Capítulo 65

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Capítulo 65

Leonardo terminó de beber el contenido del vaso que Laura le había servido antes de abandonar el salón, y dejarlo a solas con los dos asesinos, quienes le dieron unos minutos de respiro antes de hacerle alguna pregunta, poniéndole al día de los últimos acontecimientos.

Tras unos segundos de silencio tras el relato de Ezio, este volvió a tomar la palabra con seriedad, dirigiéndose al de Vinci.

-Cuéntanos, Leonardo. ¿Qué ha pasado?

-César será proclamado Papa, es posible que esta noche se dé la noticia –agregó tras un suspiro, continuando con la explicación-. Él descubrió que te conocía y estaba tratando de ayudarte cuando hizo revolver mi cuarto en el Vaticano, y descubrió una carta que iba a mandarte dándote información sobre el Fruto que os robaron y se llevaron a la villa de Mendoza. Siempre desconfió de mí y trató de alejarme de Roma, pero en cuanto confirmó sus sospechas vino a por mí. Hui a Florencia, pero hizo que me encarcelaran vertiendo falsas acusaciones sobre mí. Estuve casi un mes en prisión antes de que Lorenzo de Medici consiguiera que me liberaran. Le debo mucho.

Ezio comprendió enseguida que su amigo hubiera perdido parte de su jovialidad y viveza después de aquel trance, puesto que las torturas habrían sido despiadadas sin duda. La ira le hizo tensarse al momento de pensar en ello.

-Acabaremos con ese canalla, Leonardo. Podemos otorgarte protección hasta que acabemos con ese hombre. Podrías quedarte con mi madre y mi hermana en Venecia, están bien protegidas.

-Te lo agradezco mucho, Ezio, pero no sé... pensaba ir a Milán y ofrecer mis servicios al duque. Necesito trabajar.

-César te perseguirá hasta que se cobre su venganza. –Intervino Nuray con serenidad, haciendo que el rubio la mirase.

-Tiene razón, Leonardo –agregó Ezio-. Deberías por un tiempo aceptar nuestra ayuda. En Venecia podrás trabajar para nobles. Además, podrías ayudarnos mucho con tus inventos.

El hombre meditó unos instantes, no muy convencido, pero finalmente aceptó el ofrecimiento ante la certeza de que los asesinos tenían razón, y su vida corría demasiado peligro.

-Me pongo en vuestras manos, aunque no me gusta la idea de daros más trabajo y exponeros a más peligro.

-No te preocupes, Leonardo. No es una molestia –dijo Ezio, regalándole una leve sonrisa-. Mañana por la noche te llevaré a Venecia. Seguro que mi madre se alegra mucho de verte de nuevo.

-Desde luego yo también. Recuerdo con cariño los años pasados en Florencia.

-Creo que yo debería acompañar a Leonardo –interrumpió Nuray, haciendo que ambos la miraran-. Tú aún te estás recuperando. No tienes buena agilidad, y los caminos son más peligrosos que nunca.

-Tienes razón. Será más sencillo pasar desapercibidos si los guardias ven a una pareja. Escribiré una carta para que le entregues a Rosa contándole los futuros planes.

-Bien –respondió Nuray mientras se levantaba-, os dejaré para que os pongáis al día. Os veré luego.

Ambos hombres le devolvieron la sonrisa a modo de despedida mientras el silencio se hacía protagonista durante unos segundos. Leonardo contempló que su amigo quedó pensativo, con la mirada perdida en el lugar por donde la joven turca había desaparecido.

-Parece que tú tampoco lo has pasado muy bien durante este tiempo. –Dijo, sacando al asesino de su ensimismamiento. Sin embargo, sus ojos aún transmitían aquella melancolía hallada por el de Vinci.

Ezio pensó en evadir el tema, pero sus fuerzas para fingir habían desaparecido hacía tiempo, con lo que contestó después de un suspiro profundo.

-Estás en lo cierto. Mi buena racha se ha acabado, amigo. Y me temo que las cosas no van a cambiar.

Si nunca te hubiera conocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora