Capítulo 40

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Capítulo 40

Varios días habían pasado tranquilos en Forli, pero llenos de trabajo para el grupo de asesinos, que hasta la llegada del primer viernes de noviembre habían cuidado cada detalle del plan para entrar en el campamento enemigo, y así intentar averiguar los detalles sobre el ataque inminente a la ciudad.

Aquello días transcurridos habían relajado la tensión por las discrepancias y el recelo de los hombres hacia Luigi, haciendo que el trío mantuviera una actitud natural. Pese a todo, entre Nuray y Ezio las cosas no habían vuelto a la completa normalidad, y es que el hombre debía medir sus palabras y controlar su preocupación y desagrado hacia Russolo si no quería discutir con la turca.

Ella no veía aquellos peligros que el italiano sí. No obstante, Nuray era consciente del malestar de Ezio respecto a Luigi, e intentaba normalizar la situación, haciéndole ver al florentino que no había de qué preocuparse.

Nuray trataba de dejar patente ante él que no estaba interesada por el que fue su amante, y simplemente se divertía siguiéndole a veces la corriente, o burlándose. Pero una parte de ella sabía que aquella no era la pura verdad.

La asesina no podía ignorar ni engañarse respecto a la fuerte química que había con Russolo. Una atracción visceral que hacía que aún sus ojos lo observasen con admiración y un deje de deseo, puesto que los años sólo habían mejorado el atractivo del hombre y su carismática personalidad. Aún así, Nuray tenía claros sus sentimientos, y trataba de enterrar aquellas sensaciones incontroladas.

La noche del viernes 6 de noviembre estaba siendo más fría de lo habitual mientras la turca se encontraba a las puertas del castillo de Sforza, esperando a su antiguo amante, y de nuevo, compañero.

La joven estaba vestida como las prostitutas de la cuidad: vestido escotado y corto de color azul, la larga melena ondulada suelta, y cubierta con una capa oscura larga y gruesa que casi rozaba el suelo.

Se sentía nerviosa, cosa que delataba su caminar de un lado a otro, y su mirada inquieta. La idea de estar con Russolo en soledad y en esa situación de demasiado acercamiento la incomodaba en parte, al no querer que se notara que aún disfrutaba demasiado de su compañía e innata pasión.

Nuray se paró en seco girándose cuando el hombre llegó a la entrada, comentando nada más llegar a ella, con su voz potente y grave, que sentía los minutos de retraso.

Luigi lucía su eterna sonrisa misteriosa y sensual, vestido con ropas y capa negras, añadiendo su espada amarrada a la cintura. Antes de moverse hacia ella, se retiró un mechón de pelo que acababa de caer sobre su frente, echándolo hacia atrás para volver a quedar totalmente peinado como solía, tendiendo después la mano a la turca.

En cuanto Nuray la tomó, él lo sujeto con fuerza para arrastrarla hacia sí, abrazándola con firmeza mientras llevaba su mano libre al cuello de la mujer.

-No deseaba nada con más anhelo que estar contigo a solas. Aunque desearía que fuera en otras circunstancias.

-Deberías parar el carro, Luigi. Me temo que el pasado no va a repetirse.

Él alzó una ceja sin comprender, no pudiendo evitar demostrar su sorpresa ante aquella noticia. Aún así continuó reteniéndola muy cerca sin dejar de mirar sus ojos casi carbón.

-¿Por qué? ¿Acaso no me deseas ya?

-Sigues siendo muy apuesto. –Agregó sin dejarse notar nerviosa ante su proximidad y sensualidad. Se mostró tajante y valiente soportando su mirada penetrante y azulada. –Hay otro hombre en mi vida. Le quiero.

-Eso no es un inconveniente, preciosa.

-Para mí sí, Luigi.

-Es ese asesino, el italiano. –Afirmó un segundo después, sonriendo. –Se nota por cómo te mira. Pero, Nuray; sabes que no me rindo jamás ni ante nada. Lucharé por conquistarte de nuevo, mi Flor del desierto.

La muchacha rió levemente ante su persistencia y seguridad, pero pronto intentó escapar de sus brazos y emprender el camino, cuando él volvió a detenerla del mismo modo, sólo que esta vez, unió sus labios a los de ella en un pasional beso.

-Todavía no ha empezado la misión.

La voz de un malhumorado Ezio se escuchó al pasar cerca de la pareja, lo que hizo que Nuray se alejase con brusquedad, pero cuando trató de hablar al asesino, este estaba ya alejándose con presteza.

La chica maldijo interiormente, sabiendo que tenía una conversación pendiente con él.

Acto seguido, aparcó aquel pensamiento para instar a Russolo a ponerse en marcha y comenzar el trabajo.

                                                  *                        *                          *                       *

Ezio y Yusuf caminaban por el bosque hacia sus posiciones para cubrir a la turca, envueltos en el silencio frío del ambiente. Yusuf notó que a su amigo le ocurría algo, ya que estaba muy serio, con lo que se aventuró a hablar, temiéndose firmemente por dónde iban los tiros acerca de su quebradero de cabeza.

-Ezio, estás muy serio; ¿ha ocurrido algo?

-No, es sólo que no sé si esto va a salir bien. No sé si es buena idea.

-¿De verdad es eso? Creía que habías hablado con Nuray de ello y estabas tranquilo.

De nuevo se hizo el silencio, pero pronto el italiano lo rompió, está vez con rabia en la voz, vaciando su alma de amargura.

-Es ese tío, Russolo. Y la actitud de Nuray ¡Le sigue el juego! ¿Pretende castigarme por algo?

-Ezio, ya sabes que a ella le gusta vacilar y jugar a esas cosas. Pero te quiere, y no creo que sea como piensas.

-Le gusta ese tipo, se nota. Y aunque me quiera eso no va a cambiar. Al salir los he visto besándose, y ella parecía encantada. –Dijo con decepción, abandonando el enfado.

-Deberías hablar con ella, pero de veras no creo que todo sea tan dramático como lo ves.

-Lo sé, y sé que debo hablar con ella, pero lo que no hallo es el momento, y temo que se ponga a la defensiva. Ya sabes como es.

-Oh, sí, desde luego –agregó el turco con una sonrisa–. Pero en serio, Ezio. Ese tío no tiene nada que hacer contra ti.

-Eso espero, al menos voy a intentar demostrarlo.

-Eso es, y si se pone chulito, tendremos que bajarlo de las nubes y mandarlo de nuevo a su Venecia querida, de donde no debió salir.

Ezio rió y palmeó el hombro de su amigo como signo de gratitud, para después callar y escalar los árboles que les permitieran divisar el campamento.

Russolo entraba en aquel momento junto con Nuray agarrada de la cintura, y detrás el cortejo de cortesanas, despertando pronto la atención y curiosidad de los soldados, quienes pronto comenzaron a emocionarse ante la noche que les aguardaba gracias al veneciano.

Los dos asesinos atisbaron en la lejanía un soldado correr hacia el centro del campamento, saliendo después de varios minutos con el capitán, quien se dirigió hacia el recién llegado. Luigi parecía totalmente relajado y cómodo en su papel, hablando con todos, y de vez en cuando besando y coqueteando con Nuray.

-Creo que no voy a esperar mucho para mandarlo a su tierra natal.

Yusuf sonrió ante el comentario de su amigo, pero a la vez sintió que aquello no tenía ni pizca de gracia, pues era evidente que Ezio estaba sufriendo con aquello, y que en cualquier momento podría estallar una tormenta por todo aquel asunto.

¡Un saludo, y muchas gracias si estás leyendo esto!

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