Capítulo 49

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Capítulo 49

Había pasado una larga semana.

A pesar de que el cuerpo de Nuray se había recuperado tras guardar reposo y seguir los consejos médicos, su mente continuaba anclada en los días del pasado, cuando había ocurrido el incidente.

La morena no se había movido de su alcoba en todo aquel tiempo, y había fingido gran parte de ese periodo sentirse peor de lo que estaba físicamente, para que la dejaran en paz, y nadie pudiera hablar con ella más de diez minutos seguidos.

Nuray también había recurrido a hacerse la dormida cuando los efectos del tónico que tomaban dejaban de hacerle efecto, para no tener que hablar con Yusuf ni Ezio cuando estos aparecían por allí para observarla y ver cómo se encontraba.

Sabía que aquello no podría durar eternamente. Lo que estaba haciendo era absurdo e infantil, y también injusto para con la pareja de asesinos, que simplemente se preocupaban por ella y necesitaban escuchar de su boca que estaba bien, pero no era capaz de enfrentar las preguntas. No aún; y desde luego, para lo que estaba menos preparada era para estar cerca de Ezio.

Los pensamientos estaban volviendo loca a la turca, quien no hacía más que torturarse mentalmente y sentirse dentro de una vorágine de sensaciones llenas de fracaso, miedo, dolor y confusión, mezcladas con los buenos sentimientos que profesaba hacia Ezio.

La asesina no sacaba mucho en claro, pero cada día que pasaba el miedo se hacía más potente, y la sensación de haber cometido graves errores la empujaban a hacer lo que una parte de su cabeza le pedía; alejarse de todo aquello y reconstruir su vida, pues había perdido las riendas y todo se había escapado de sus manos y de las de Ezio, y en demasiados sentidos que no podía tolerar.

¿Cómo he dejado que esto ocurra? Yo nunca he sido así. Él me está cambiando. No puedo tener hijos, soy una asesina, y he descuidado todo eso por culpa de la ceguera del amor. Esto no es bueno, nada ha sido buena idea. ¿Qué he hecho?

Aquellos pensamientos se interrumpieron en su mente cuando la puerta de su cuarto se abrió, dando paso a Ezio.

El italiano entró lentamente, y al comprobar que la chica estaba despierta se adentró en la estancia igual de despacio, sentándose a su lado en la cama. Notó a la joven distante y algo incómoda, pero luchó porque aquello no le afectara.

-¿Cómo te encuentras?

-Estoy bien. Ya no siento dolor. Gracias.

La leve sonrisa que Nuray esbozó no lo satisfizo, sino que hizo que su preocupación aumentara, haciendo que pasara a hablar de lo que hacía días le carcomía.

-Nuray, ¿qué te ocurre? No quieres ver a nadie, no quieres hablar. Entiendo que estés enfada conmigo, pero Yusuf no se merece esto.

-Tienes razón, y lo siento por eso. Estoy bien, me he recuperado casi por completo. Debéis marcharos a Grecia, hay mucho que hacer.

-No nos iremos hasta que puedas venir. Te esperaremos, los templarios no saben nada aún.

-Ezio. –Agregó ella en tono firme, mirándolo a los ojos. –No voy a ir con vosotros, vuelvo a Constantinopla.

El miedo hizo que las palabras se atascaran en la garganta de Ezio, pero este consiguió emitir sonido tras un segundo, rogando respuestas.

-¿Por qué? Si es por el asunto de Caterina, te juro que no hay nada y he hablado con seriedad con ella. Te pido perdón también por haberme puesto de ese modo con Luigi.

-Ezio, eso ya da igual. Los dos nos hemos equivocado y en realidad no ocurre nada por ese asunto. Pero hemos perdido el control, y lo hemos hecho en muchos sentidos.

-¿Qué quieres decir?

-Hemos descuidado nuestro trabajo, se nos ha ido la cabeza por culpa de los celos y los sentimientos. Juré que eso no iba a ocurrirme, juraste que todo sería igual, y nos han demostrado que no es posible. Estaba embarazada, y eso no debía ocurrir ni podrá ocurrir nunca más, porque me debo a la orden.

-Nuray, eso no tiene por qué ser así. Podríamos...

-No, Ezio. –Le cortó con rotundidad, tratando de hablar con frialdad mientras los ojos del hombre se lo ponían muy difícil. –Nuestras ideas son diferentes, nuestros caminos deben serlo porque nuestro juicio se nubla. No puedo consentir que las cosas sigan siendo así. No podemos estar juntos, Ezio. Lo siento. Mañana partiré, y te agradecería que no intentases detenerme ni contactar conmigo por algún tiempo, por favor.

Nuray tragó saliva al completar su monólogo sin que su voz se viera afectada, mientras observaba con dolor los ojos del italiano tornarse vidriosos, y su pecho agitarse ante la noticia de su ruptura. Tras unos segundos, el hombre se puso en pie, mirándola al hablar antes de irse

-Si estás segura y es lo que deseas, así será. Te deseo lo mejor en tu camino, Nuray. Espero que seas feliz.

La voz del italiano se extinguió a la par que su corazón se resquebrajaba, pero mantuvo la compostura y salió del cuarto con aire triste, cerrando despacio.

Ezio comenzó a caminar alejándose de allí, sintiendo como el fuego de las lágrimas se agolpaban en sus ojos, empezando a derramarse silenciosas por sus mejillas.

                                                         *                       *                        *                       *

Nuray cabalgaba al paso en un caballo que la condesa de Sforza le había regalado cuando al día siguiente de la conversación con Ezio, la turca se dispuso a partir a una hora temprana de la mañana, tras haberse despedido de Yusuf.

La morena se sintió aliviada al ver que Ezio había seguido su indicaciones, pero a la par no podía dejar de sentir aún aquel dolor en el pecho, que se reflejaban en las lágrimas que caían al suelo tras resbalar por su cara.

He hecho lo correcto, ya basta, por favor. Pensaba una y otra vez, limpiando sus ojos con el dorso de la mano, cuando escuchó un caballo acercarse al trote.

-Acabo de enterarme por Caterina que te marchas a tu ciudad. Esperaba al menos por los viejos tiempos que te despidieras de mí, Flor del desierto.

La turca sonrió levemente a Luigi, quien mantuvo su sonrisa torcida hasta que la joven habló.

-Lo siento, ni siquiera pensé en nada que no fuera salir de ahí cuanto antes.

-¿Por qué tanta prisa? Creía que irías a por el artefacto al recuperarte.

Nuray desvió al mirada, reteniendo el llanto cuando respondió con lágrimas fluyendo de nuevo.

-He roto con Ezio. Dos asesinos no pueden estar juntos, así que vuelvo a Estambul para luchar contra los templarios.

Russolo hizo acercarse a su caballo al de la chica para llegar a acariciar su mejilla izquierda, mirándola a los ojos fijamente.

-Ven conmigo a Venecia. Allí necesitan ayuda, manos útiles y fuertes para derrotar a los templarios. Olvida tu dolor, déjame que te libere de él.

-Quizás no sea la mejor idea, Luigi. No estamos en nuestro mejor momento. –Bromeó con una sonrisa triste, recordando sus recientes discusiones y encontronazos.

-Podemos volver al pasado. Déjame demostrarte que sigo siendo el mismo hombre de antaño, y no el idiota engreído que fui hace unas semanas. Perdona mis errores, y juro que no volverás a sentir que te trato de forma inapropiada. Si he pecado de insistente fue por mi afán desesperado de recuperar tu atención como en el pasado. Lo siento, todo ha cambiado y es diferente, pero me adaptaré demostrándote que realmente me importas. Ven conmigo, Nuray.

La mujer guardó un instante de silencio mientras observaba la sinceridad de su mirada, encontrándose con la faceta humilde del hombre, casi desconocida para todos, y no pudo contener sus ganas y lágrimas, abrazándose al veneciano con algo de dificultad, murmurándole que aceptaba su oferta.

¡Muchas gracias por leer! 

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