Capítulo 35

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Transcurrieron cinco semanas más, y no había rastro de Abbadon, de Crowley, ni de Gabriel, ni de Castiel. Esto mantenía muy preocupados a los cazadores, parecían estar estancados. Parecía como si no pudieran hacer nada al respecto por primera vez en sus vidas.

Molly empujaba y caminaba junto al carrito de supermercado. Viendo en las estanterías lo que haría falta en el búnker. Ya tenía el cereal de Sam, pan de molde, y mantequilla de maní. Siguió avanzando por los pasillos acompañada de música de fondo, y tomó varios paquetes de comida congelada. Eran espagueti y puré de papas, pero al instante sintió náuseas de solo recordar el mal sabor que tenían. Con toda la investigación y lo ocupados que casi siempre estaban con la cacería, no podían darse el tiempo de preparar algo decente. Pero no, esta noche iba a ser distinto. Iba a cocinar junto a Sam e iban a comer algo que no se caliente en un microondas. Se dirigió hasta la sección de verduras, y tomó los vegetales que creyó serían necesarios para lo que sea que se les ocurra preparar en la semana. Luego pasó por la sección de carnes, y aunque Sam no consumía mucha, ella sí y ambos respetaban las decisiones alimenticias del otro. Entonces llevó unos cuantos paquetes.

Pasó por la sección de dulces.

—Oh, mi perdición... —dijo viendo las bolsas de gomitas. Tomó cinco de las más grandes y las puso en el carrito. Encontró chocolate en barra, tenía extra maní. —Ya qué, un poquito no le hará daño a nadie... —susurró llevando una caja entera.

Al final, llegó al búnker con más de diez bolsas. Y luego de ordenar todo en las repisas y refrigerador de la cocina, tomó asiento en la mesa junto al pan, sirope de chocolate y malvaviscos. Colocó una rodaja de pan, los malvaviscos encima y bastante sirope, luego cerró el sándwich con otra rodaja de pan. Se relamió los labios por lo apetitoso que se veía. Lo tomó y le dio un gran mordisco. Se sentía en el paraíso. Cada sabor abrazando su gusto como si fuera el más grande de los placeres del mundo.

—Te amo, te amo, te amo... —aduló Molly terminando de masticar y tragando.

Sam entró a la cocina y vio a la nephilim con humor.

—Se lo decías al sándwich, ¿cierto? —preguntó sonriendo mientras conectaba la cafetera al enchufe para preparar su desayuno.

—Sí, ponte sirope en la cara y puede que te diga lo mismo. —contestó para luego dar otro mordisco.

Sam rio y negó con la cabeza. Fue hasta uno de los estantes y sacó un plato, para después dejarlo sobre la mesa.

—¿Sabes qué le falta para que sea perfecto? —interrogó limpiándose el chocolate de los labios con una servilleta.

—Déjame adivinar, ¿gomitas? —respondió levantando una ceja.

—Exacto —dijo abriendo una de las bolsitas con gomitas y echándolas dentro de su sándwich. —Quizás también pueda ponerle helado de choco chispas... —habló entrecerrando los ojos.

El Winchester abrió más los ojos por la sorpresa. ¿Helado en un sándwich que ya tiene demasiado?

—Molly, ¿estás bien? —se sentó frente a ella con su taza de café ya lista.

—No, —negó sorprendiendo más a Sam —creo que, —se limpió nuevamente y dejó el sándwich sobre su plato para mirar a su prometido a los ojos —estoy haciendo lo que las personas llaman "comerse sus problemas". Creo que la ansiedad de no saber qué más hacer, está ganándome. Pero, qué bien se siente. —señala su plato.

—Lo entiendo, Mol, pero... no puedes hacerte esto. No está...

—¿Dices que estoy subida de peso? —interrogó a la defensiva.

The Little Girl Is Gone⌠Supernatural⌡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora