire nerviosa tragando saliva con dificultad al verlo detenerse frente a mi cuerpo. Levante la mano para quitar un mechon de cabello que me rozaba la cara y al hacerlo el sostuvo mi mano.
-Dejame ayudarte, -dijo echando el mechon hacia el lado.
-No, no me toques, -dije nerviosa.
Estaba muy serio. Solo me miraba detenidamente, pude jurar que observaba cada detalle de mi rostro.
-Oneca, Oneca Aurora, la hijita del riquitillo, la consentida de su padre, -dijo sarcástico.
-Que quieres de mi?, ya dejastes ir a mi padre, eso dijistes no?, entonces porque no haces lo mismo conmigo? -dije mirándole sus verdes ojos.
-Te dije que no pienses tanto, no preguntes. -dijo cerrando la puerta que yo minutos antes habia abierto para irme.
-Y Cayetano?, donde esta el?
-Ven camina, quiero llevarte a tu cuarto. -dijo esquivando mi pregunta.
-Que le hicieron a Cayetano?, quiero verlo, saber como está.
Lo vi caminar hasta el fondo de la sala y segui detrás de el con mi interrogatorio.
-Te estoy hablando traidor, dime donde está el.
-Se que te gustará tu cuarto, puedes escojer otro si quieres.
-Que no quiero nadaaaaa -grite furiosa tirándole con una figura que encontré a mi alcanze.
-Mira Oneca ya me estas hartando la paciencia, te juro que estoy tratando de ser bueno contigo, pero tengo un limite y tu lo estás sobrepasando, -dijo furioso cojiéndome por un brazo llevándome hasta el interior de un cuarto.
-Este será tu cuarto, aqui te quedas. Yo estaré abajo por si me necesitas. -dijo cerrando la puerta con llave del otro lado.
-Moncada, Moncadaaaa, abre la puerta, ábrelaaaaa. No puedes tenerme aqui. Ábreeeee, -decia dándole patadas a la puerta.
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3:00 A.M.
Estaba sentado frente a mi, mirándome sin decir nada. De pronto se levantó acercándose sin yo poder defenderme y con su mano hecha un puño me lo propino en la cara.
-Esto es por mi padre, -dijo golpeándome sin piedad.
La vista se me empaño y empezé a marearme.
-Sabes Cayetano, deberia matarte.
-Moncada dijistes que todavía no, ibas a torturarlo. -dijo Simón quitándole el arma con la que me apuntaba.
Por un momento senti alivio. Me costaba respirar. Bajé la cabeza cerrando los ojos y pensé en Oneca. Donde estaría?
-Aveces quisiera eso tio, pero el corage es tanto que quiero terminar con esto ya de una vez. -dijo Moncada levantando mi cabeza para que lo mirara.
Me ardían los ojos, tenía mareos y la garganta seca. Lo miré implorándole que le pusiera fin a todo, pero el queria otra cosa.
-Voy a preguntarte algo Cayetano, -dijo quitándome la venda que tenía yo amarrada a la boca. -Dime que sentistes cuando matastes a mi padre? -dijo furioso
-Oneca, la chica?, la chica?, donde está porfavor? -dije desesperado
Miro a su tio y empezó a reir incrédulo.
-Esa no era la pregunta Cayetano. -dijo levantando mi cabeza otra vez.
-No senti nada, nada -dije escupiendo su ropa.
Me miró con furia y volvió a propinarme un golpe mucho mas fuerte en la cara.
-Voy a hacerte mierda, te lo juro, -dijo dándome un tercer golpe que nublo todo mi ser.
Los escuchaba reir mientras los golpes seguían y seguían intensificándose.
-Vas a implorme piedad, -fue lo último que escuché seguido de un golpe mucho mas fuerte.
****************
Abrí la puerta sin hacer mucho ruido, y allí estaba ella. Durmiendo acurrucada sobre aquellas sábanas blancas. Por un momento sentí compasión y me acerqué.
-Eres tan frágil, -dije en un susurro.
La ví moverse y caminé unos pasos hacia atrás. Miré el relog y ya casi amanecía. Me abía pasado toda la madrugada torturando a Cayetano. Volví a mirar a Oneca y pensé en Corrado.
-Vas a saber que es lo que se siente perder a alguien, viejo desgraciado. -dije saliendo del cuarto, cerrándolo del otro lado.
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EL GUARDAESPALDAS
RomanceOneca Aurora, una chica de dieciocho años, engreída, caprichosa, arriesgada, hija única del empresario millonario, Corrado Luca. Al morir su madre en un accidente de tráfico, su padre la empezó a concentir en todo. Cayetano Ruiz, trabajador fiel...