The Little Girl Is Gone⌠Supernatural⌡

Capítulo 40

Molly extendió su mano hacia la pared, aún en la habitación de Bela, quien estaba expectante a que pudieran trasladarse a la ubicación de Rowena. Pero, simplemente, el portal no se abría por completo. Parecía querer abrirse, y al mismo tiempo volvía a desaparecer. Ya tenían así varios minutos. La frustración de Molly incrementaba, ¿qué le sucedía? Desde que le enseñaron a invocarlo, había sido demasiado sencillo.

—Y, ¿siempre se tarda tanto? —preguntó Bela con los brazos cruzados.

—No, es solo... —respondió Molly concentrándose aún más, pero solo consiguió un momentáneo dolor de cabeza. —No sé por qué no funciona. ¿Crees que algo suceda en el infierno? O...

—El infierno está de maravillas, créeme. Quizás deberías aceptar que el problema eres tú.

—¿Qué? No —negó incrédula —Mi gracia está bien, todo está... pero eso a ti no te importa.

—Lastimosamente eres nuestro medio de transporte. Mientras más rápido terminemos con esto, más rápido volveremos a nuestros asuntos. Así que, sí me importa.

—Solo no puedo hacerlo y punto. Dejémoslo así. Quizás estoy agotada.

—Bien. Entonces tendremos que ir a la antigua, en auto.

***

Ahora que estaban en la quinta inyección, Dean empezó a demostrar más humanidad. Decía cosas pequeñas que lo delataban y que aunque lo negara segundos después, Sam no se rendiría. Salvaría a su hermano.

—Ya basta, Sammy... —pidió el aún caballero. Sentado y atado, mientras sentía correr por sus venas, la sangre purificada que cada vez más apagaba la maldad en él —O voy a... voy a...

—Dean, sé que estás ahí. Solo vuelve, por favor —pidió con la inyección en su mano.

—Cuando salga, iré por Molly... y la asesinaré con mis propias manos —dijo riendo y con voz ronca.

—Jamás le harías daño.

—¿Eso crees? —interrogó con una sonrisa maliciosa. —Bueno, quizás tienes razón. Creo que... te asesinaré a ti, así podría quedarme con ella.

—Si Molly te escoge, —empezó diciendo con el dolor en su expresión. —yo jamás trataría de hacerla cambiar de opinión, o... ponerme entre ustedes dos. No evitaría que sean felices. No podría hacerles eso, Dean. No importa qué, aún la amo, y también a ti. Y siempre será así.

—Qué tierno, pero... —se detuvo y empezó a gruñir. Parecía desesperado, como si estuviera peleando con él mismo.

—¿Dean?

—¡QUÉ ME HICIS... —volvió a interrumpirse con sus propios gritos.

Sam lo miraba con preocupación.

Luego de unos minutos, Dean dejó de gritar y con la respiración agitada dijo: ¿Sammy?

—Dean... —nombró con esperanza. Pero con un poco de desconfianza, le lanzó un poco de agua bendita. Solo provocó que su hermano cerrara los ojos unos segundos, no lo quemó. —Dean —sonrió y se acercó a desatarlo.

—Siento, siento todo lo que dije, Sammy. No era yo...

El castaño apretó los labios, y asintió con la cabeza continuando con su liberación.