-Hola Sr. Corrado, tanto tiempo sin vernos. -dijo el Señor encendiendo otro tabaco.
Corrado me miró asombrado, luego miró a Oneca y sin decir ni una sola palabra ví que se sentaba con dificultad en una silla. Trataba de componerse de aquella visita cuando el Señor se le acercó.
-Que demonios quieres? -le dijo al Señor sin mirarlo.
-Tu hija ha crecido demasiado, -dijo mirando a Oneca con cierta maldad.
-Deja a mi hija en paz, ella no tiene la culpa de nada.
Escuchar aquellas palabras me pusieron bastante nervioso, pero no, no era posible lo que estaba pensando.
-Papá?, que está pasando? -decia Oneca llorando.
-No pasa nada mi niña, tranquila, -quise darle apoyo, pero me quedé en el intento.
-Camina, camina, -dijo el moreno empujándome para que me sentara al lado de Corrado.
-Cayetano, -decía Oneca llorando.
Miré a Oneca y tuve miedo, un miedo que se intensificó al ver a Moncada llegar hasta ella.
-Dejála en paz, no te atrevas a tocarla, -le grité a Moncada.
-Vaya, -decía Moncada riendo sin dejar de mirarme, mientras le acariciaba el cabello a Aurora.
-Dime que quieres Simón, pide lo que quieras y lárgate ya. -dijo Corrado levantándose de la silla.
Pero al hacerlo el moreno le propino un golpe al viejo sobre su cintura, cayéndose este en el suelo. Empujé al moreno golpeándole tambien el rostro, pero el logró aventarme contra la pared haciéndo que todo retumbara mezclándose con los gritos y llanto de Aurora.
Intenté levantarme, pero en el momento que estiraba las piernas el moreno lanzaba un puño a mi estómago que iso que volviera a encorvarme, quejándome de dolor. El tambien emitió un grito horrible al tiempo que su mejilla izquierda empezaba a sangrar ya que lo sujeté con todas mis fuerzas sobre el suelo, rayándole su rostro. Empezó a sangrar abundantemente, mientras ví como Moncada se acercaba y con la culata del revolver me agredía en la cara.-Vamos a ver si el golpe te hace recordar. -gritó furioso ayudando a levantar al moreno.
El golpe iso que me desplomara completamente en el suelo, casi sin conocimiento. Me sentía mareado y tardé en reponerme. Cuando lo ise ya era demasiado tarde.
El Señor había agredido al viejo y a Oneca la tenían semidesnuda atada de manos sobre el mural de la pared. Me quedé frio y tardé en hablar, casi tragando mis palabras.
-Basta, basta porfavor, basta, -dije con llanto en mi voz, implorándole a aquel Señor que no lastimara a Oneca.
Ella me miraba con mil preguntas en el aire. Lloraba y temblaba como una hoja. Moncada había amarrado a Corrado y se había quitado su camisa. Tragué con dificultad ante lo que se avecinaba.
-Porfavor, -dije mirando a Corrado que miraba con los ojos llenos de lágrimas.
-Esto te va a gustar Cayetano, -dijo Moncada acercándose a Oneca.
Ella lloraba y trataba de moverse del otro lado sin conseguirlo.
-Que mal cuidastes de su hija, igual que lo hicistes años atras con su madre. Porque Ruiz?, porque no le dices lo que hicistes a la hija de este Señor, la misma que te has tirado ya varias veces. -dijo Moncada dejándome paralizado con sus palabras.
Miré a Corrado quien me miraba aturdido, el moreno reia sarcásticamente mientras seguía apuntándome con el arma y el Señor Simón se acercaba a Oneca.
ESTÁS LEYENDO
EL GUARDAESPALDAS
RomanceOneca Aurora, una chica de dieciocho años, engreída, caprichosa, arriesgada, hija única del empresario millonario, Corrado Luca. Al morir su madre en un accidente de tráfico, su padre la empezó a concentir en todo. Cayetano Ruiz, trabajador fiel...