"Hola, Michael.
Es 2089 y nació en Cuernavaca, Morelos. México es un país que no me impresionaba en muchos años, pero me ha fascinado mi estadía en mi pequeña casa junto a Jorge. Tenía la intención de darle un nombre en español porque ahora su casa era un lugar diferente al nuestro.
Sí, tu hijo Jorge.
Le puse ese nombre por el mártir que perdió a su padre y se fue a Lod con su mamá quien lo cuidaría. Después se convirtió en leyenda. No es que pensara que ya no volverías y que lo mejor era dar vuelta a la página, solo que me acordé y creí que le quedaba bien en ese momento. Antes ponían nombres basados en lugares o circunstancias. Fue difícil mandarte esto porque oficialmente no se puede dar la ubicación de donde estás. Gracias a los contactos del movimiento es que me dieron una pequeña esperanza de mandarte esto. Es curioso que llevo tanto en el movimiento y jamás conocí en persona a Martin. Solo sé que tiene algún interés contigo porque sus personas más allegadas son gente que tampoco veo mucho. Solo cuando me llevaste a pagar esa multa fue que lo vi por primera vez. Y si te lo preguntas, sí, aun así es un hombre en quien confió.
Nuestra casa se encuentra a pocos minutos de la Catedral de Cuernavaca y por ende, del centro. Conocí a una mujer que se convertiría en mi amiga. Vivía detrás de la catedral y enfrente de una estatua de Alexander Humboldt. Ella me ayudó a dar a luz.
Me siento extraña escribiéndote y es que no sé qué más decir. Varias veces me asaltaba la idea de tomar el lápiz y escribir al hombre que tuvo que partir lejos, pero al mismo tiempo me negaba. Fue un momento muy complicado. Tu encierro, la revolución y sobre todo Jorge. Tal vez me sirva esto. Creo que por el momento quiero decirte que sigues siendo muy importante para mí y que aún tengo la esperanza de tu regreso.
Te mando un beso.
Hola.
Es 2093. Ya sé que no es necesario darte las fechas y más aún cuando en tu cabeza es lo primero que cuentas, pero me parece increíble como siguen pasando los años y aún no estás aquí. Solo pasan y pasan. Solo nos quedan estas palabras que escribo en papel. Ya sabes que estoy hecha a la antigua.
Jorge es muy travieso y no deja de correr por la casa desde que había aprendido a caminar. Una que otra caída, pero nada de gravedad. Es increíble que ni con sus constantes tropiezos pueda escarmentar. No se cansa y la verdad te confieso que era muy difícil al principio. Levantarme en las madrugadas o ponerme nerviosa por sus llantos prolongados.
Se parece bastante a ti ¿sabes? Esa mirada.
No tenía el valor para verte en tu juicio. No quería llevarme una impresión tan cruda de tu porvenir y prefería quedarme con nuestras canciones de jazz y chocolates a medio terminar ¿Verdad que me perdonas por no ir? Estoy segura de que en tu apaciguada personalidad, ya me habrás perdonado a estas alturas. Ver a los ojos de Jorge, me hace pensarte mucho.
Después de tu proceso, fui a ver a tu amigo Tom. Tenía la intención de maldecirlo y ponerlo en su lugar por involucrarte en el movimiento. Lo único que me dijo después de llorar como un niño, fue que me fuera del país. Me dio las llaves de esta casa en la que ahora vivo. Me dijo que una guerra se aproximaba y que debía irme por nuestra seguridad. El movimiento me había advertido de algo grande, pero jamás pensé que iba a llegar el momento de levantarnos en armas. Pensé que eso pasaría unos años más tarde.
Cuando llegué al aeropuerto de la Ciudad de México, todos los noticieros no dejaban de anunciar diferentes levantamientos en todos los países. Anunciaron estado de alerta en proyectores y bocinas. De pronto, una gran alerta nuclear sonaba con fuerza por todos lados. La gente corría asustada. Trataba de mantenerme lo más alejada de esos tumultos y buscaba ayuda de personas que hablaran mi idioma para llegar a Cuernavaca, pero estaban tan frenéticos que nadie me prestaba atención. Un señor, quien era procedente de Boston me llevó en su aerodino pero tuvimos que rodear la ciudad para evitar las zonas de peligro. Nos dimos cuenta de que los androides estaban deteniendo a los extranjeros y que a los residentes del país, los mantenían en los límites de su localidad. Evitaban a toda costa que la gente se trasladara de un lugar a otro. Tuvimos que usar diferentes rutas para evitar los retenes y debíamos ir por tierra. El cielo era el más vigilado. Por más ayuda que intentó darme, solo pudo dejarme hasta la autopista. Le di las gracias y me fui caminando. Solo seguía el camino a un costado y teniendo cuidado de androides que vigilaran. Entre largas caminatas, escondiéndome entre los pastizales, comiendo y durmiendo unas horas, llegué a los dos días hasta un edificio de Cuernavaca. Era un centro de salud. Solamente faltaba llegar al centro y encontrar la dirección, sin embargo no había ningún tipo de transporte disponible por el toque de queda. En ese tiempo se les dio la orden a las personas que ya no debían salir de sus casas. Todo parecía un pueblo fantasma y fue entonces que me percaté de un sonido ascendente que provenía de la autopista. No sabía si se era prudente llamar la atención en esos momentos pero mi desesperación se había incrementado cuando la luz del sol se debilitaba. Era un aerodino policial que se dio cuenta de mi presencia a la mitad de la avenida. Un humano. Parecía una buena persona y trataba de entenderme pero casi no hablaba inglés. Accedió a llevarme a la dirección que me dio Tom. Todo el trayecto al centro veía una ciudad en ruinas con propiedades agujeradas, incendiadas y varias personas que se escondían de nuestra presencia. Todo el tiempo me decía cosas que no entendía y que me incomodaban. Me limitaba a sonreír y a no hacer contacto visual. Iba siguiendo su trayecto en un mapa manual pero me asusté porque se fue desviando. "Tranquila, güera", me decía cuando le hice notar el error. Se detuvo en una calle desconocida y angosta. Fue cuando se atrevió a tratar de besarme pero le di una cachetada y su semblante cambió a la ira incontrolada. Trató de someterme y forcejeamos varios minutos. Me dio un golpe muy fuerte en la cabeza y casi pierdo la consciencia. Pero no quiero meterme en todos esos detalles que solo te causarían dolor y mucho más a mí. Solo te diré que fui salvada por dos jóvenes que hicieron lo único que podían hacer para mantenerme a salvo. Fue horrible.
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Amor artificial
Science FictionMichael Dujardin, director de cine, le molesta su presente lleno de superficialidades y pérdida del romanticismo. Cuestiona los vacíos de la vida con la tecnología y la era digital. Todos sus pensamientos, todas sus inquietudes y toda una vida, dará...