Capítulo 3

52 5 0
                                    

Los personajes, salvo excepciones no me pertenecen. Recordar que el disclaimer con detalle está en el primer capítulo. ¡Muchas gracias si estás leyendo esto!

Capítulo 3

Ezio había estado en muchos escondrijos de asesinos, pero nunca en uno que se diferenciara tanto del resto.

La sala principal era enorme, y comunicaba con otras estancias más pequeñas, convertidas en habitaciones.

El italiano caminó tras la pareja turca inhalando el olor del incienso mientras recorría con la mirada la sala principal, llena de vivos colores de alfombras y cojines, que contrastaban con el tenue marrón de la madera de las mesas de la estancia.

Ezio observó por la actitud entre la chica y su amigo que eran muy cercanos. Ambos hablaban animadamente: Yusuf señalaba la daga que ella le mostraba mientras le decía algo con una sonrisa burlona, recibiendo después por parte de la mujer un codazo, a la par que esbozaba una alegre sonrisa.

Segundos después ambos se detuvieron al alcanzar un lugar donde descansar, mirando al recién llegado.

-Siéntate, Ezio. Descansemos un poco. Aquí estamos seguros.

A la propuesta de Yusuf, el asesino obedeció sentándose en uno de los cojines del lugar frente a la pareja.

-Este sitio es increíble. Y contadme, ¿os conocéis hace mucho?

-De toda la vida –dijo el hombre–. Cuando yo vine a vivir a la ciudad conocí al padre de Nuray, cuando aún era una niña. Él fue mi maestro para entrar en la orden; Era un gran asesino.

-Lo siento. –Intervino Ezio mirando a la joven. -¿Qué ocurrió?

-Lo mataron en una de sus misiones hace 4 años. Yusuf entonces cuidó de mi madre y de mí. Y después me ayudó a convertirme en asesina.

-Creo que puedo imaginar por qué.

-Por lo que casi todos. Por venganza, al igual que te pasó a ti, por lo que me ha contado Yusuf. –Agregó ella con serenidad, fijando sus ojos en los del moreno.

-Sí. Conspiraron contra mi familia y mataron a mi padre y hermanos varones. Al menos yo ya cobré mi venganza, aunque no es tan satisfactoria luego.

-Sí, los muertos no regresan de la tumba, pero es gratificante saber que luchamos por acabar con los que pretenden arrebatar vidas inocentes, al menos yo descubrí que era un consuelo.

-Aunque te costó satisfacerte sólo con eso –rememoró Yusuf-. Recuerdo como tenía que seguirte día y noche para evitar que te mataran. ¡La ira te cegaba! Sólo llevaba unos meses como aprendiz; ¿Qué te parece?

-Pues que además de bella, es buena luchadora. –Respondió Ezio mirándola pícaramente, haciendo que la joven le sonriera casi de la misma forma.

Antes de que la conversación continuase, la puerta de la entrada se abrió de golpe dando paso a dos hombres que portaban a un compañero herido por una flecha, que aún reposaba en su pecho clavada.

El trío se levantó al vislumbrar la escena, pero sólo la mujer caminó hasta los asesinos, que depositaban al hombre sobre una mesa, pidiéndole ayuda.

-Sujetadle, voy a sacársela. Abdul, trae vino. –Ordenó a uno de los recién llegados, sacando después la flecha del herido, quien gritó con dolor.

-A menudo suceden están cosas; Suerte que se pondrá bien. Ven, Ezio, volvamos a sentarnos.

El italiano hizo caso a su amigo, observando como la chica rociaba la herida con el vino a la vez que hablaba dulcemente, tratando de tranquilizar a su compañero mientras acariciaba su pelo.

Si nunca te hubiera conocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora