49 | Dime a cuál hombre lobo no he intentado matar

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Larissa

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Larissa

Mi respiración es agitada, llevo corriendo poco más de media hora y mi gran temor al estar sola en el bosque, por más que sea un absurdo, es perder el camino de regreso. El zumbido de mi teléfono me distrae y rezo a que no sea quien espero, pero para mi mala suerte, al ver la pantalla del móvil, veo su nombre en la barra de notificaciones a un lado del teléfono verde, es Haider.

—¿Dónde estás? —pregunta enojado.

—No es el momento.

—No volveré a preguntarlo, ahora dime donde estás porque te encerraré bajo cincuenta llaves.

—Y abriré cada una a la fuerza si es necesario.

—Larissa, por favor, ¿entiendes que intento protegerte?, no puedo si te escabulles cada cinco minutos.

—Lo siento, Haider —finalizo y cuelgo.

Apago el teléfono rechazando la siguiente llamada que proviene del mismo emisor y continúo corriendo hasta que reconozco el lugar, sabiendo que me encuentro cerca de mi destino, el búnker de los cazadores.

Tres horas antes

Presiono los labios conteniendo el sonido que involuntariamente sale por el goce de sentir los labios de Haider sobre mi piel, su lengua hace maravillas saboreando el dulzor de mi cuello hasta tal punto de chupar y mordisquear mientras me mantiene inmóvil por la presión de su cuerpo contra el mío en su cama.

—Ah... —respiro por la boca y lo miro a los ojos para volver a besarlo.

Después del ataque de Erik, decidí ir a por todas las armas que encuentre y que podamos utilizar contra los cazadores en caso de que intenten volver, dándole la ubicación de los lugares restantes a Sebastian. Dos días después y un poco descansados, intento que mi relación con todos aquí sea lo mejor llevadera, incluyendo a las brujas que son las que más salen de la casa, al igual que Greta.

—Mmm —gime Haider y lo empujo hacia atrás, sentándolo en la cama para hacer lo mismo sobre su regazo y continuar besándolo, hasta que dos golpecitos en la puerta nos detiene—, ahora no.

—Haider —le digo y dejo de besarlo, este ríe y me aparto para ponerme la blusa, él hace lo mismo y al atarse los zapatos, se dirige a la puerta, es Sebastian.

—Es hora —dice y Haider asiente, cierra la puerta y me acerco a él esperando a que me diga a qué se refiere su hermano.

—No me mires así —elevo una ceja cruzándome de brazos y rápidamente, Haider sujeta mi trasero para levantarme entre sus brazos, río y abrazo su cuello.

Acomodo su cabello y lo beso. — ¿Para qué es hora?

—Ramsay quiere que cacemos, de esa forma también revisaremos que nadie esté dentro del perímetro —dice y muevo su cabello con mis dedos—, no tardaré.

| ATRACCIÓN ETÉREA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora