Capítulo 41

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Capítulo 41

Gran parte del campamento templario se hallaba sumido en el jolgorio y la alegría ante aquella noche de tregua, donde los deberes parecían lejanos y aparcados en un recóndito lugar.

En las calles del castrum y sus tiendas resonaban las risas y el vino correr, aunque el epicentro de la fiesta era el centro del lugar, donde los soldados habían dispuesto mesas y cojines para interactuar con el resto antes de retirarse al lecho. Hombres y mujeres hablaban con jovialidad, entregándose a los placeres.

Allí se encontraba el capitán del regimiento, quien había dejado la mínima guardia protegiendo el lugar desde las torres y puertas de acceso, mientras el grueso de la tropa renovaba fuerzas para lo venidero.

Luigi y Nuray estaban junto al capitán, un hombre corpulento y alto de unos cuarenta años. Las arrugas y cicatrices de su tosco rostro reflejaban su larga carrera militar hasta el momento. El hombre hablaba con Russolo de forma animada, observando a sus hombres disfrutar al rededor.

-Esto ha sido una gran idea, Luigi. Tras esto, mis hombres lucharán con fuerza. –Dijo mientras alzaba su copa, bebiendo tras una risotada.

-El sexo da vigor al hombre; no hay nada mejor para el cuerpo y el alma.

-Sí, y ella será la que te lo proporcione a ti, ¿no? Es muy bella. -Agregó el capitán mirando con deseo a Nuray, quien le sonrió, coqueta. Luigi la tomó de la barbilla para mirarla ardientemente y responder.

-Sí que lo es. Es una joya traída desde Constantinopla. Habla nuestro idioma. Podría prestártela para que pruebes el ardor del desierto.

El hombre aceptó de buena gana y Nuray lo siguió hasta su tienda, dejando que la empujara suavemente tras agarrarla de la cintura. Antes de entrar pudo vislumbrar que Ezio y Yusuf no se encontraban ya en los árboles del perímetro; habían pasado a la segunda parte del plan, con lo que estarían poniéndose los uniformes robados de soldados para colarse.

El capitán templario ofreció vino a la mujer una vez estuvieron dentro, pero a Nuray no le dio tiempo a tragar el líquido cuando ya la estaba abrazando por las caderas, besando su cuello.

-Eres muy impaciente. ¿También eres así en la batalla?

-Soy fiero y contundente. –Se vanaglorió mientras ella sonrió, comenzando a jugar con la lazada de su camisa.

-No esperaba menos de un capitán. Seguro que eres muy valiente, y has matado a cientos.

-Tantos que ni lo recuerdo, preciosa. –Agregó deshaciéndose de la capa que la cubría, dejando que su mano derecha paseara por el escote de ella.

-Supongo que tendrás una misión muy importante par estar en este pueblecito. Dicen que vais a haceros con la cuidad.

-Así es. Pero no debes preocuparte, preciosa. Vamos sólo a por el castillo de la furcia de Sforza.

-Sin condes ni reyes el pueblo no puede vivir. Os obedecerían pronto. –Nuray le sonrió deshaciéndose de la camisa del templario. –Es una gran idea no atacar al pueblo, mi capitán. Seguro que se te ocurrió a ti.

El hombre, encantado de que lo adulara, sonrió hablando cargado de orgullo.

-¡Claro! ¿De quién si no? Será muy fácil ganarnos al pueblo sin muertes, ni nadie que nos estorbe ni enturbie nuestra reputación. Atacaremos el castillo por todos sus flancos de noche, no se lo esperarán. Mataremos a la guardia y lo tomaremos desde dentro. Mandaremos la cabeza de la condesa a clavar en una pica.

-Caterina Sforza tiene un buen ejército. No creo que estén desprotegidos. –Comentó indiferente mientras le sonreía, manteniendo su aire seductor.

-Por las noches velan la muralla. Creen que atacaremos todo Forli. Será fácil hacer el suficiente daño antes de que lleguen y asediarlo.

-Me encantaría verte en esa hazaña, tan valiente, mi capitán.

-Aún habrá que esperar unos días, pero la fecha es secreta, preciosa. Y ahora, dejemos de hablar.

Nuray tuvo que dejarse besar, pero cuando se separó de ella lo detuvo, acariciando su pecho.

-Voy a buscar más vino. Hay algo especial que quiero hacerte. –Agregó pícaramente mientras se alejaba unos pasos.

-No tardes, guapa, y prometo contarte más hazañas y ser generoso.

La turca sonrió y desapareció rauda cogiendo su capa, escupiendo después en el suelo con asco al sentir aún el sabor del vino de la boca del capitán.

Pronto encontró a Luigi, quien dejó de hablar con un soldado para acercarse a la joven.

-¿Has conseguido tu información? –Preguntó en un susurro.

-Sí. Cree que volveré allí, así que larguémonos ya.

-Tus amigos están por aquí y quieren registrar su tienda, así que habrá que sacarlo de ahí.

-Está bien, pero piensa algo porque no pienso dejar que me bese más; es repugnante.

-Tranquila, haré que te olvides de eso. –Añadió con una sonrisa pícara, para besarla después lenta y ardientemente.

Nuray no tuvo tiempo de replicar cuando él la guió hasta la tienda central de nuevo, adentrándose bajo la mirada de los dos asesinos, que vigilaban a unos metros.

-Querido amigo, siento la interrupción. –Se disculpó Luigi ante el capitán a medio vestir. –Lo cierto es que estoy también ansioso, y se me había ocurrido una idea para que nadie tenga que esperar. ¿Qué te parece si vienes fuera y llamamos a otra de las chicas para entretenernos e iniciar el asunto?

-¿Los cuatro juntos? ¿Con el resto mirando? –Preguntó, poco convencido.

-Sí, eso es. ¿No lo has probado? Es mucho más excitante. Vamos, no dudes.

El hombre cedió ante el total convencimiento que mostraba Russolo, y todos salieron al exterior, donde varios soldados aún bebían y retozaban con prostitutas.

Luigi se sentó en un rincón con varios cojines, cerca de una pareja que se besaba con fervor, para después hacer señas al capitán, quien se sentó a su lado, y luego a Nuray y otra cortesana para que se acercaran.

Observándolos a lo lejos, la pareja de asesinos de incógnito vio su momento propicio.

-Vamos, Ezio; vía libre. –Susurró Yusuf, levantándose para caminar hacia la tienda principal, pero su amigo sólo podía mirar con ira la escena que se estaba desarrollando entre Nuray y Russolo.

Ambos se besaban con pasión, mientras las manos del veneciano se movían con libertad y confianza por las piernas descubiertas de ella, quien estaba sobre él a horcajadas, recibiendo sus besos con la misma fogosidad.

Segundos después, las manos de Luigi acariciaron el cabello y espalda de la turca, llegando a su cintura, para después ascender unos centímetros hasta la lazada del vestido.

Ezio volvió a la tierra ante la segunda llamada de su amigo, y lo siguió al interior de la tienda con la cabeza aún en aquella escena y en su propia desazón interna ante tal hecho. Debía luchar por dominar sus celos y aquel enfado primitivo que emergía de lo más profundo de su ser.

Yusuf observó su estado. Lo notaba inquieto y alterado, pero no podían hablar en aquel momento, y necesitaba al hombre en plenas facultades para escapar sin percances.

-Eh, Ezio. ¿Tu por la derecha y yo por la izquierda? –Fue lo único que se le ocurrió decir para hacerlo volver a la misión, ocultando la preocupación que su mirada trataba de transmitir.

El italiano asintió, y haciendo de tripas corazón se puso a rebuscar entre las pertenencias del capitán templario, sin poder apartar las quimeras de su cabeza mientras comenzaba junto con su compañero a rebuscar con cuidado y presteza por toda la estancia.

¡Gracias si estás leyendo esto. Un saludo y mil gracias especialmente a Aiko838! ¡Las cosas se van poniendo complicadas!

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