Los libros de Rose

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Me sentía muy contento de estar con ella en ese momento. Ya éramos novios oficialmente y cómo tal, dos veces cenó con Marilyn y conmigo en mi casa. Fueron meses muy gratos, pero existía una incomodidad por parte de Rose a Marilyn bastante notable. Razón de que prefería que estuviéramos en la calle o en su casa que estar en la mía. La primera noche en la que cenó con nosotros hubo mucha tensión.

–Me da mucho gusto que estés aquí. Michael no hace otra cosa que hablar muy hermoso de ti– Trataba Marilyn de alegrar la mesa.

–¿Te da gusto? Eso sí que es inesperado –Dijo con sarcasmo Rose.

–Obviamente no en el sentido de provocarme dicha, sino solo me permito usar cierto vocabulario para dar a entender cuando una misión está completada ¿Gustas más vino?

–Gracias ¿independientemente de las cuestiones sexuales llevan una guía de relaciones en pareja? –Se rio un poco– perdón, sé que no son cosas que entiendas bien en su complejidad, solo me da curiosidad.

–No te preocupes, conozco de las relaciones humanas.

–Claro. Desde un punto de vista analítico y frío. No digo que no sea verdad, solo que te falta la otra perspectiva fundamental para saber de lo que hablo. El humano no son datos cuantificables –Le sonrió y Marilyn se la devolvió con amabilidad. Entendíamos que no era el punto debatible lo que estaba en la mesa, sino la postura de Rose con su presencia–. Tu ramen es delicioso, Marilyn.

–Gracias, Michael me dijo que eres aficionada a la comida japonesa –Agradecí en mi cabeza que Marilyn tuviera la sensatez de no continuar el tema.

–Sí, pero más que a la comida, me llama la atención lo del sintoísmo.

–Ya no hay religiones en Japón. –Intervine yo.

–En cierto modo. Su cultura mantiene algunos de sus principios.

Después de algún tiempo le propuse que viniera a vivir con nosotros, pero ella se negaba y se limitaba a contestar que no se sentía segura de tomar tal decisión. Sabía que simplemente le incomodaba Marilyn. Nunca me dijo con claridad las cosas, pero al parecer había perdido un ser querido por culpa de un androide. Simplemente los evitaba en la mayor medida posible. Todas las parejas tienen pequeñas discusiones y si menciono esto, era porque me había acostumbrado tanto a Marilyn y a nunca tener conflictos de ese tipo. Marilyn me hacía ver que las relaciones amorosas son en realidad un convenio de intereses. El caso es que yo la quería con todo y su carácter.

El segundo día en mi casa fue después de su cumpleaños. Ahí verdaderamente fue una guerra. Marilyn había vuelto a preparar la cena especialmente para el gusto de Rose. Ella no se mostró muy entusiasta pero agradeció el esfuerzo de Marilyn y cenamos tranquilamente con música de fondo y vino tinto. Al finalizar la cena fui al baño un minuto y las dejé platicando. Al regresar, comprobé que a Rose definitivamente no le agradaba nada a pesar de sus intentos por ser amable. Me recordó a mí en un inicio, aunque ella sí era más clara en expresar su malestar. Me oculté un rato en el pasillo para escucharlas:

–Debe ser muy interesante trabajar para un banco estos días –Decía Marilyn con la intención de que fuera más agradable la compañía.

–No es necesario que finjas interés sobre mí, Marilyn –respondió Rose de manera secante y tranquila sin quitar la vista a su móvil–. Además, tú no sabes cómo es el interés completamente. Conoces los términos porque tienen definición escrita, pero incluso el interés es originado desde un interior que ustedes no tienen. Es imposible que asegures que conoces algo si no puedes concebirlo desde todos los ángulos.

–En ese sentido, tienes razón. Solo quería que nuestra relación fuese más cordial.

– ¿Quieres que seamos amigas? –Soltó una carcajada– Tú no tienes la necesidad de que eso pase. Lo único que quieres, es que yo sea una buena persona con Michael. No te preocupes, estamos bien. Por cierto... ¿En cuál sentido hablas?

Amor artificialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora