Capítulo 44

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Capítulo 44

Hacía horas que había anochecido, y Ezio no había salido de su alcoba después de haber vuelto del pueblo tras ver la escena entre Nuray y Luigi. Escena que no dejaba de repetirse una y otra vez.

Al asesino le daba vueltas la habitación después de haber bebido más de lo que podía recordar en una taberna del pueblo, y no había hecho otra cosa desde su llegada al castillo que permanecer tumbado en la cama, pensando en el odio y miedo que se amontonaban en su ser, rivalizando por conseguir el primer puesto en su cabeza contra la frustración y la impotencia ante su situación con la turca.

Ezio se llevó una mano al rostro mientras cerraba los ojos para intentar frenar aquel flujo de emociones, sin conseguirlo. Entonces llamaron a la puerta con suavidad, desconcentrándolo.

Ante el desganado adelante que gimió, Caterina Sforza entró en el cuarto, cerrando suavemente para después acercarse hasta el pie de la cama, observando unos instantes la decadencia del asesino antes de hablar.

-Uno de mis criados me ha dicho que llegaste hace dos horas tambaleándote. ¿Has dejado la taberna de Vencio sin vino? –Se burló, contemplando como él se incorporaba pesadamente hasta quedar sentado al borde de la cama.

-Créeme, me hubiera gustado. Eso o darle un buen puñetazo a ese veneciano teatrero.

-La estaba consolando. –Dijo Caterina sin mofa en su voz. –Ella estaba triste y él lo aprovechó.

-Ella se volvió a dejar besar. No sé qué pensar.

-En esa situación es normal dejarse, Ezio. No se lo tomes en cuenta. Se nota que te quiere, aunque tus celos no te dejen verlo.

-Sí que lo sé, pero puede quererlo a él también. Sus dudas son como espadas en mi pecho. –Agregó con desesperanza en la voz.

-¿Te ha dicho que tenga dudas? –Preguntó la condesa, sentándose a su lado.

-No, ¿pero qué más podría ser para que se comporte así?

La mujer dudo un instante, respondiendo después de forma dubitativa.

-Bueno, podría ser porque está asustada, enfadada... todos necesitamos cariño y compasión, y ahora mismo Luigi es quien se lo proporciona. Está vulnerable, por eso no opone resistencia.

-Si monta en cólera porque digo eso, debería oponerla. –Dijo el asesino, frustrado, haciendo que Caterina sonriera y lo tomara de la mano.

Cuando Ezio la miró, Sforza besó sus labios con dulzura y lentitud, muy suavemente, separándose después de unos segundos para volver a tomar la palabra, de una forma totalmente natural mientras lo miraba.

-¿Ves? a ti te pasa lo mismo; no hay para tanto. Habla con ella. –Agregó levantándose para encaminarse hacia la puerta, girándose al llegar a ella. –Y si las cosas siguen sin arreglarse, no vayas a dejarte ahogar en vino; ven a verme y te consolaré de mejor modo.

Tras una pícara sonrisa, Caterina salió dejándolo solo y confuso.

Ezio suspiró ante la realidad de sus problemas, y pensó que era hora de hablar de nuevo con Nuray, y debía hacerlo antes del ataque para que todos pudieran concentrarse.

                                                  *                     *                         *                       *

Recordando las palabras de Caterina en la noche anterior, Ezio avanzó hasta la puerta del cuarto de la turca, llamando con suavidad aún cuando el castillo dormía, mientras el sol se iba elevando en el cielo.

Nuray abrió la puerta cubierta por una ancha y blanca camisola, aún con el pelo suelto y algo revuelto.

-Perdona si te he despertado. Quería hablar contigo.

-Estaba despierta, pasa. –Musitó, adentrándose después en la alcoba, volviendo a sentarse en la cama mientras apartaba sus armas arrojadizas.

La morena centró los ojos en los de Ezio, quien se sentó a su lado y con voz suplicante, a la par que cansada, empezó a hablar.

-Esto no puede seguir así; necesito que me hables.

Tras un suspiro, Nuray intervino, dejando que su voz denotara sus mismos sentimientos.

-Lo siento. Nos hemos comportado como críos, y tenemos una importante misión aún por venir que requiere de toda nuestra concentración. No podemos descuidar el trabajo.

-Sí, y yo también lo siento por ello, pero dime; ¿qué sientes por Luigi?

Un nuevo suspiro de la turca hizo que Ezio se pusiera rígido, y esperara impaciente a que volviera a hablar, haciéndolo con templanza y sinceridad completa.

-Tiene una personalidad muy atrayente. Tiene labia, talento, es atento y muy guapo. Sí, me gusta; pero no más que tú, y aunque él esté empeñado en ignorarlo y tratar de conquistarme, no lo hará.

El asesino pudo respirar de nuevo ante la seriedad y solemnidad de sus palabras, permitiéndose un poco de broma al contestar.

-¿Aunque te robe besos en el jardín? –La chica sonrió, a pesar de distinguir tristeza en su voz y mirada, pero respondió obviándolo.

-Ni siquiera con esas. Perdóname por ello. Se lo he dejado claro ya.

-¿No será necesario que le dé una paliza?

-No, extranjero. Y sí así fuera, yo me encargaría de defenderme.

Ezio sonrió y le dio la razón, bromeando acerca de la peligrosidad de Nuray, cuando unos segundos después la morena rompió la distancia entre ambos lentamente, besando al asesino con ternura y un deje de ansia al haber estado demasiado tiempo lejos de sus labios.

El hombre, como no podía ser de otro modo, respondió de igual forma mientras tomaba la nuca de la chica, empujándola hacia él, dando gracias internamente por aquel momento, por volver a sentir su pecho libre del dolor.

Tras unos minutos la pareja se separó despacio. Nuray entonces escuchó hablar a Ezio mientras sujetaba su rostro.

-No te alejes más de mí. Te lo suplico.

-Tranquilo, extranjero. Te vas a poner a llorar. –Se burló con una sonrisa pilla, haciendo que él continuara serio, contestando con franqueza absoluta.

-No me importa con tal de que estés a mi lado.

Ella volvió a besarlo, pero está vez de forma más fugaz, respondiendo después mientras le cogía las manos y centraba sus ojos en los de él.

-Te quiero, Ezio. Pero ahora tenemos que trabajar.

Nuray se levantó tras una sonrisa, comenzando a buscar su ropa mientras el asesino se dejaba caer en la cama, hablando con fingido fastidio.

-¡Siempre rompes la magia! ¿Es que nunca vas a darme lo que quiero?

-Extranjero, te doy demasiado de lo que quieres. No deberías quejarte, o te daré motivos. –Dijo desnudándose para cambiarse, cuando el hombre se levantó para observarla bien, sonriendo aún por su comentario. Aquella era la mujer de la que se había enamorado.

-Soy un inconformista. –Añadió cuando estuvo detrás de ella, abrazándola por la cintura cuando ella se hubo puesto la camiseta de su habitual atuendo de trabajo, tomando después su corpiño.

La turca se detuvo para dejarse abrazar, mirando al italiano a los ojos con una sonrisa.

-Eres un idiota, Ezio Auditore. Un completo idiota.

Él no se quejó, limitándose a dejar que la felicidad que lo embriagaba dibujase su nueva sonrisa, acorde con la de la morena, para después volver a besarla con fuerza, deseando que aquella paz durara eternamente.

¡Un saludo y muchas gracias si estás leyendo esto!

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