Capitulo 12

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Carraspee y me lleve una cucharada de sopa.

Era horrible pero era lo único que comía Daniel.

Y...¿Qué hay de nuevo, viejo? –

Deberías dejar de decir frases de la televisión.

Ambos me miraron.

Carraspee otra vez.

Quiero decir. ¿Qué hay de nuevo? Sobre todo el tema de la carta y esas cosas –

Nosotros sospechamos que el profesor de Historia es parte de la mafia rusa – Comentó Daniel.

¿El profesor de Historia?

¿Por qué lo dices? – Preguntó Connor mirándolo.

El otro día entramos a su oficia cuando él estaba en clase y encontramos algunas papeles rusos que no fueron difícil de adivinar – Se encogió de hombros. – Además lo escuchamos hablar ruso por teléfono. –

O sea que el profesor de Historia, que es de la mafia rusa, que también quiere la carta, anda libre? – Solté incrédula. Negó.

No, cuando lo escuchamos hablar ruso, Marcus y algunos amigos de él lo secuestraron y se lo llevaron para sacarle información–

Espera, cuando fue eso? – Pregunté.

El viernes. –

Claro, el viernes no habíamos ido a clase.

Suspire aliviada por dentro.

Al menos sé que no anda suelto y me lo encuentre por la calle.

El sonido de un celular sonó por toda la cocina.

Daniel atendió rápidamente el celular mientras deje de tomar la sopa porque juro que iba a vomitar.

¿Sí? – Preguntó. Frunció el ceño. – ¡Eres un idiota Marcus! – Se levantó de la mesa bruscamente haciendo que las sopas se desparramaran por la mesa. Nos vio a ambos. – Mierda. Sí. Adiós. – Cortó. Luego sin dar explicaciones se marchó de la cocina.

Nos quedamos en silencio mientras escuchamos como la puerta principal era azotada con fuerza y luego el rugido del motor del auto de Daniel.

¿Qué crees que habrá pasado? – Pregunté mientras Connor y yo dejábamos los platos en el fregadero. Alzó los hombros.

La verdad estoy tan confundido como tú – Dijo. – Iré a la habitación de arriba. – Asentí. Empezó a subir las escaleras y perderse por los pasillos.

Suspire.

Limpie un poco la mesa de la cocina y me senté con los codos apoyados.

Necesito hacer algo.

Por qué no empiezas a estudiar. Tienes examen la próxima semana.

Resople porqué era cierto.

Subí las escaleras y fui a la habitación de invitados para buscar mis apuntes y empezar a estudiar.

Ahora que recuerdo también tengo deberes de matemática e idiomas.

Solté un gemido de frustración.

Maldición.

Hare una tarde de estudios.

Quién lo diría.

Luego de tres horas quemando mis neuronas, al fin había terminado con los deberes. Así que al examen de Biología lo dejaba para más tarde.

Me recosté sobre la silla.

¿Qué podría hacer?

¿Ver películas? No.

¿Escuchar música? No. Mi cabeza iba a estallar.

¿Salir a dar una vuelta? Sí. Definitivamente.

Empecé a guardar todo lentamente en mi mochila, la colgué sobre mi hombro y empecé a subir las escaleras hasta dejar todo en el cuarto de invitados.

Ya descubrí donde era la habitación de Connor así que empecé a caminar hacia allí.

Entré en la habitación sin siquiera tocar la puerta.

Oye Connor iré a... ¿Qué estás haciendo? – Pregunte al ver como inútilmente trataba de colocarse unos jeans.

Ahora que me fijo bien ¿Esos no son...?

Debo dejar de comer un poco. Estoy hecho un cerdo. Ya ni siquiera me entran los pantalones. – Subió un poco más hasta que le entraron.

Ahora el problema era prenderse el botón.

Connor – Dije tratando de aguantar la risa. Infló el pecho y se prendió rápidamente el botón.

Sonrió torcidamente.

Esos son mis jeans. – No aguanté más y lance una carcajada tan alta que creo que hasta el vecino la habrá escuchado. Y reí más al ver su cara.

¿Qué? – Dijo desinflando el pecho haciendo que el botón saliera disparado a cualquier lugar.

Apoye una mano contra la pared tratando de no caerme mientras con la otra me sujetaba el estómago.

No podía parar de reír.

No sé de qué te ríes. Rompió tus jeans favoritos.

Poco a poco empecé a descender la risa hasta que se convirtió en una falsa. Miré como Connor trataba de sacarse los pantalones hasta que se escuchó el típico ruido de cuando unos pantalones se rompen.

Me miró alarmado.

(...)

Lamento haberte golpeado. – Dije mientras pasaba un poco de algodón con alcohol sobre su ceja.

No importa – Hizo una mueca. – Lamento haber roto tus jeans. – Presione con más fuerza sobre su ceja. – Ay Lola. Basta – Agarró el algodón de mi mano y lo tiro al cesto del baño.— ¿Qué  te pasa? –

Suspire.

No lo sé. – Sí, sí lo sé.

¿Tuviste un mal día? –

No – Negué.

¿Te llegó el periodo? – Mire hacia otro lado.

No – Sí.

¿Estás segura? –

Está bien. Sí, me ha llegado el periodo contento? – Le dije enojada.

Solo era un comentario. –

Suspire por millonésima vez

Iré a dar una vuelta. – Dije al final mientras salía del baño y bajaba las escaleras. Lo sentí atrás mío.

¿Quieres que te acompañe? –

No – Dije. Cuando llegué a la puerta principal gire la cabeza. – En un rato vuelvo. El otro día cuando fui con Taylor al centro comercial encontré una biblioteca. –

Asintió.

Está bien. No quiero que llegues tarde y si pasa algo solo llámame. – Rodé los ojos.

Sí Papá.

Me trague el comentario y salí por la puerta.

Los hijos de la Mafia (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora