Cada Año

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Abrí los ojos de manera pesada; la luz se colaba apenas a través de mi ventana. Me removí entre las sábanas negras para tomar mi teléfono de debajo de la almohada.

10:00 am del sábado, no era la hora la que me molestaba... Era la fecha, faltaba solo un día, era al día siguiente y eso me provocaba ansiedad. No soportaba estas fechas, eran millones de recuerdos, eran sentimientos que me negaba a tener y aceptar; era el soportar en mis hombros el peso de la fecha ante los ojos de toda mi familia.

Esos ojos que, a pesar de que no lo habían dicho en voz alta jamás, yo sabía perfectamente lo que decían.

Me puse de pie y me dirigí a la ducha. Agua fría era lo que necesitaba; la sensación en el estómago que llegaba en esta fecha cada año estaba comenzando a crecer más y más.

Ese era probablemente el único interruptor de sentimientos que jamás lograba apagar. Ese y ahora el de Dorian... Era demasiado para mi gusto.

"Si tan solo pudiera elegir cuando sentir, no me sentiría así nunca más", había pensado cuando era niño.

Salí de la ducha y me puse unos pantalones. Fui a la cocina y me preparé un café irlandés. ¿Es realmente café irlandés si tiene más whiskey que café? Supongo que no.

Me senté en el sillón a esperar la inevitable llamada que sabía que llegaría.

Unos diez minutos después finalmente sonó el teléfono. Lo miré por unos segundos analizando si responder o no, con la estúpida idea de que si no contestaba quizás nada de eso se volvería real.

Finalmente, aceptando la realidad con resignación, contesté.

-"¿River?" sonó su voz distante como siempre.

-"Madre..." respondí tratando de sonar sereno.

-"Tu padre y yo queremos saber si llegas hoy o mañana", dijo sin más.

-"No lo sé aún", respondí.

-"Espero que no estés considerando faltar; sabes a la perfección que es tu deber estar aquí ese día, se lo debes" dijo sin un ápice de emotividad.

-"Se lo debo..." repetí pensando.

-"No voy a tener esta discusión cada año, River Argent, ya madura", dijo cortando la llamada.

¿Tenía razón? ¿Realmente se lo debía? ¿Realmente le debía exponerme a ese martirio cada año? ¿Esas miradas, ese juicio silencioso? No estaba seguro, pero por mucho que odiara exponerme a eso, finalmente la culpa siempre me arrastraba hasta allá.

Me levanté del sillón y saqué unos hielos del congelador, los puse en un vaso y serví el whiskey sin ninguna moderación.

Le dí un largo sorbo, aceptando el calor en mi garganta. Suspiré con pesar.

No tenía otra alternativa, tendría que ir. Terminé de vestirme y tomé un par de cosas necesarias que puse dentro de una mochila.

Me paré en la puerta con gran indecisión y finalmente tomé las llaves del coche y salí.

Pasé por una cafetería y compré unas cosas para el camino. El viaje además de inevitable sería largo y probablemente doloroso.

Antes de partir, revise mi teléfono.

<<¿Nos vemos hoy? Bey>>

<<No, voy de viaje>> respondí.

<<Dime que no vas a donde creo >>

<<Por desgracia >>

<<Suerte y que Silvertown no te consuma >> escribió.

Honestamente esperaba lo mismo.

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