Odiame

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Cerré la puerta y comenzó a acelerar a toda velocidad. Me puse el cinturón de seguridad rápidamente y lo oí soltar un bufido medio divertido.

Lo miré tratando de descifrar qué pasaba por su cabeza, pero su rostro, como siempre, era totalmente vacío, sin ninguna emoción, nada, un ganador de póker, pensé.

Giró a toda velocidad en una curva y tuve que poner mis manos en el tablero del auto para no salir disparado sobre él.

-"¿Me puedes decir que demonios?" pregunté un tanto molesto.

Ni siquiera me miró; tenía los ojos fijos en el camino, casi como si yo estuviese a su lado.

-"¡River!" solté un poco más alto.

Seguía sin mirarme o decir ni una sola palabra.

-"¡DI ALGO, MALDITA SEA!" ¿ES POR BEYLAND ACASO? —grité molesto.

Su mirada de pronto cambió, una vena en su cuello se tensó, sujetó el volante con ambas manos con fuerza y aceleró mucho más.

—"¡BASTA, NOS VAS A MATAR! " grité en su cara.

Pero no respondía, ni siquiera me miraba, estaba como poseído.

-"Me quiero bajar", dije con firmeza.

-"No" respondió seco.

-"¡Ah! Entonces si podías hablar, ahora dime ¿Qué demonios te pasa?"

Frenó de golpe, haciéndome saltar hacia adelante y ser casi asfixiado por el cinturón de seguridad.

-"Baja" dijo saliendo del auto y dando un portazo.

Me quedé adentro, inmóvil, tratando de entender que demonios estábamos haciendo.

—"Baja", dijo golpeando el vidrio de mi ventana por fuera.

Miré al rededor y vi lo que probablemente podía ser una mansión digna de Hollywood; era enorme y preciosa, por supuesto que jamás había estado antes ahí; era el barrio más caro de Silver Town, muy arriba de la colina, pero yo sabía donde estábamos... Era su casa.

Me bajé del Jaguar y lo quedé mirando.

—"¿Qué hacemos aquí, River?" pregunté tratando de sonar tranquilo.

-"Hablar" respondió seco.

-"Existen los teléfonos", respondí.

—"Sinceramente, Dorian, ¿me hubieses contestado el teléfono?" dijo caminando hacia el enorme portón y entrando a la enorme casa.

Caminé detrás suyo, motivado por el interés de saber como era el lugar que albergaba a semejante idiota.

Entramos a un enorme hall con sillones a los costados y unas mesitas, frente del pasillo una enorme escalera tipo Titanic que daba al segundo piso, a la izquierda un pasillo que daba a un enorme comedor y a la derecha una sala de estar enorme con sillones que tenía de fondo un ventanal con una piscina y una cancha de tenis.

River subió las escaleras.

Me quedé parado al pie de las enormes escaleras de película.

-"No voy a subir", dije.

Se detuvo en un escalón y se dio vuelta a mirarme.

-"No voy a pedirlo dos veces", dijo.

-"Ni siquiera lo has pedido una", dije un tanto molesto.

-"Dorian, sube la maldita escalera", dijo volviendo a subir los escalones y desapareciendo.

Medité por un segundo si era buena idea. Obviamente no tuve que pensarlo mucho tiempo; era claramente una mala idea; no era necesario darle tantas vueltas.

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