Capitulo 42

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Ya pasaron tres días desde aquel incidente. Estábamos tranquilos... al menos yo, ya que aquellos idiotas estaban peor que una mujer. No sé de qué estaban nerviosos y eso aumentaba mi curiosidad.

Suspire y golpee la puerta con mis nudillos.

¿Puedo pasar? – Pregunté antes de que me marchara.

Sí, adelante. – Tome el pomo y abrí la puerta. Él estaba acomodando ropa en una maleta. Ayer pudo salir del hospital, le hicieron cinco puntos y aunque tenía que descansar una semana, quiso salir lo más pronto posible.

Menudo idiota.

¿Qué estás haciendo? – Pregunté confundida.

Nada. Solo... guardo ropa. – Se encogió de hombros y sonrió.

¿Y porque guardas ropa? – Me cruce de brazos.

Porque...ya sabes... ¿hace frío? – Caminé hasta él y lo detuve.

¿Qué está pasando? ¿Por qué tú y Connor están muy nerviosos? –

No me dejaras en paz si no te digo ¿verdad? – Sonreí asintiendo haciendo que él ruede los ojos. – Está bien. Nos iremos de aquí. –

¿Qué? – Fruncí el ceño. – ¿Por qué? – Se sentó en su cama, apoyó los codos en sus rodillas y me miró.

No estamos seguros. Con Connor ya hablamos de esto. Puede que ahora que Charles no está en juego, los rusos volverán y no creo que la mafia de mi padre se quede de brazos cruzados, algo traman. –

¿Y no planeaban decirme nada? –

El plan era no decirte nada, para que no pusieras quejas a la hora de irnos. –

¿Y...cuando nos vamos? – Observó su reloj de mano.

Como...en dos horas. –

¿¡Qué?! – Me descruce de brazos. – ¿Por qué no me dijeron solamente que prepare la maleta? –

Connor ya lo hizo por ti. –

Oh. – Dirigí mis ojos al suelo. – Entonces nos vemos en dos horas. – Me giré.

¿Qué aras hasta entonces? –

Nada...Oh espera. – Me giré otra vez mirándolo. – ¿A dónde, específicamente, iremos? –

Ya sacamos los boletos, iremos a Londres. –

¿Por qué allí? –

Ahí es donde vivían ustedes ¿no? – Asentí, mientras me mordía el labio. – Con Connor pensamos en un lugar donde estarían más cómodos, y saber que no hay mucho peligro, está bien. Cuando quisimos saber si la casa de ustedes estaba desocupada, solo conseguimos que nos informaran que ya una familia vivía ahí. Pero si no te molesta, solo estaremos viviendo a un par de casas de esa. –

Oh, entonces me voy. – Asintió. Me giré dispuesta a irme definitivamente, cuando sentí que me tomaba de la mano y me giraba dejando un corto beso en mis labios.

¿Sabes? – Preguntó sobre mis labios. – Cada vez siento que te quiero más. –

¿E-Enserio? – Pregunté sintiendo todo el cuerpo como un tomate.

¿Por qué siempre decía cosas bonitas?

Sí. ¿Tú también me quieres? – Se separó de mí, para mirarme a los ojos. 

¿Lo quería?

Obviamente.

Apoyé mi cabeza en su pecho.

Esto es muy vergonzoso. – Murmuré. Sentí como se reía. – No te rías. –

Solo tienes que responder sí...o no. –

Suspire.

Sí. – Mi corazón iba a explotar. – Sí te quiero. – Me rodeó con sus brazos.

Yo también te quiero. – Me besó la cabeza. Nos quedamos así varios minutos, con el enorme sonido del latido de mi corazón. – Bueno, creo que deberías irte, necesito terminar de empacar. – Asentí lentamente y me separé de él, mientras miraba el suelo. Esta vez me gire y salí rápidamente de ahí, antes de que me dé un paro cardiaco.

Oh Dios. – Inhale aire y con pasos temblorosos, baje las escaleras.

Espero no caerme de las escaleras.

Cuando llegué abajo, me dejé caer en el sofá, tratando de calmarme.

Ya, cálmate. Solo...le dijiste que le querías. No es nada...cálmate.

Me llevé una mano a la cara, cuando tocaron la puerta. Dejé que siguiera tocando la puerta, pero la persona no se cansaba.

Diablos.

Rodé los ojos y me levanté del sofá, para caminar hacia la puerta. La abrí de un tirón.

Liz. 

¿Hola? – Preguntó confundida. – ¿Quién eres tú? – Levantó su ceja bien depilada, mirándome de una forma, no muy amistosa.

Vivo aquí. – Dije encogiéndome de hombros.

¿Con mi Danny – bubu? – Abrí la boca, tratando de no reírme.

¿Con tú...que? – Aguanta un poco más. — Tú eres Liz ¿verdad? – Pregunté, a pesar de que sabía. Asintió. – Bueno, tú...Danny – bubu. – Se me escapo una pequeña risita. – Dijo que no quería más de tus servicios. –

¿Enserio? – Preguntó un poco decaída. Se dio la vuelta, y cuando iba a cerrar la puerta, la detuvo. – Espera... mi Danny – bubu nunca diría eso. – Me apuntó con su dedo. – ¡Tú lo obligaste a decir eso! – Asentí aburrida. – ¡Lo sabía! ¡Eres una perra! – Me erguí bruscamente, como si me hubiera electrocutado.

¿Qué acabas de decir? – La miré entrecerrando los ojos.

Dije...que eres una perra. – Me miró de la misma forma, pero con una sonrisa en sus labios. Un segundo después mi puño se estrelló en su cara.

Respire agitadamente, mientras veía como se tapaba el ojo derecho. Empezó a chillar y a dar pequeños saltitos, mientras seguía tapándose el ojo.

¡No te metas con Lola Bordaberry, perra! – Sonreí y le cerré la puerta en sus narices. Me giré haciendo mi bailecito de festeja.

Oh, sí.

Si estuviera en una pelea, podría estar escuchando los gritos de festeja.

No te creas tanto.

Empecé a reír como una loca.

Eso se sintió bien. 

Los hijos de la Mafia (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora