Capítulo 36

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Capítulo 36

Caterina se había asegurado que sus invitados tuvieran todas las comodidades nada más llegar.

Después de la presentaciones, la mujer había ofrecido a los huéspedes que se pusieran cómodos, tomaran un baño y comieran algo, para después ponerlos al día de todas las novedades que aún se hallaban en el secreto, y no fueron desveladas en la carta.

Los tres asesinos, siguiendo el consejo de Sforza, se habían aseado y cambiado con ropas limpias que les ofrecieron, pero declinaron la oferta de la comida y el descanso, alegando que se encontraban con fuerzas para comenzar ya a trabajar. Así pues, el trío volvió a reunirse con la condesa, está vez en un despacho con una gran mesa de madera en el centro, rodeada de una lujosa y elegante decoración.

Caterina sonrió al observar a sus invitados entrar por las amplias puertas dobles, todos vestidos con pantalones oscuros, camisas blancas y botas altas. Rápido ofreció asiento al grupo, imitándolos, cuando se dirigió a Nuray.

-Creía que mis doncellas habían dejado en tus aposentos vestidos. ¿No son de tu agrado?

-Prefiero vestir como un hombre; es más cómodo. Muchas gracias igualmente, y espero no haberla ofendido.

La condesa le devolvió la sonrisa a la morena, tomando la palabra de nuevo.

-Tranquila, muchacha; está bien. Bueno –agregó dirigiéndose a todos–, ya que tenéis tantas ganas de trabajar, comencemos a ponernos al día.

-No te dejes ni un detalle. –Habló Ezio con una leve sonrisa hacia Caterina, quien comenzó con su relato.

-Los hombres de César atacaron por primea vez hará casi dos meses. Sé que quieren destruirnos porque somos un fuerte aliado de la hermandad, contamos con un buen ejército, y la posición de Forli les beneficiaría enormemente para atacar después Venecia. Quieren hacerse con Italia poco a poco.

-¡Si sólo fuera con Italia! –Agregó Yusuf tras un quejido a modo de risa.

-Tienes razón, quieren apoderarse del mundo en realidad. Pero empezarán por estas tierras porque pueden a la vez mermar las fuerzas de la orden.

-He avisado a todos los líderes de la hermandad en Italia. Pronto todos los que pueda luchar y los nobles que nos siguen vendrán a pelear contra el enemigo.

-Te lo agradeceré enormemente, Ezio. –Respondió ella con una sonrisa seductora. El italiano volvió a tomar la palabra, manteniendo el tipo.

-Ahora, cuéntanos. ¿Qué sabes sobre el fragmento del Edén nuevo?

-¿Entonces sí que hay varios?

Ezio asintió ante la pregunta de Sforza, quien se tomó un segundo de reflexión, asimilando y comprendiendo las cosas un poco más.

-Ya veo. ¿Ahora mismo tenéis el que primero os robó César?

-Sí. Lo hemos traído con nosotros. Está en mi alcoba.

-Genial. Lo que yo sé sobre ese nuevo fragmento es que está en Grecia, en lo que llaman la Acrópolis. Un lugar muy antiguo que se usaba para el culto a los dioses.

-¿Y cómo lo sabéis? Nosotros a través de antiguas inscripciones hemos hallado datos que nos hacen pensar que hay cuatro fragmentos, pero no han podido aún conseguir más información.

-Nosotros lo hemos averiguado más o menos de la misma forma. A través de textos muy antiguos. Pero no eran nuestros. Mis hombres espiaban a uno de los altos cargos de los templarios que dirigen al asalto a mi ciudad. La misión era enterarse del plan de ataque, pero en vez de eso escucharon una suculenta conversación sobre un nuevo fragmento que un texto de mucho siglos atrás contaba. Los espiamos con más cautela y atención, y robamos el texto.

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