Clases de nuevo. Y la verdad es que tenía muchas ganas, a diferencia de todos los demas estudiantes del internado.
Cuando estuve lista, con mi uniforme y algo arreglada, lo que hacía que me sintiese más cómoda, golpeé la puerta tres veces. Desde a fuera un profesor me abrió.
-Siento tener que hacer esto pero el...- comenzó a explicarse.
-Sí, ya sé. Son ordenes del director.- terminé su frase.
El director había preparado un planning para que los profesores se organizasen en turnos para vigilarme. Estaba bajo arresto en mi propia habitación apesar de ser inocente en el asesinato del profesor Mathew. Y claro está que no podía salir del internado ni para la clase de gimnasia.
Bajé las escaleras esquivando los codazos e insultos de algunos pardillos, pero cuando llegué al suelo, lo hice de una forma muy peculiar, pues un imbécil me puso una zancadilla y tropecé con su pie.
A mi alrededor todos se reían a carcajadas. No llegué a caerme de boca porque me agarré a la barandilla, pero el golpe y el susto si me lo llevé aparte de la humillación que suponía.- Imbécil .- le murmuré bajito para que el profesor no pudiera oirme, aunque estaba demasiado entretenido intentando ocultar su sonrisa.
-Eres un peligro suelta "grrrr".- se burló el chico.
-Deberían encerrarte en una jaula fierecita.- opinó otro aumentando las risas.
-Cierra el pico o te lo parto, carajote.- le amenacé acercando mi cara a la suya.
-Katherine, vamos, la clase ya va a empezar.- me advirtió el profesor y le obedecí.
Cuando entré en la clase todos se quedaron en silencio.
-Tranquilos, no os morderé si no os acercais a mi.- les dije amenazandoles con la inteción de que me dejaran tranquila. Y funcionó.
-Deberías tener más cuidado con lo que dices.- me habló una voz.
Me giré para ver quien era el estúpido que se había sentado a mi lado.
-¿Cómo lo haces?.- pregunté asombrada al verle.
-Soy muy rápido.- contestó él.
Justin podía aparecer en cualquier momento, sin esperartelo, ahí estaba él. Se me ponían los bellos de punta sólo de pensar en lo que escondía realmente.
-¿Acaso eres supersónico?.- me burlé.
-Algo así.- contestó serio.
Vale...bien. Era casi supersónico. Era de locos. Estas cosas sólo pasan en las películas y en los comics de superhéroes.
La clase transcurrió con normalidad, hasta que un tonto, sentado un poco más atrás que nosotros, preguntó al profesor sobre un tema bastante peliagudo.
-Dígame.- respondió el profesor a su mano levantada.
-¿Qué es una secta exactamente?.- preguntó el chico sin venir a cuento con la asignatura.
-En la biblioteca hay varios diccionarios que contienen esa palabra, debería usted saberlo.- le aconsejó pasando de él.
-Lo sé, pero es su responsabilidad resolver mis dudas.- le recordó el alumno plantándole cara al profesor.
-"Uhhhhh".-abuchearon los alumnos.
-Una secta es un grupo de personas que...- comenzó a explicar.
-Que te lavan el cerebro.- le interrumpió una chica.
-Básicamente.- sonrió el profesor.
-¿Y cómo sabemos que se trata de una secta?.- preguntó de nuevo el chico del principio.
-Porque tienen unas costumbres, unos símbolos, y sobretodo un objetivo común.- explicó el profesor.
-¿Y los sacrificos de sangre?.- rió otro alumno.
-Se están pasando. Volvamos a nuestro tema.- ordenó el profesor cayando las bocas de los pesados.
-Oye Justin...los encapuchados...aquella daga que vi con la serpierte...- le murmuré, pero Justin ya no estaba. De pronto el timbre sonó anunciando el final de la clase.
Miré mi mesa. Mi agenda estaba abierta por el día de Navidad, que estaba tachado y con un mensaje de Justin.
"Ve preprarando las maletas".
Aún quedaba un mes para Navidad. Y además, no tenía intención de irme del internado durante las vacaciones.
-Salvados por la campana.- dijo el profesor frustrado por no haber podido terminar su clase.
-¿Donde se habrá metido Justin?.- pensé mirando hacia la puerta.
Recogí mis cosas y salí del aula para esperar a que me empezara la siguiente clase del interminable día.