El cumpleaños

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Varios días habían pasado desde la fiesta y yo continuaba el curso de mi vida. Me encontraba revisando unas ediciones sobre un proyecto musical. De nuevo me hallaba en la aburrida ciudad de Vallejo, pero en mi muy adorada casa. No era la gran cosa si uno se fijaba bien, pero al menos no estaba en un departamento pequeño compartiendo cientos de vecinos que coincidían en una misma azotea. Los edificios aledaños tenían una monstruosa altura para albergar a tantas personas como era posible, por lo que mi casa al estar en medio de tanto edificio, parecía el elemento que descuadraba la melodía. La casa pertenecía a mis padres cuando recién se iba urbanizando el barrio y yo quise quedarme ahí por simple costumbre a las mismas paredes que me vieron crecer. Obviamente le modifiqué algunas cosas innovadoras que le darían un aspecto más actual, pero el gobierno no tardó mucho en notar mi capricho en medio de su creación urbanística. Al principio me ofrecían cuantiosas sumas de dinero y después llegaron las amenazas. Gracias a mi reputación, al respaldo de los abogados de Tom y a la ayuda de vecinos que veían la casa como patrimonio cultural, decidieron dejar mi hogar entre los pilares gigantescos. Todo el vecindario veía mi pequeña casa como un simpático monumento de la arquitectura antigua. Parecía casa de un suburbio en 1970. Siempre me causó curiosidad saber por qué mi casa era la única de su estilo en un lugar como ese. En la época de mis padres, también descuadraba el vecindario con su arquitectura propia, así que asumí que más bien fuera producto de mis abuelos. Mi casa estaba enfrente a un parque de juegos que nunca era visitado por niños. Todo lo demás eran edificios que dejaban las calles en las sombras.

Lamentablemente, tenía la mala costumbre de ser muy desordenado en mi hogar: los platos sucios, ropa sin lavar, varias cosas aventadas, botellas donde no deberían estar y el piso ya tenía acumulada la suciedad y polvo. Me prometía ser más disciplinado y limpio para no acostumbrarme a mi forma de vida, aunque ya estaba acostumbrado a ser así. Mientras trabajaba, escuchaba canciones que eran populares y que marcaron mi infancia y juventud. Me gustaba renovar recuerdos con la música y evocar momentos en que bailaba sin importar lo mal que lo hacía.

Recibí varios mensajes pero afortunadamente no tantos. No me gustaba recordar que en vez de un año más, era en realidad un año menos. Era el diecinueve de junio cuando llegó mi cumpleaños. De la única persona que no recibí mensaje, fue de Tom. Lo atribuí a la carga de trabajo pero ya eran las seis de la tarde y estaba algo decepcionado que mi mejor amigo no se acordara. Me recargué en el respaldo de mi silla y respiré profundamente. Salí un momento al balcón a contemplar la ciudad. Tampoco es como si se viera mucho desde mi segundo piso. Tantos aerodinos sobrevolaban y una impresionante cantidad de personas caminaba a prisa por las calles oxidadas y angostas. En el año mil, la población era de trecientos millones; en el dos mil, eran seis mil millones y ahora éramos aproximadamente como nueve mil quinientos millones, contando los miles que vivían en las estaciones espaciales. Antes de eso, teníamos tres estaciones que eran exclusivas para personas de mucho poder y dinero, mientras que en el planeta se empezaban a sufrir los primeros síntomas del deterioro ambiental. En general no se acostumbraba a mostrar en los medios las condiciones en que se veía el planeta, porque estábamos tan familiarizados con las buenas y entretenidas novedades. Estaba muy preocupado por el futuro, porque ya se habían acabado casi todas las áreas verdes, se extinguieron muchas especies de animales y plantas, y a pesar de consumir masivamente al planeta, todavía le quedaba fuerzas para mantenernos de pie. Alrededor del 2030, hubo una crisis por el agua, pero logramos para ese entonces filtrar la del mar y usar presas avanzadas que contenían la lluvia. Eran muchas las presas que se modificaban para purificar lo que cayera en su interior.

No solo lo biológico estaba colapsando, también la política. Ante una emergencia demográfica, las estrategias del gobierno se fueron perfeccionando. El gobierno necesitaba una manera de hacerse presente a sus habitantes, pero sabían que estaban demasiado desapartados incluso de ellos mismos. El nacionalismo era un término caducado. Notaron que ya no eran sus súbditos y que sus decisiones no les eran de importancia, a menos que fueran negativas para ellos. Sin embargo, eran los siervos de los corporativos comerciales e informáticos. No era ajeno de nadie que el dinero y las compañías, eran las nuevas superpotencias mundiales. Solo ellas traspasaban fronteras y sin importar las ideologías, todos las consumían. Fue entonces, que el gobierno había hecho una alianza con los grandes conglomerados económicos para transmitir un mensaje específico a la población. Evidentemente, los directivos aceptaron con la condición de percibir un pequeño porcentaje de las contribuciones fiscales de los ciudadanos, de igual manera en hacerlos partícipes en la toma de decisiones políticas. Con el tiempo, la cara de los directivos empresariales, eran las mismas caras de los gobernantes. Las empresas que monopolizaban las comunicaciones absorbieron redes sociales y cadenas de alimentos, ropas, tecnologías y entretenimiento. Era una concentración de poder tan grande, que prácticamente todo lo indispensable para un ciudadano era de ellos. Así nació este ente conocido como "el sistema". Crearon el NIC –número de identificación ciudadana– que fue la razón, de que muchas personas vivieran marginadas de las ciudades y sin acceso a todo; servicios de salud, de seguridad, derecho a la educación, empleo y prácticamente vivir en la ciudad. Esta decisión aseguraba que todas las personas que tuvieran el NIC, estaban comprometidas a seguir las reglas. En ese momento nunca me cuestioné verdaderamente sobre las implicaciones de las reglas, porque no me parecían a una dictadura y los beneficios eran mayores.

Amor artificialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora