Capítulo 80
Nuray observaba en silencio como Claudia terminaba de cerrar un corte en su hombro izquierdo, notando que la castaña también se encontraba en tensión ante el desconocimiento del paradero de los demás, quienes aún no habían aparecido por el local de Petruccio Carrici.
El apodado el cojo, debido a su cojera permanente desde hacía años tras un accidente, escondía en su tienda de artilugios antiguos y armas, una parte subterránea dedicada al hospedaje de criminales y fugitivos, con lo que ganaba gran parte de su sustancioso sueldo.
El hombre de mediana edad y estatura, era tan enjuto y de cabello azabache como la propia hermana de Maquiavelo, quien había llegado poco después que el grupo de asesinos a la oculta posada, ofreciendo ayuda a su marido para curar a sus huéspedes.
Nuray había encontrado en ella parte del carisma de Nicolás al escucharla hablar con Leonardo, y discutir con su marido sobre las medidas a tomar desde aquel instante. La personalidad de Livia daba cuenta de la consanguinidad con su hermano.
La joven perdió la atención en la mujer y Leonardo cuando la puerta que comunicaba con la tienda se abrió, y en aquella zona de taberna aparecieron Petruccio y varios de sus compañeros, entre los que encontró a Maquiavelo, Rosa y Yusuf.
Claudia y la turca se pusieron en pie rápidamente, aliviadas al encontrar a sus más allegados bien, pasando a saludarlos con abrazos.
Nuray abrazó en último lugar a Yusuf, apretándolo con fuerza al verlo bien, aunque herido en la mejilla, contra la que apretaba un trozo de tela ensangrentada.
-¿Estás bien? ¿Qué ha pasado con el resto? –Preguntó tras centrar sus ojos en los de él, mientras Nuray lo guiaba hasta una de las sillas.
-Todo era tan caótico que no sabemos nada sobre los demás. Nosotros nos encontramos cuando huíamos del palacio y permanecimos unidos. César no estaba allí, ni Mendoza. Ambos han huido de Roma. Russolo nos mandó un mensaje por paloma, diciendo que seguía la pista de César y se dirigía a Francia. Ese hijo de puta lo ha planeado todo muy bien. ¿Cómo está Ezio? –Cambió de tema ante la rabia que comenzó a quemarlo dentro, quitándose la mano de la herida de la cara cuando Claudia se acercó a ellos con el material necesario.
-Ezio está bien, dentro de lo que cabe. Él y Leonardo lograron huir antes de que quemaran el escondite. Le contaré las novedades y me ocuparé de que descanse. Buenas noches, chicos. –Se despidió de ambos mientras se levantaba, dejando su sitio frente al turco a Claudia.
La joven salió de la taberna para perderse por el frío y oscuro pasillo de piedra que comunicaba con las puertas de los dormitorios, parándose frente al de Auditore, llamando con suavidad. Esperó a que este le diera permiso para entrar.
El asesino sonrió inevitablemente al verla aparecer, incorporándose en el lecho con dificultad al sentir fuertes dolores, vislumbrando como la morena se sentó a su lado para mirarlo, a la vez que le decía que no se moviera.
-Acaban de llegar Yusuf, Rosa y Maquiavelo; están bien, pero no saben nada acerca del resto.
-Espero que pronto tengamos noticias y la fortuna esté de nuestro lado algo más que de costumbre. –Añadió con un deje de tristeza, tratando de ocultarlo con una leve sonrisa.
-Sí, yo también. –Respondió del mismo modo, preparando las novedades no tan buenas. –César se marchó de Roma antes de que comenzara a destruirlo todo. Al parecer se dirige a Francia, seguramente para preparar su alianza y jodernos pero bien.
-No podemos dejar que llegue allí. Si aúna sus fuerzas con las francesas estaremos perdidos. Hay que matarlo, y no podemos fallar.
Las palabras surgieron con tal convencimiento y furia de la garganta del italiano, que la chica sintió una punzada de temor. Aquella sensación nunca traía nada bueno.
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Si nunca te hubiera conocido
Fiksi PenggemarLa lucha de Ezio contra César Borgia parece no tener fin, pero sus misiones para hacerse con el fruto del Edén le conducirán, no sólo a intentar salvar el mundo, sino a conocer a una asesina en Estambul de la que se enamorará. Su vida cambiará compl...