Agobiado por permanecer tanto tiempo en el palacio Jimin decide salir a caminar, pero de una forma diferente. Escapándose de los muros del palacio vestido de negro y escondiéndose como un ladrón conoce a una chica que le robara su corazón. Y tras en...
El galopeo de los caballos se escuchaba en el camino que tomaban. Jimin estaba feliz y no solo porque estaba en una cita sino porque mas bien el compartía su caballo con la chica que llevaba en sus brazos en ese instante. Detrás de ellos dos guardias de seguridad y al lado Jin para prevenir cualquier accidente.
En parte algunos se sentían un poco escandalizados de saber que el chico estaba con una chica que no era parte de la monarquía, otros solo les importaba que encontrara la felicidad y claro de eso se dio cuenta Jin cuando despejaban el palacio solo para estar los de confianza con él. No quería que ninguno se les fura la lengua diciendo barbaridades o mintiera con respecto a su alteza.
La chica disfrutaba un poco abrumada por el paseo, y no era para menos, detrás de ella estaba Jimin y con sus brazos la rodeaba para que no se cayera del caballo. No habían interactuado durante el recorrido solo disfrutaban de su caminata.
-¿Te gusta?- pregunto un poco bajo y tímido el chico detrás de ella.
-Si- asintió moviendo su cabeza y apretando las riendas que ambos sostenían.
-Qué bueno- murmuro el príncipe con una sonrisa, escucho el carraspeo de su amigo al lado y al verlo este le sonreía.
La chica vio como adelante aparecía un pequeño toldo en tela lisa color blanco, dos chicas vestidas con ropa elegante negra con un gafete a su izquierda y un moño en la cabeza se inclinaron al ver llegar los caballos. Jimin bajo con cuidado, uno de los guardias se acercaba para bajar a la chica pero el príncipe intervino y la tomo de la cadera cual pieza de cristal bajándola cuidadosamente hasta tocar la grama. Ella se sonrojo por lo cerca y el solo sonrió hasta que sus ojos oscuros desaparecieron.
La chica de moño hizo una reverencia y los invito a pasar donde se encontraba una mesa larga con mantel blanco y encima de ella varios platos de color dorado con frutas y dulces, en medio de aquel toldo una mesa redonda pequeña con dos sillas a las cual los condujeron a ambos.
-¿Quieres algo?- dijo el príncipe un poco bajo mirándola.
-Estoy bien así- dijo algo apenada y el sonrió haciendo una seña a una de la señoras de allí.
-Dígame alteza
-Señora Lee, me gustaría que a mi invitada le diera algo de fruta picada ¿puede por favor?- la señora sonrió
-Claro su alteza- se inclinó- señorita que fruta le apetece. ¿Durazno, piña, mango, fresas? O alguna otra
-Me gustaría algo de piña- dijo sonriendo.
-Está bien- miro ahora al príncipe- ¿a usted que se le antoja?
-Algo de fresas señora Lee.
La señora regreso a la mesa y fue escogiendo las frutas para picarlas.
-¿Te agobia algo? O ¿No te gusta?- se preocupó ya que ella jugaba con sus manos.
-No, no eso- se apresuró a decir- solo que no estoy acostumbrada a todas estas atenciones desde que llegue.
El príncipe sonrió.
-Lo lamento si te agobie algo- rasco su nuca- pero esto es una cita- estiro su mano por la mesa y tomo las suyas delicadamente, acto que hizo que ella lo mirara- tendrás que acostumbrarte o si no te gusta dímelo ¿sí? Quiero que te sientas bien y que estés bien.- ella asintió roja. Llegaron con un par de platos color blanco y ondas donde estaba la fruta perfectamente cortada, colocaron cubiertos y en unas copas de cristal un poco de avena para acompañarlas.- Gracias por aceptar venir de verdad- tomo nuevamente su mano y se quedaron mirando por un buen rato.
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