Capitulo 18

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Dios.

Se me secaron las neuronas de tanto pensar.

¿Tenías neuronas?

Que graciosa.

La puerta de la habitación se abre de un golpe haciéndome gritar.

¡LOLA! – Gritó. – Mira lo que encontré. – Me llevé una mano al pecho para tranquilizarme.

La puta que parió a Jesús. – Murmuré. Lo mire enojada. – ¡Connor! No entres nunca más así. – Suspire. – Casi muero de un puto paro cardiaco. – Cerró la puerta y se sentó en frente mí en la cama apartando la nota con la maldita frase.

Sonrió.

Ten. – Me entregó un papel.

Lo tome.

“…a la hora de jugar…”

¿Qué es esto? – Pregunto.

Dame ese y ten este. – Me entregó otro papel.

Queridos hijos, supongo que ya adivinaron como va esto. Sabía que saldrían con la inteligencia de su madre. Encontraron la primera parte.

Suerte.

M.

¿Qué…? –

No hables. Ya pensé un poco las cosas. Solo escúchame. – Asentí. Tomó el papel con la frase y la junto con la otra frase. – Si juntamos las dos hojas se forma una oración. “Las paredes esconden secretos a la hora de jugar”

Las paredes esconden secretos a la hora de jugar. – Repetí lentamente.

Asintió.

¿Ya te diste cuenta? – Preguntó.

La verdad… – Lo mire mientras me frotaba la barbilla. –… No. –

Resopló.

Eres más estúpida que una vaca. – Abrí la boca ofendida. Siguió hablando. – En la carta de la abuela escribía que nadie sabía dónde quedaba la casa de nuestros padres en Australia. – Asentí. – Pero Charles si lo sabía ya que él fue quien asesinó a nuestros padres en esa casa. –

Cierto. –

Él los asesinó mientras nosotros estábamos escondidos en las paredes. En el escondite que se encontraba en la cocina. –

¿Quieres decir que la carta está en la cocina? – Pregunté.

No. – Maldita sea. – Quiero decir que está seguramente escondida entre las paredes. –

Pero no creo que nunca la encontremos. – Dije alzando los hombros. – Quiero decir no sabemos dónde está la casa. En que maldita pared está escondida, sí es que lo está. Y no podemos salir del país sabiendo que gente quiere asesinarnos o torturarnos. –

Me recorrió un escalofrío al recordar cuando me secuestraron.

Lola. ¿Puedes dejar de ser negativa por una vez? – Soltó mirando serio. – Necesitamos encontrar la carta. Por qué mamá y papá seguro querían eso. Así que ayúdame. – 

Suspire.

Está bien. ¿Y cómo rayos la encontraremos? –

Solo hay que seguir con los papeles. –

Espera…¿De dónde sacaste esto? – Pregunté cruzándome de brazos y señalando con la mirada los papeles que tiene en la mano.

Uh…yo fui a la casa de la tía Abby. –

Los hijos de la Mafia (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora