Capítulo 42

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Capítulo 42

Ezio y Yusuf caminaban en silencio, atisbando muy de cerca la entrada a la ciudad, presidida por el gran castillo al que se dirigían después de no haber encontrado nada sustancioso en la tienda del capitán templario. Ninguno conocía aún los progresos de Nuray, con lo que el ambiente aún era de decepción entre la pareja de asesinos.

Yusuf aún no se había atrevido a hablar para romper aquel tenso y lúgubre silencio imperante desde prácticamente la salida del castrum enemigo, observando que el humor de Ezio continuaba siendo el mismo, incluso con un punto de enfado añadido al haber observado otra escena al salir del registro de la tienda.

El turco lo miraba de soslayo mientras caminaban, dándole vueltas a las palabras adecuadas para tratar de animar a su compañero, al conocer bien el origen de su malestar. Al fin se decidió a hablar tras varios minutos de duda interina, no teniendo muy claro si aquello serviría de algo.

-Seguro que Nuray ha conseguido algo más que nosotros. Aunque a pesar de todo ha sido una noche provechosa; los soldados han hablado más de la cuenta al estar borrachos.

-Desde luego ha sido más provechosa para algunos que para nosotros, eso sin duda.

Yusuf calló ante su contestación, vislumbrando que su enfado era más acusado de lo que pensaba. Su frustración se estaba convirtiendo en rabia, y lo entendía perfectamente, con lo que el castaño continuó hablando de trabajo para intentar distraer a su amigo.

El italiano respondía lacónicamente y sin su habitual jovialidad, con lo que el turco desistió de intentar animarlo al llegar finalmente al castillo, decidiéndose para descansar tras desearle suerte a Auditore, quien sabría que tendría una discusión después cuando tratara de hablar con Nuray.

Ezio le deseó buenas noches al llegar al pasillo de las alcobas, y antes de que Yusuf pudiera meterse en el cuarto, apareció Nuray junto con Luigi entre murmullos y risas. El veneciano se despidió de la joven besando su mano, aún a unos metros de los compañeros de ella, quienes los miraban atentos.

-Contaré los segundos para volver a verte, mi Flor del desierto. –Dijo Russolo con una leve sonrisa, girando sobre sus talones para salir del largo corredor.

Ezio tomó aire y lo profundizó para no intervenir, mientras su amigo echaba una mirada reprobatoria a la morena, quien se acercaba a ellos para llegar a su habitación. El italiano entonces, tras una breve despedida, se puso en marcha para llegar ante su puerta y no encarar a Nuray, pero esta fue más rápida y lo detuvo al hablarle una vez que Yusuf hubo desaparecido de la escena.

-Ezio, ¿podemos hablar?

-Me sorprende que tengas algo que hablar conmigo, pero adelante. –Dijo haciéndose a un lado para dejarla pasar. Ambos estaban muy serios.

Un minuto eterno y tenso invadió la habitación completamente hasta que la mujer habló manteniéndose seria, mirándolo fijamente. El asesino a la vez se quitaba con lentitud el uniforme enemigo que todavía llevaba.

-No hay ni habrá nada entre Luigi Russolo y yo.

-Quién lo diría viéndoos.

-Eso sólo era trabajo. Había que salir de allí sin que nos descubrieran, así que tuvimos que fingir bien. Ya sabías qué iba a ocurrir.

-Él no estaba fingiendo, y tú no parecías estar muy disgustada ni incómoda al seguirlo. –Agregó sin mirarla, centrado en su tarea, pero con voz firme que denotaba su molestia. La turca comenzó a enfadarse ante su actitud y palabras.

-¿Qué te pasa? ¿Qué insinúas? ¿Qué no entiendes de que era por la misión?

-Cuando os vi a las puertas de este castillo no estábamos en la misión, Nuray. ¿Qué quieres que piense? –Agregó exasperado, mirándola por primera vez.

Si nunca te hubiera conocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora