Final.

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(Varios meses después)

Abro los ojos lentamente, y los vuelvo a cerrar en un pestañeo.

¿Quién diablos prendió la luz?

Hice una mueca y, refunfuñando empecé a levantarme de la cama. A penas coloqué los pies en el suelo, solté un grito y me desperté por completo.

¿Qué mierda...?

Observé a mí alrededor.

¿Eso es fuego?

¿¡Qué está pasando?! – Grito, y al instante empiezo a toser, sintiendo el humo entrar a mis pulmones.

Oh mierda.

Salto de la cama, y me coloco las botas torpemente. Dios. Me apresuro a llegar a la puerta, la abro y el humo comienza a entrar en la habitación. Levanto mi camiseta hasta la nariz, y respiro el poco aire que tengo. Corro tambaleándome hasta la habitación de Connor.

¡CONNOR! – Aporreo la puerta y tomo el pomo, apartando la mano rápidamente al sentir que estaba hirviendo.

Maldición.

¡No entres! – Grita desde el otro lado.

¿¡Estás loco?! – Respiro un poco del aire, sabiendo que en cualquier momento se acabará.

¡Las llamas cubren la puerta desde este lado, si entras te quemarás! – Esto no puede estar pasando.

¿¡Y cómo saldrás?! – No tengo más aire y aspiro el humo, haciendo que empiece a toser de nuevo, pero esta vez con más fuerza, sintiendo como se quemaba mi garganta. Observo por el pasillo, como las llamas aumentan cada segundo y ya empiezan a comerse la pared del pasillo en el que estoy.

Quedarían unos cinco o siete minutos antes de que...venga lo peor.

Retrocedo un poco y levanto el pie dispuesta a abrirla de una patada. Lo intento la primera vez, pero no funciona, lo intento otra vez.

Vamos.

A la tercera patada que le doy, la puerta se abre.

¡Oh sí!

Pero como anteriormente dijo Connor, había llamas que cubrían la puerta. Empezaron a comer la pared del pasillo y algunas fueron hacía más adentro.

Justo en frente de mí, tenía a Connor, de espaladas a la ventana abierta, mirándome fijamente, con la cara colorada, llorando.

¿Qué haces todavía aquí? – Me ve alarmado. – ¡Tienes que irte! –

¡No quiero decir la típica frase cliché, pero no quiero dejarte! – Se me cristalizan los ojos y cuando intento acercarme, las llamas aumentan, haciendo que retroceda un par de pasos. 

¡Ya no hay tiempo para mí! ¡Tienes que irte! –

¿¡Por qué no saltas por la ventana?! – Grite. – ¡Solo te doblaras el tobillo! ¡Eso no es nada grave, comparado a lo de ahora! –

Okey, un plan suicida. Más torpe no puedes ser...aún que funcionaría.

Observa la ventana, por segundos.

¡No hay tiempo! – Miro a mi izquierda, como las llamas casi llegaban. Dirige su mirada hacía mí y asiente.

Bien, lo haré. – El fuego dentro de la habitación, casi lo tocaba cuando se subió al escritorio. – Te quiero, Lola. – Sonrió tristemente y se lanzó. Hice una mueca, cuando sentí una punzada en la cabeza y en el pecho.

Los hijos de la Mafia (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora