Capítulo 90

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Capítulo 90

Agosto del 1492. Monteriggioni.

Al cruzar las puertas de la villa Auditore, el pequeño grupo de asesinos suspiró casi al unísono tras haber llegado por fin a la casa tras un duro y largo viaje desde España, donde las circunstancias les habían retenido durante casi un mes yendo tras la pista de Mendoza, a la vez que trataron de esquivar a la guardia real, cada vez más empecinada en atraparlos.

El religioso había hecho un buen trabajo persuadiendo a los reyes Católicos para ir tras la hermandad en el país, así como otro igual de bueno ocultándose, y junto con él, el fragmento del Edén.

Después del ataque a la caravana real meses atrás, los asesinos no habían podido dar con la pista de Mendoza, quien parecía haber sido tragado por la tierra. Sin duda sus contactos entre los poderosos europeos eran increíbles para ser ocultado de tal forma.

-¡Por fin! Creía que nunca íbamos a llegar con este maldito calor. –Se quejó Claudia mientras dejaba caer su zurrón de viaje en el suelo de la entrada. –Voy a preparar las bañeras.

-Voy a ayudarte, así con suerte igual puedo meterme contigo en una.

La chica sonrió pícaramente ante el comentario de Yusuf, quien la imitó dejando su bolsa para encaminarse con ella hacia el patio, donde recogerían el agua, mientras el hombre la asaltaba por detrás para robarle un beso antes de proseguir el camino.

Ezio sonrió ante la escena, antes de caminar hasta las escaleras y sentarse al lado de Nuray, quien últimamente se encontraba más cansada de lo normal por su embarazo.

-¿Estás bien, amor? ¿Necesitas algo?

-Estoy bien, mucho mejor ahora sin más mareos. –Añadió con una leve sonrisa, pasando a acariciar la mejilla de su marido.

-A partir de ahora deberías quedarte aquí, Nuray. Necesitas descansar, amor. No quiero que os pase nada a ninguno. Recuerda lo que nos dijo ese médico español.

-Lo sé, Ezio. Voy a quedarme en la villa, tranquilo. No va a pasarle nada a nuestro hijo. De todas formas lo que me pasó en España es algo normal. El médico dijo que muchas mujeres sangran al principio de su embarazo; no te preocupes.

-Está bien. Pero de todos modos voy a buscar al mejor médico de Italia y traerlo aquí para ti.

Nuray rió escuetamente ante la actitud de Ezio, accediendo mientras le pedía que la ayudara a levantarse, encaminándose ambos escaleras arriba y dejando solo el vestíbulo de la casa.

Ezio entró lentamente en su habitación para no despertar a Nuray, quien se había dormido un par de horas atrás, aprovechando que el hombre ponía en orden sus asuntos en Monteriggioni.

El italiano se tumbó junto a la mujer, apartándole el cabello de la cara con suavidad mientras una enorme sensación de paz y felicidad lo embriagaba. En realidad por las circunstancias a las que debían hacer frente, aquellas emociones desentonaban, pero no podía evitar sentirse de ese modo al haber recibido tanto con aquella mujer y la promesa de un hijo, algo que siempre había tenido en mente.

El sonido de un relincho de caballo hizo que el hombre se extrañara, levantándose alertado porque alguien se acercara a la casa. Velozmente se aproximó a la ventana, vislumbrando con cautela desde la altura que un hombre encapuchado se detenía ante sus puertas. Sin pensarlo salió de la habitación raudo tras coger uno de los cuchillos de Nuray, escondiéndolo a su espalda debajo de la camisa.

Al llegar a la puerta se detuvo lentamente pegado a ella, sorprendiéndose de que aquel individuo llamara, algo que no se esperaba. No obstante, abrió sin bajar la guardia.

Si nunca te hubiera conocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora