Capítulo 26

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Capítulo 26

Nuray recogía en absoluto silencio los vestidos y ropas que habían pertenecido a su madre, siendo por fin capaz de asimilar aquella tarea tras la muerte de esta.

La morena doblaba una de las prendas, metiéndola después en un gran zurrón que pretendía llevar a gente sin recursos, cuando escuchó que alguien llamaba a la puerta de la casa. Dejando su tarea, mecánicamente se encaminó a la entrada, abriendo con indiferencia.

Su rostro dejó de lado la nula expresividad al hallar a unos centímetros a Ezio, parado frente a ella sin apartar sus ojos de los oscuros de Nuray. La sorpresa y el alivio se hicieron infinitos en su ser automáticamente después que hubo asimilado que aquello era real, y el asesino estaba en Constantinopla.

Sin más dilación, la turca se abalanzó sobre el italiano, que recibió su abrazo con la misma euforia y necesidad, estrechándola contra su cuerpo.

Nuray se separó rápidamente de él, cogiendo su mano para guiarlo dentro de la casa, cerrando la puerta con un movimiento ágil para después volver a abrazarlo con las mismas ganas. Ezio pronto buscó sus labios, entregándose a la pasión que lo invadía.

-Amor –susurró el hombre tras romper el beso, tomando suavemente el rostro de la mujer entre sus manos. –Siento no haber venido antes.

-Está bien, Ezio. ¿Y Yusuf?

-Él está bien. Ha ido a arreglar unos asuntos, pronto vendrá. ¿Tú madre...

-Murió hace diez días.

-Lo lamento mucho. –Susurró acariciando su rostro, haciendo que ella cogiera su mano entre las suyas.

-Ahora todo está mucho mejor, extranjero.

Ezio se contagió de su sonrisa a media asta, para después recibir el nuevo y cálido beso por parte de la morena.

Al nuevo sonido de alguien llamando a la puerta de la casa de Nuray, la mujer abandonó la mesa que estaba compartiendo con Ezio para correr a abrir, encontrando a Yusuf al otro lado.

-Cuánto lo siento, Abdul me lo ha contado ¿Cómo estás? –Preguntó el turco mientras la abrazaba fuertemente, mirándola después a los ojos, encontrando la pena y la resignación en ellos.

-Acostumbrándome a su ausencia. Cuánto me alegro de que al fin hayáis vuelto. Vamos, pasa.

Yusuf asintió a la vez que se adentraba en la estancia, encontrando a Ezio de pie a una escasa distancia de ellos. Ambos se dieron la mano fugazmente mientras el italiano hablaba.

-¿Todo bien, amigo?

-Sí, todo está en orden, gracias. –Respondió con una leve sonrisa haciendo que, acto seguido, todos se encaminaran hacia la mesa, sentándose en torno a ella.

-Ezio me ha contado lo del asalto a su casa y todo lo que ocurrió en mi ausencia. Por aquí todo ha ido bien en ese aspecto. El Fragmento está oculto en la torre Gálata. –Intervino Nuray, reanudando la conversación.

-Antes de que llegaras discutíamos sobre qué sería mejor. Si traerlo aquí y custodiarlo, o dejarlo allí oculto.

Yusuf meditó las palabras de su compañero, intentando llegar a su propia conclusión.

-Es probable que si saben que estamos en la ciudad lo busquen aquí. Quizás vigilándolo de cerca tengamos más posibilidades de no perderlo nuevamente.

-Nosotros comentábamos lo mismo, más o menos. Iré a recuperarlo está noche. –Dijo la mujer.

-Deja que te acompañemos alguno.

-No, Ezio. Eso sólo levantaría sospechas. Lo he hecho muchas veces, no te alarmes.

-Está bien. –Suspiró resignado el italiano, levantándose poco después de la mesa, informando de que daría una vuelta por la ciudad para comprobar si la guardia sabía algo de su llegada, o del Fruto.

Yusuf y Nuray lo siguieron en silencio con la mirada hasta que salió de la casa. La chica entonces posó los ojos en su amigo, hablando.

-No dejes que me siga esta noche, Yusuf. No quiero pelearme con él.

-Tranquila, lo mantendré en casa. –Después de un silencio, el hombre volvió a intervenir. -¿Por qué te has desecho de la ropa de tu madre y de algunas de sus cosas?

La morena suspiró tratando de contener sus emociones, hablando tras un infinito minuto.

-Me es más sencillo de ese modo, Yusuf.

-Pero quizás no sea la mejor opción...

-He tardado diez días en poder volver a esta casa –lo interrumpió, tratando de no enfadarse–. Sé lo que me conviene. Agradezco tu preocupación, pero lo prefiero así.

Yusuf se limitó a callar, asintiendo mientras agarraba una de las manos de la joven, quien le observó con una sonrisa incompleta. Con velocidad limpió una lágrima que resbaló ágil por su mejilla izquierda.

-Nuray, yo soy tu familia también. Estaré siempre contigo, al igual que Ezio.

La turca asintió varias veces apretando los labios para controlar el llanto, abrazando a su amigo segundos después, dando gracias al cielo porque estuvieran allí.

Yusuf se levantó de la mesa en la que solía trabajar Adara, dejando de examinar sus escritos sobre el Fruto del Edén, encaminándose a abrir la puerta.

Ezio cruzó el umbral adentrándose en la estancia poco iluminada, estrechando la mano de su compañero, que le siguió hasta el interior.

-¿Cómo ha ido? Has tardado mucho.

-Sí –respondió el italiano tras un suspiro-. No me ha sido sencillo obtener información sin que supieran de mi presencia en la ciudad. Pero he conseguido algo. Dos guardias hablaban sobre que César sigue buscándonos furioso por Italia. Nadie sabe que estamos aquí, ni que tenemos el Fruto.

-Bien, por fin buenas noticias. –Agregó con alivio el turco, sentándose frente al hombre en la mesa que usaban para comer.

Ezio se quitó la capa quedando con su ropa de calle normal, observando a su alrededor, vislumbrando que ambos estaban solos.

-¿Nuray se ha ido ya?

-Hace un rato. No quería que volvieras a insistirle, ya sabes. Pero debería haber vuelto ya.

El florentino alzó la vista veloz hasta encontrar los ojos de Yusuf, quien vislumbró como se levantaba de su asiento, asiendo su capa para volver a vestirla.

-¿Hace cuánto se fue?

-No lo sé; algo más de una hora.

-La torre no está tan lejos. Voy a buscarla. –Anunció dirigiéndose a la puerta, no dejando que su amigo dijera nada, saliendo del lugar mientras se encapuchaba.

El asesino comenzó a caminar raudo hacia la torre Galata, escudriñando con discreción que nadie lo seguía ni prestaba atención, cuando tras varios minutos de recorrido escuchó el sonido de varias personas correr hacia él.

Sin pensarlo dos veces escaló hasta el tejado de una casa baja, tumbándose sobre él mientras contemplaba oculto en las sombras de la noche pasar a dos guardias con sus armas en ristre, hablando de bloquearle a alguien el camino por otro lugar.

El semblante de Ezio cambió de forma radical al vislumbrar a uno de los guardias pasar a su compañero el fragmento del Edén, ordenándolo que saliera hacia el palacio para guardarlo.

Una vez los enemigos desaparecieron del lugar, el asesino bajó del tejado, comenzando a correr en busca de Nuray, sintiendo el miedo atenazar su interior al pensar que algo malo habría ocurrido.

Si nunca te hubiera conocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora