Capítulo 52
Nuray clavó una de sus dagas en la pequeña mesa de madera de aquella alcoba de posada barata, dejando con aquel gesto salir su frustración y enfado, levantándose después de la silla frente al mugriento escritorio.
Los días pasaban con una lentitud desconocida para la mujer hasta entonces, impregnados de una desazón interior que apagaba cualquier gana por hacer algo que no fuera pensar en lo que había pasado, en lo que podría haber sido, y en Ezio.
La turca suspiró de nuevo para tranquilizar su fuero interno, deseando que Luigi llegara después de tantas horas fuera, trabajando en soledad. Nuray había tenido que resignarse a quedarse en la habitación después de que el día anterior hubiera sido herida en una pelea, lo que había dejado su brazo diestro lento y dolorido.
El dolor de su extremidad cada vez que lo movía hacía que se odiara por todo lo que estaba pasando, y sin duda ella había elegido al romper sus promesas pasadas. Había perdido el control de su vida, y no sabía cómo perdónaselo y salir de aquello.
Al fin la puerta se abrió, dando paso al veneciano. Luigi se deshizo de su capa negra y espada con premura, mientras miraba a la chica y se adelantaba a informarla de la situación.
-Los templarios han abandonado la ciudad después de que sofocáramos los puntos de lucha que quedaban, pero parece que en Florencia y Nápoles empiezan a haber problemas. ¿Cómo te encuentras, te sigue doliendo?
-Todo esto es muy raro –dijo ignorando la pregunta del moreno-. ¿Por qué se están dedicando precisamente ahora a luchar en todas las ciudades, marchándose sin intentar conquistar el poder, qué es lo que supuestamente quieren?
-Son muy idiotas y confiados. Pronto empezarán a darse cuenta de que no pueden conseguir sus ambiciosos objetivos.
-No, no son tan estúpidos. –Susurró perdiendo la vista mientras pensaba unos segundos. -Creo que es una distracción para llevar a cabo algo importante. Seguro que tiene que ver con el fragmento del Edén de Grecia. Deben haber descifrado ya el texto y saber que existe con certeza.
-Me he informado con los hombres de Antonio esta noche, y parece ser que en Grecia no hay movimiento templario, y nadie ha descubierto que Yusuf y Ezio están allí. Quizás piensen que el texto se refiere al primer artefacto.
-No sé qué pensar, creo que tienen que estar tramando algo.
-Lo descubriremos pronto. –Comentó el hombre, acercándose hasta ella para tomar su barbilla. -¿Qué te parece ir a Roma para encontrar a ese patán Della Rovere, y enterarnos de qué pasa con César, y quién da las órdenes? Aquí ya no hay mucho que hacer.
-Me parece bien; siempre y cuando vayas a dejarme intervenir en la acción. Estoy bien.
La mujer sonrió mientras mentía, haciendo que Luigi esbozara su característica sonrisa torcida, centrando sus ojos en los de la morena mientras llevaba su mano derecha al rostro de la chica.
-Sólo si me prometes que volverás a sonreír como antes.
-Estoy bien. –Mintió mientras lo miraba fijamente, pero el hombre volvió a sonreír con levedad.
-Mientes. Tomaste una decisión, quieres ser una asesina y no preocuparte de nada más. No pienses que te has equivocado. Pronto te olvidarás de todo lo pasado, ya lo verás. Déjame ayudarte, Nuray.
Russolo susurró aquella última frase a escasos centímetros de los labios femeninos, besando a la turca acto seguido mientras sus manos la rodeaban lentamente por la cintura, atrayéndola hacia sí.
Nuray no se opuso a aquel beso cargado de deseo, a pesar de ser lento y suave, aunque su mente estaba perdida en otros temas mientras dejaba que la lengua de italiano se enredase con la suya, haciendo más pasional el encuentro de sus bocas.
El hombre no tardó en recorrer con sus manos el cuerpo de la morena, comenzando a deshacer la lazada de su corpiño para quitarlo despacio, teniendo así acceso a la camisa que la joven llevaba debajo.
La chica notó el tacto de las manos frías de Luigi sobre su pecho desnudo mientras este besaba con ardor su cuello, pasando a guiarla hasta la cama de la estancia sin cejar en su labor de desnudarla.
Por un momento Nuray dejó la mente en blanco, ayudando al hombre a descubrir su torso cuando ambos se hallaron tumbados en el lecho, y este ya había conseguido dejar a la chica semidesnuda, guiando su mano diestra dentro de los pantalones de ella. Su contacto ardiente quemaba la piel del muslo interior de la turca, sintiendo como avanzaba hacia su sexo.
-Para, por favor. –Habló Nuray, sintiéndose incapaz de seguir con aquello.
Luigi se alejó unos centímetros, centrando sus ojos claros en los oscuros de ella.
-Vamos, deja que te ayude a olvidarte de ese asesino. Entrégate al placer de nuestros viejos tiempos, mi Flor del desierto.
Nuray se alejó para apartarse de las caricias del veneciano, recogiendo su camisa blanca del suelo para cubrirse, hablando a la vez sin mirarlo.
-No puedo, Luigi. Lo siento. No voy a acostarme contigo pensando en él.
-Las cosas no cambiarán si te aferras al recuerdo de ese hombre, querida. –Comentó incorporándose en el lecho, haciendo que ella se girara con enfado para encararlo.
-No esto aferrándome a nada. Se ha acabado. Pero no tengo ganas de acostarme con nadie después de haber estado postrada en cama por un aborto.
-¿Pretendes engañarme a mí o a ti? –dijo Russolo, sumándose al malhumor-. Eso ya no te mantiene en vilo por las noches. Lo que te pasa es que no puedes dejar de pensar en Auditore, ni dejar de darle vueltas al hecho de que te sientes perdida como nunca antes por amarlo sin querer.
-Cállate; no tienes ni idea. –Amenazó la joven mirándolo a los ojos, para después recuperar su corpiño y seguir vistiéndose veloz para marcharse.
Luigi se levantó de la cama, y sin preocuparse por el frío que golpeaba su cuerpo semidesnudo, fue detrás de la joven sin dejar de hablar con firmeza.
-¿Acaso crees que él estará de luto, y no yaciendo con cualquiera que se le insinúe? ¿Piensas que habrá abandonado Forli sin volver a meterse entre las piernas de Caterina Sforza?
-¡Cállate, no sabes nada! –Le gritó con exasperación al girarse rauda. -¡Que yo recuerde no te dije que venía contigo para estar a tu disposición ni darte placer, Luigi! ¡Siento decirte que no tengo intención de hacer algo diferente a trabajar y acabar con esos templarios! ¡Si vas a seguir hablándome de Ezio, de lo idiota que soy o de cómo me siento, me largaré ahora mismo!
-Lo siento, no te vayas.
Nuray inspiró con fuerza cuando, al girarse para abandonar el lugar, el hombre la agarró de un brazo para evitarlo, volviendo a hablar con dulzura antes de que ella se volviera.
-Perdóname. No pretendo meterme en tu vida, ni hacerte sentir peor de lo que estás. Sólo quiero ayudarte a que vuelvas a ser tu misma. No intentaré nada de nuevo, no al menos que estés preparada y dispuesta. Como en los viejos tiempos. –Concluyó bromeando mientras emitía un leve quejido a modo de risa, haciendo que ella se girara despacio.
-Nunca me había enfrentado a algo así. Voy a necesitar tiempo para aclararme.
-Y lo conseguirás finalmente. Si necesitas ayuda, sabes que puedes pedirme lo que quieras. Pero eres la mujer más fuerte que he conocido nunca, no creo que te haga falta.
La morena le devolvió la pequeña sonrisa al italiano, dándole después las gracias con sinceridad, pasando a despedirse de él para salir de la habitación, alegando que necesitaba estar sola y despejar su cabeza.
Mientras Nuray caminaba por la planta baja de la posada, dirigiéndose a la barra para pedir vino, no pudo rememorar las palabras que Russolo había dicho en el cenit de su enfado, sabiendo que tenía razón.
A cada instante trataba de convencerse de que aquel camino que había elegido era lo mejor, y pronto conseguiría reponerse y volver a tener la vida de antes, pero no podía evitar sentir aquel miedo ante el gran vacío que se había instalado en su pecho por la pérdida de Ezio, lo cual siempre le llevaba a la conclusión de que nada podría ser igual nunca más.
¡Un saludo y muchas gracias!
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Si nunca te hubiera conocido
FanficLa lucha de Ezio contra César Borgia parece no tener fin, pero sus misiones para hacerse con el fruto del Edén le conducirán, no sólo a intentar salvar el mundo, sino a conocer a una asesina en Estambul de la que se enamorará. Su vida cambiará compl...