Capítulo 60
Nuray volvió a intentar desatarse por enésima vez, sintiendo ya un gran cansancio y dolor en sus brazos por llevar en aquella silla con las manos atadas a la espalda varias horas.
Ya no sabía ni siquiera cuántos días habían pasado desde que entró con Luigi en aquel lugar, puesto que la habían retenido en un sótano húmedo y sin luz.
Había perdido la noción del tiempo, y las esperanzas de que los asesinos volvieran a intentar entrar una segunda vez, cuando la primera habían fallado en el rescate. Se preguntó qué habría pasado con Luigi, a quien no había vuelto a ver desde el comienzo de todo aquello.
La joven dejó de forcejear al pensar en el veneciano mientras sus fuerzas se desvanecían. A ella no la mataban porque era asesina, tenía información y pertenecía a la hermandad, pero Luigi no. ¿Y si por ello lo habían matado considerándolo inútil?
Se negó en rotundo a pensar en eso ni siquiera un segundo, obligándose a su vez a ser fuerte y deshacerse de la angustia de la situación y el desánimo mientras volvía a intentar aflojar las cuerdas, contemplando de nuevo la amplia biblioteca donde se hallaba, la cual debía ser el estudio del cardenal en la residencia.
La majestuosa puerta de madera clara se abrió haciendo que parara en seco para observar al recién llegado. No le cupo la menor duda de que aquel hombre sexagenario de ralo pelo cano era el cardenal Mendoza.
El hombre hizo que sus guardias cerraran la puerta y se quedaran delante de ella, mientras él avanzaba despacio hacia la turca plantada en mitad de la sala. Nuray encontró sobre su nariz aguileña unos ojos de un azul tan frío como la mirada que otorgaban, tan serena y templada como la suave voz de aquel hombre.
-Pretendía haber llegado antes, pero los asesinos han intentado ponerme difícil el camino desde el Vaticano. Por suerte no lo han conseguido y aquí estoy. –Comentó, caminando con parsimonia por la estancia. -Me sorprende que atacaran la villa para sacaros de aquí y consiguieran liberar a ese hombre veneciano. Sois muy valientes, pero también estúpidos.
Nuray quedó anclada en la noticia sobre Luigi, pensando si aquello sería cierto o no, pero pronto volvió a atender al anciano cuando se plantó frente a ella, escudriñando su rostro mientras hablaba.
-No estoy mintiéndote. Sólo quedas tú aquí dentro, y eso es lo que queríamos. Tu amigo ha tenido suerte, porque hubiera acabado reuniéndose con nuestro Señor a temprana hora.
-Puedes matarme ya, no pierdas tiempo. –Murmuró fríamente la turca, desafiándolo con la mirada. Mendoza curvó los labios con levedad.
-No tengo interés en matarte, al menos no aún. A quien quiero es a Ezio Auditore, y sin duda vendrá. De hecho, supongo que debe estar a poco de llegar a la ciudad. –El cardenal hizo una pausa y se explicó ante el ceño fruncido de la joven, quien trataba de ocultar su miedo ante lo que pretendía-. En cuanto cruzasteis la puerta de mi casa hace una semana le enviamos una carta a Grecia para que venga a intercambiarse por ti.
-No lo hará. –Sentenció Nuray con un deje de rabia.
-Oh, desde luego que sí. Me tomo muy en serio mi trabajo, asesina. Me he esforzado por saberlo todo sobre vosotros, y al fin he encontrado el punto débil de ese hombre. Nos habéis puesto en bandeja capturarlo, y con él los secretos de vuestra orden y el Fruto del Edén.
-Eso no pasará.
El hombre rió levemente al contemplar la ira incrementarse en la joven, quien se revolvió en la silla un instante, presa del horror que le producía saber que su enemigo tenía razón. Ezio acudiría sin pensarlo y los progresos se irían al garete.
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Si nunca te hubiera conocido
FanfictionLa lucha de Ezio contra César Borgia parece no tener fin, pero sus misiones para hacerse con el fruto del Edén le conducirán, no sólo a intentar salvar el mundo, sino a conocer a una asesina en Estambul de la que se enamorará. Su vida cambiará compl...