Recorrimos deprisa los oscuros y solitarios pasillos del internado hasta llegar al despacho del director.
-¿Qué hacemos aquí? - pregunté notando como me temblaban las piernas.
-Ahora lo verás - él parecía muy tranquilo.
Me robé del pelo una horquilla y con ella abrió la cerradura con agilidad.
Me cogió de la mano tirando de mi hacia dentro del despacho y cerró la puerta con sigilo.
Fue directo al cajón de las fichas médicas y sacó la mía.
-Lee - me ordenó serio sujetando los papeles.
"Padres biológicos: desconocidos."
-Esto está equivocado - me sorprendí.
-Continúa - señaló con el dedo.
"Padres adoptivos: fallecidos"
Mis ojos pestañearon varias veces leyendo una y otra vez esa frase.
-Ahora ya lo sabes - su tono indiferente lo hacía todo más difícil.
-¿Quiénes son mis padres entonces? - seguía sin salir de mi asombro.
-En este lugar nadie es quien dice ser, tampoco tú - clavó sus ojos castaños en los míos.
-Yo no estoy fingiendo - repliqué sintiendo como mis ojos se empañaban.
-¿A no? Ni siquiera sabes quien eres - no entendía por qué se empeñaba en hacerme daño.
No podía creer que fuera adoptada, pero eso quería decir que mis padres adoptivos estaban muertos por esa caja.
-¿Por qué me cuentas esto? - le pregunté dejando caer una lágrima por mi mejilla.
-Tú me lo pediste - contestó guardando los papeles en su sitio.
-¿¡Y qué carajo tienen que ver mis padres con esa caja!? - le grité furiosa entre lagrimas.
- No me levantes la voz - murmuró tensando sus músculos.
-¿Qué no te levante la voz? ¡Pues dime de una puta vez la verdad! - le seguí gritando.
Él se acercó a mi rápido haciendo que yo me echara hacia atrás asustada. Me acorraló contra la pared y su cuerpo. Nos quedamos en silencio, escuchando nuestras repiraciones agitadas hasta que por fin se decidió a hablar.
-Toda tu vida es una mentira, asúmelo - dijo con dureza.
Y tenía razón. No sabía nada acerca de mi familia en esos momentos, y mucho menos sobre mí. Me sentía como si no tuviera identidad, como si no existiera.
Se apartó de mí y salió por la puerta dando un portazo. Me dejé caer hasta llegar al suelo y me quedé sentada con la cabeza escondida entre las rodillas.
Un rato después reaccioné, no podía quedarme allí toda la noche, por suerte aún había gente despierta y mi presencia por los pasillos esa noche no era extraña.
Cuando llegué a mi habitación la puerta estaba abierta y había gente dentro pero antes de poder entrar a averiguar de quién se trataba Caroline me metió en otra habitacion tapándome la boca.