Capitulo 13

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Camine hacia la parada de autobús.

Cuando llegó, pague el boleto y me senté al lado de la ventana.

Tenía que esperar tres o cuatro malditas paradas para llegar al centro comercial.

En la segunda parada se subió una señora de piel morena media regordeta, pagó el boleto y se sentó al lado mío.

Al rato sacó de su bolso una barra de chocolate.

Oh Dios.

Que antojo me agarro.

Al parecer la señora sintió mi mirada ya que me miró y señaló su chocolate.

Niña ¿Quieres un poco? – Negué.

Mentira. Tienes unas ganas de arrancarle el chocolate de las manos.

¿Estás segura? Porque desde que saque mi maldito chocolate no has parado de mirarlo. –

Vaya señora, que directa.

No, gracias. –

Está bien. – Dijo y mordió su chocolate. En la tercera parada se subió una chica con un top dejando un poco sus bubis y una minifalda donde se le veía toda la tanga por encima de la falda. – Oye! – Le gritó a la chica, obvio ésta la miro.

Y todos los del autobús también.

Puedes bajar tu tanga de prostituta y subirte lo que sea que tengas puesto encima. – Dijo.

Varias personas soltaron unas risitas mientras yo me moría de vergüenza.

Dios.

Y si no quiero, negra? – Le soltó la chica prosti cruzándose de brazos haciendo resaltar más sus bubis y mandándole una mirada desafiante.

Oh Dios.

Creo que acaba de cavarse su propia tumba.

Por favor. Aquí no se permiten peleas – Dijo el chofer.

Como me llamaste zorra? – La señora se levantó del asiento y se ubicó cerca del chica prosti ignorando completamente al chofer.

Vamos detente.

Le roge mentalmente al chofer.

Como si me hubiera leído la mente, se detuvo en la parada y salí como un rayo de ese autobús.

Se empezaron a escuchar gritos mientras se iban alejando.

Yo me aleje de ese lugar y empecé a caminar hacia la biblioteca.

No había muchas personas en el centro comercial.

Qué raro.

Cuando veo la puerta de la puerta de la biblioteca a unos metros siento como me clavan una aguja en el hombro.

Me giro hacia atrás y empiezo a ver borroso, todo daba vueltas, no sentía mi cuerpo, pero sentí como caía, luego gritos y de repente todo oscuridad.

(...)

Abro los ojos.

Oh Dios. ¿Por qué está todo oscuro?

¿Ya morí?

No, estúpida.

Siento que estoy sentada sobre algo duro.

Dios. Que mal sonó eso.

Con las manos tanteo alrededor y supongo que estoy en el suelo, por lo que me levanto temblando.

Necesito mi celular.

Lo saco de mi bolsillo trasero de mis jeans y lo enciendo.

Me ciego un momento con la intensidad del celular.

Mierda.

Luego la luz se baja.

Batería baja.

Busco a Connor entre mis contactos y presiono llamar pero al segundo se corta la llamada. Veo confundida el teléfono hasta que un aviso se presenta en la pantalla:

"Sin señal"

Maldita sea.

Con pasos temblorosos empiezo a caminar hacia alguna dirección alumbrando con mi celular pero al sentir una presión fuerte en el tobillo hizo que alumbrara hacia esa parte.

Una cadena de hierro estaba atada en mi tobillo derecho como los presos.

Ayúdame – Dijo una voz débil en mi oído.

Iba a gritar como nunca en mi vida había gritado cuando una mano se posicionó sobre mi boca.

No grites. Ellos te escucharan. – Dijo. La voz venía de una chica. – Por favor no grites. – Con el corazón todavía a mil asiento con la cabeza lentamente.

De poco la mano ya no está sobre mi boca y me aparto rápidamente. Alumbro con el celular a la chica.

Era un poco más baja que yo y estaba toda cubierta de suciedad.

¿Dónde estoy? – Pregunté.

No lo sé. – Susurró. Luego se escucharon pasos. – Lo siento – Empezó a alejarse, y con la poca luz del celular noté que se acostó en el suelo.

¿Pero qué...?

De no sé qué parte se abrió una puerta y luego se encendieron unas luces. Rápidamente guarde el celular en mi bolsillo. Luego de cerrar la puerta y acostumbrarme un poco a la luz pude ver donde estábamos.

Supongo que en un depósito.

Oh Lola. Veo que despertaste – Dijo una voz que me resultaba familiar. Enfoco bien la vista y es el profesor de Historia.

¿Qué?

¿Pero no estaba secuestrado?

¿Acaso era todo una mentira?

Dos hombres más estaban con él. Que digo hombres, creo que eran mastodontes. Ambos se posicionaron a los costados míos y me sostuvieron un brazo cada uno para que no pudiera escapar.

Bien Lola. Dime... ¿Dónde está la carta? – Preguntó mientras se colocaba en frente de mí.

¿Cuál carta? – Pregunté.

No mientas. – Levantó el brazo y me estampó una cachetada.

Maldita sea.

Ardía.

Ahora. Dime ¡¿DÓNDE ESTÁ LA MALDITA CARTA?!– Rugió.

No lo sé. – Dije. – No sé de lo que estás hablando. – Se cruzó de brazos.

¿No lo sabes? – Negué. Miró a los mastodontes – Chicos. No sabe de lo que estoy hablando. Así que mil perdones y ahora suéltenla. –

Wow. ¿Me creyó?

Pero... – Empezó a decir el de la derecha.

¡¡SUELTENLA!! – Gritó haciendo que ambos me soltaran rápidamente.

Todos nos quedamos en silencio.

Luego sin esperarlo me dio un golpe en el estómago haciendo que llevara mis manos hacia allí mientras me lanzaba al suelo.

Esto es por mentirme. – Me dio una patada en el estómago y luego me escupió. – Y esto por zorra. – Sentí como me inyectaban otra vez la aguja en el hombro y después otra vez la misma oscuridad.

Los hijos de la Mafia (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora