5 | La caverna

103 21 7
                                    


Haider

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Haider

La observo entrar a su casa, no dejaría que en un leve descuido algo malo le sucediera. Desde aquel día en la clase de Shapiro, pude sentir un chispazo atravesar mi pecho y querer estar con ella todo el tiempo, el problema es que debía buscar estrategias para encontrarla, como en el restaurante. Al dejar a Larissa en su casa, me dirijo a la mía saliendo del pueblo, adentrándome en la carretera que oculta muy bien el húmedo y verde bosque, hasta que mi atención se dirige a mi teléfono que comienza a timbrar.

—¿Dónde te metiste?

—Estoy cerca, no te pongas sentimental, ya se cuanto me extrañas —comienzo a reír.

—Nada de eso, madre quiere hablar de algo importante con nosotros.

—¿De qué se trata?

—Cuando llegues lo sabrás.

Chasqueo la lengua y él cuelga la llamada, odio cada vez que hace eso. Miro la hora en mi reloj y presiono con fuerza el acelerador, la noche está cada vez más cerca. No sé cuanto tiempo pasa hasta que llego a casa, pero antes de que alguien más me llame, apago el motor y salgo corriendo hasta la entrada.

Catelyn me mira con horror. —Dejaste tu auto en medio del lodo.

—Siempre puedes lavarlo. —Bromeo.

Ambos entramos por el gran portón y los sirvientes lo cierran cuando nos ven pasar, una vez dentro de la mansión, nos encontramos con Samantha sentada en el sofá, abrazando sus piernas y balanceándose de atrás hacia delante. Me acerco rápidamente hasta sus piernas y levanto su rostro.

—Está enferma. —Digo.

—Nos dimos cuenta, hermanito. —Sebastian aparece por las escaleras seguido de Elizabeth—. Y por si te preguntas el ¿por qué? —Estira ambos brazos y nos mira a todos—, hasta yo quiero saber.

Él sonríe y yo ruedo los ojos poniéndome de pie para buscar al responsable.

—Dime que por lo menos la has presentado.

—No soy su creador, Haider.

Miro a ambas chicas a su costado y las dos niegan con la cabeza, suspiro con pesadez y me doy la vuelta hasta Greta, quien viene acercándose.

—Cuídala, por favor.

Ella asiente y sigo mi camino hasta las escaleras por donde había descendido mi hermano y Elizabeth antes, camino por los pasillos que separan nuestras habitaciones y le doy algunos golpes a la puerta esperando a que me conteste alguien, alguien vivo.

La música del otro lado no deja de sonar y mis oídos ya se estaban cansando. —Ramsay abre ahora.

No se si contestó, tampoco se si seguía allí dentro. De lo único que soy capaz en ese instante es echarme hacia atrás y cerrar mi puño para impactar contra la puerta de madera y romperla a la mitad. Alcanzo el cerrojo y la abro, al adentrarme a la habitación todo el humo blanco me impregna y tengo que correr hasta la ventana de la terraza para abrirla y poder respirar aire nuevo, este maldito iba a matarme un día de estos. Mis latidos comenzaron a acelerarse y me obligo a cerrar los ojos con fuerza para contener la furia que estaba creciendo dentro de mí, presionando la baranda de la terraza respiro hondo, doy media vuelta y cuando el humo comienza a disiparse un poco, vuelvo a meterme.

| ATRACCIÓN ETÉREA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora