Cabos sueltos

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Me encontraba en el suelo, sentado todavía y sumido en un profundo silencio. La narración de mi abuelo ya había terminado desde hace un minuto y yo todavía no lograba salir de aquel trance de llanto. Ese hombre infeliz que tuvo la desafortunada suerte de enamorarse de una persona equivocada, y peor aún, de una composición de cables y acero. Estaba consciente de que adaptaba su personalidad al dueño, pero se excedió a límites inquebrantables. Ahora sentía rencor a esa androide.

Después de la información sobre el contexto de la revolución y algunos puntos clave de interés histórico, mis dudas se concentraban fundamentalmente en el señor Tom y el paradero de Marilyn. Todavía me quedaban dudas. Tenía razón mi abuelo al advertirme que la guerra pasaría a segundo plano, aunque los datos que me dio fueron increíbles. Saber que fue medio hermano del gran Martin, era algo sorprendente. Conociéndolo, supongo que hubiera preferido que no divulgara esto. Al menos por ahora que escribo esto.

El testimonio digital de mi abuelo lo guardé con mucho cariño en mi ropero. Hubo algunas lágrimas por caer de cuenta nuevamente que había perdido a mi maestro y amigo.

Al día siguiente durante una clase, me asaltaba en la duda por la androide y por Tom. Salí de la universidad casi corriendo, y llegué inmediatamente a mi ordenador en casa para buscar toda la información relacionada con "Amor–perfecto" y Thomas White. Solo había datos superficiales sobre la empresa porque cerró durante la revolución. Ahora existían otros fabricantes que hacían lo mismo, con el objetivo de crear un cuerpo de voluntarios y rescatistas. Los mandaban a regiones pobres o en ruinas, para llevar alimentos, construir casas, levantar escombros y esas cosas. De Tom, se decía que había muerto en el fuego cruzado durante un enfrentamiento entre los rebeldes y el sistema, pero nadie estaba seguro de nada. Después de tres horas, encontré un catálogo de modelos de la empresa. Había 20 modelos originales, mitad hombres y mitad mujeres, pero en realidad la empresa obtenía las ganancias de modelos fabricados al gusto del cliente. Un costo por el diseño y el otro por el producto. En total ascendían a más de siete mil modelos diferentes. Físicamente no tenía idea de cómo era este androide y mi única esperanza era encontrar datos del comprador, pero ni de él tenía nada.

Me estaba frustrando por no saber cómo encontrarlos y después de horas de caminar en círculos en mi habitación, de repente me acordé de que mi abuelo habló de una foto que se tomó con ella en París. Sus dispositivos fueron borrados, pero estoy seguro que no canceló su cuenta y esa foto seguramente seguiría en la nube. Sabía su NIC pero ignoraba su contraseña. Solo tenía tres oportunidades para ingresarla, sino se bloquearía la página y tendría que esperar tres semanas para intentarlo de nuevo. La contraseña debía ser algo relacionado antes de la revolución porque no volvió a usarla jamás. Probé primero con "Rose" pero falló. No podía ser Jorge, porque mi papá nació durante la revolución. No quería admitirlo y aun así era la más probable. Entonces escribí: Marilyn. Entré.

Entre tantas fotos de paisajes, actores, rodajes y varías otras, la última foto que se había tomado fue esa en París. Una bella mujer lo abrazaba del cuello y le daba un beso en la mejilla. Estaba de perfil pero podía identificarla con un programa online que comparaba todas las fotos y mostraba la que más semejanzas tenía. Me dio como resultado dos modelos y solo uno tenía el nombre del comprador, Thomas White.

¡La encontré!

El nombre original del modelo era L82–737. Ahora tenía que localizarla. La dirección IPv7 era fácilmente obtenida por el dueño con solo ingresar en el buscador su cuenta y modelo. Me sentí satisfecho del éxito después de horas y dolor de espalda.

A Marilyn, la había localizado demasiado lejos de Estados Unidos, incluso del continente americano. Estaba en Alejandría.

Al principio me pareció decepcionante la lejanía y mi imposibilidad de ir tan lejos, pero poco a poco mi inquietud de duda no la soportaba. Creí que era una historia demasiado importante como para dejarla en los puntos suspensivos. No lo merecía mi abuelo y por su memoria, debía saber de la boca de L82–737, sobre la relación con mi abuelo y de paso de la revolución con Martin.

Tuve que esperar hasta mis vacaciones en la universidad para emprender este viaje. Les dije a mis padres que sería mi regalo de cumpleaños pero el problema era que no querían que viajara solo. Tuve que dar mi discurso sobre mi mayoría de edad y prometerles que iba a reportarme cada hora con video–llamadas para que no se preocuparan. Solo me permitieron tres días. A decir verdad solo fue el impulso de buscarla y lo gracioso es que no sabía realmente qué haría si la encontraba.

Me había mantenido al tanto de su localización y veía que a veces viajaba a Estambul, Jordania, Irak e Israel, con periodos de dos o tres días máximo, pero su ubicación fija era en Alejandría. Después de un mes emprendí el viaje en su búsqueda y tenía que reconocer que estaba muy emocionado. 

Amor artificialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora