A la mañana siguiente.
Era un nuevo día. Un nuevo mes. Noviembre. Una nueva etapa. Pensé que olvidarme de todo lo que había pasado en Halloween y empezar de cero me vendría bien.
Me levanté de la cama y miré la de Stella. Ella no había dormido ahí. Lo supe porque la cama estaba tal cual ella la dejó antes de la fiesta.
Me dirigí hacia la puerta y giré el pomo. Estaba demasiado duro. Volvi a intentar girarlo pero era inútil.
-Maldita sea....- le di una patada a la puerta.
Busqué en mis cajones una horquilla y al encontrarla intenté abrir la cerradura con ella. Miré a través de la cerradura y pude ver que alguien se aproximaba a la puerta. Me aparté rápidamente.
-Katherine...siento que te esté pasando esto.- dijo Stella al abrir la puerta.
-Creen que tengo algo que ver ¿no?.- afirmé pensando en el asesinato del profesor Mathew.
- Si...pero no tienen pruebas.- me dijo sonriente.
-Ni las tendrán porque yo no fui.- la miré seria intentando que me creyera aunque si no lo hacía tampoco me importaba.
-Estarás bajo llave hasta que el director no disponga otra cosa.- me informó.
-De puta madre...encerrada en mi propia habitación...-dije con sarcasmo algo cabreada de que se me cuestionara.
-Yo te creo.- me tocó el hombro y me miró compasiva.
Lo que me faltaba...Algunos me odiaban. Otros me temían. Y otros pocos sentian lástima por mi.
Cuando Stella salió de la habitación volvió a encerrarme.
Escuché un ruido muy extraño en la ventana. Me acerqué con sigilo detrás de la cama de Stella, allí era donde guardaba su bate de beisbol. Sí, es raro ver a una chica jugando beisbol. Pero a ella le encantaba el deporte.
Con el bate entre las manos y en alto junto a la ventana esperé la entrada de alguien.
Cuando vi su sombra ataqué, pero su fuerte brazo paró el impacto.
-¿Es que quieres matarme?.- preguntó asombrado Justin.
-No estaría de más ahora que todos creen que soy una asesina.- solté el bate encima de la cama.
-Bueno, los crímenes comenzaron cuando tu llegaste.- insinuó Justin, sabiendo perfectamente que yo no había tenido nada que ver, sólo para enfadarme más aún.
-¿Eso es lo que me diran cuando me interroguen?.- pregunté sarcástica.
-Deja de poner ese tonito en todo lo que sale por tu boca.- me advirtió.
-¿O qué? ¿El dictador se tu padre me matará? ¿La loca de tu hermana Ruth me disparará con una ballesta?.- seguí en tono irónico.
- Hay secretos en mi vida que no puedo ocultarte.- admitió Justin.
-Pues cuéntamelos.- insistí por millonésima vez.
-No te diría ni una sola maldita cosa que no le diría a un amigo.- reconoció fijando sus ojos en los mios y poniendo sus manos sobre mi cintura.
-Pero yo soy más que una amiga.- dije con inseguridad apenas sin voz.
-¿Tú que opinas?.- torció su sonrisa fijando su mirada en mis ojos con más fuerza.
-Dímelo tú.-insistí. Debía ser él el que revelará sus sentimientos. No era yo la que se curaba milagrosamente y tenía secretos peliagudos.
-Cada vez que te vas te llevas una parte de mí contigo.- nada más terminar de hablar me arrastró hacia él y unió sus labios con los míos en un lento y deseado beso.