Apego

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Nueva York seguía siendo la impresionante metrópoli del país, al mismo tiempo que desfallecía conforme su número de habitantes aumentaba y sus calles a veces ya no se distinguían de cualquier laberinto. Tom había regresado algo fastidiado de su viaje, pensando en el por qué tuvo que elegir a Sarah como modelo para su Marilyn. Inició como un homenaje a la mujer inalcanzable de quien se había enamorado y después terminó por desconocerla. El día que le entregaron a su androide, pudo satisfacer su fantasía sexual y una vez que lo cumplió, sintió que la había traicionado. Ahora esa mujer de una u otra forma, le servía como servidumbre, le complacía sexualmente y le hacía olvidar a Sarah. A Tom no le tocó conocer la faceta descompuesta de Marilyn que aunque hubiera servido para humanizarla más, seguía siendo ajena a lo que él idealizaba. Le preocupaba la situación de su amigo Michael. Sabía que poco a poco se limitaban sus ofertas laborales, extrañaba algo de compañía femenina y vivía en una casa de arquitectura rustica para sus estándares. Se determinó a regalarle a Marilyn tanto para alejarse de una desconocida y ayudar a su amigo para sobrellevar un poco su soledad.

Después de su cumpleaños, regresó a su mansión con satisfacción de haberse quitado un peso de encima. Debía regresar a Nueva York al día siguiente porque debían continuar con la película en curso. Su mayordomo le recibió en la puerta y Tom supo que había un mensaje importante que iba a darle. Después de 4 años de servicio, conocía la forma en que Anthony trabajaba. Un señor canoso con traje gris y zapatos cafés de 54 años, con una ligera postura encorvaba que constataba su fiel acto reverencial al servicio.

– Señor, en la sala le está esperando una señorita de nombre Natalia –le dijo con cierto volumen discreto como si fuera capaz de escuchar su invitada–. Dice que es su hermana.

Tom no pudo evitar la sorpresa al escuchar ese nombre después de tantos años. Después de su partida, había dado por hecho que su hermana jamás le interesaría volverlo a ver. Cuando murieron sus padres, los dos se quedaron al cuidado de su tío. La familia era originalmente irlandesa del poblado de Bré, a unos kilómetros de Dublín, mayoritariamente de políticos que facilitaron mucho la posición económica de la familia White. A excepción de su tío Walter que fungió en las fuerzas policiacas durante toda su vida. Su padre era miembro del partido laborista al igual que su madre y posteriormente de que los miembros de su partido decidieran que era tiempo de darles un descanso a los dos por sus años de servicio, fue en aquel entonces que probaron suerte en vivir un tiempo en América. Los rumores dictaban que tanto los miembros del partido laborista tenían intereses en deshacerse lo antes posible del señor Samuel White por sus declaraciones incomodas sobre compañeros de su partido, como que también el exilio de la familia White hasta otro continente no era por razones de placer. Cada vez que le preguntaban al famoso director sobre sus padres, siempre respondía que habían fallecido juntos cuando fueron embestidos por otro auto en un accidente automovilístico en Dublín. Natalia fue la única que sospechó sobre la verdad de ese accidente. La custodia de Natalia y Tom quedaron en manos de Walter quien vivía con su esposa Marian. Una mujer con semblante severo, algo robusta y con una franja de canas en el costado derecho de su cabeza. La relación entre ellos al principio fue fría y rigurosa, pero más adelante sería una cadena de abusos por parte de Marian hacía los jóvenes. Empezaba con jalón de orejas, luego patillas, una vara de aluminio y llegó hasta el grado de encerrar a dormir a Natalia en el baño toda la noche. Los hermanos tuvieron vivir bajo el rigor de amenazas, insultos y el incendiario humor de la señora Marian cada vez que regresaba a su casa. Nunca entendieron la razón por la que esa señora tuviese tanta manía con ellos y mucho menos la indiferencia de Walter al escuchar sus quejas. Realmente eran muy pocas las ocasiones en que conocieron a sus tíos mientras sus padres vivían, pues Samuel se avergonzaba de su hermano por no dedicarse a terminar la universidad o tener un puesto de trabajo con mayor nobleza. El verdadero distanciamiento que hubo entre los hermanos fue cuando Tom cumplió los 18 años. Decidido a escapar de esa vida y perseguir su sueño americano, ahorró dinero para su boleto de avión, se fue dando insultos a su tía y dejó a su hermana quien todavía tenía 16. Sabía que no podía salir del país hasta cumplir la mayoría de edad y eso lo molestaba mucho. Podía esperar dos años más para que se fueran juntos de ahí aguantando la estricta y fría crianza de su tía política o irse finalmente solo para librarse. Por mucho que se sintiera culpable, sabía que no le faltaría techo y comida por muy mala que fuera Marian, y también pensó que sería difícil darle una buena vida a su hermana con el poco dinero que tenía ahorrado en el banco. Natalia no creyó que fuese tan cobarde y egoísta como para dejarla sola en esa casa. Desde entonces no volvieron a hablarse. Cuando Tom ya era famoso, intentó buscarla y se enteró que trabajaba en un hotel, que vivía en un departamento y era soltera. Le mandó varios mensajes por distintos medios, pero nunca hubo respuesta. No tenía el valor de ir personalmente a verla por el miedo de ver aquellos ojos que lo despidieron cuando se fue. Ojos llenos de decepción y odio.

– Muchas gracias, Anthony.

– ¿Está bien, señor?

– Sí, solo venía pensando en el trabajo.

Tom entró a su casa con lentitud y al llegar a la sala encontró a una mujer alta con vestido azul y un bolso de mano. Su figura ahora era distintiva de una mujer madura, ajena de aquella delicada y muy delgada niña que vio hace muchos años. Ella al mirarlo, hubo un momento en que se les dificultó a ambos reconocerse, pero después de unos segundos pudieron dar fe de la persona que tenían enfrente únicamente en sus miradas. Él seguía con la culpabilidad escrita en las retinas y ella con la decepción.

– Hola. Qué gusto verte de nuevo –dijo Tom con una incomoda sonrisa a la que Natalia no respondió.

– Te va bien.

– Sí, me ha ido bien. Ha pasado mucho.

– 24 años, Tom.

– Natalia, traté de buscarte.

– No he venido para eso hermano. Vengo por un favor.

– ¿Quieres que te sirvan algo?

– ¿Tendrás algo fuerte?

– Sí, claro. ¡Anthony! – a los 5 segundos de hablarle, llegó el mayordomo estoico y tranquilo.

– Dígame, señor.

– A mi hermana le traes whisky y a mi igual, por favor.

– Claro, señor – al pronunciar esto Anthony se retiro y Tom se sentó enfrente de Natalia.

– ¿En que te puedo ayudar?

– Michael.

– ¿Perdón?

– Tu amigo Michael.

– Explícame.

– Antes debo decirte algo. Estoy con Eleuteria ¿has oído de ellos?

– Sí, todos sabemos quienes son ¿por qué estás con ellos? Es peligroso.

– No vengo por tu aprobación, Tom. Esa es mi vida ahora.

– Esta bien.

– Ha pasado algo muy curioso. La persona que está interesado en tu amigo es mi esposo quien también pertenece al movimiento. Resulta que es muy conveniente tu amistad con él.

– ¿Qué interés tienen con él? Michael no es del tipo revolucionario.

– No puedo decirte mucho de esto pero el favor que te vengo a pedir es que en el futuro vamos a pedirte que le llames para que nos saque de un centro de detención como favor personal para ti. Después de eso, habrás cumplido.

– No entiendo, si tanto interés tienen en él ¿por qué no acercarse de forma normal?

– Es para relacionarlo con nosotros.

Anthony regresó con una charola y les dio a los dos sus tragos. Ambos agradecieron y este se fue en silencio.

– Estaría metiéndolo en problemas entonces.

– Tom, dentro de unos meses o pocos años, vendrá algo muy importante y agitado en todo el país ¿entiendes lo que digo?

– Sí, pero es peligroso. El sistema es muy poderoso.

– Nosotros nos hemos preparado para esto y para serte sincera también vengo por ti. Quiero que vengas con nosotros.

– No puedo Natalia.

– Te conviene estar del lado bueno porque cuando esto pase, no podré garantizar tu seguridad.

– Tengo amigos del sistema muy influyentes. No creo que sea buena idea.

– Y yo no creo que sea suficiente para salvarte.

– Natalia. Michael es mi mejor amigo. No puedo hacerle esto. Es más fácil que si pasa algo lo traiga conmigo y yo mismo lo proteja.

– En primer lugar, no será suficiente y en segunda, sabes que me lo debes.

Tom agachó la cabeza y quedó en silencio. Natalia se levantó, tomó su whisky de un trago y se acercó a un costado de su hermano. Recargó su mano en su hombro con delicadeza.

– En cuanto recibas la llamada te daré las instrucciones. Cuento contigo.

Natalia se fue y Tom se quedó en la misma postura por varios minutos pensando en el peligro que estaba poniendo a Michael, en la señora Marian y en que de nuevo abandonaba a su hermana. 

Amor artificialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora