2 | Si las miradas mataran

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Larissa

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Larissa

Al abrir los ojos me encuentro en el medio del bosque, es de noche, ¿Cómo es que llegué hasta aquí? Un fuerte rugido me espanta y me pongo de pie para comenzar a correr en cualquier dirección donde haya luz, mi atención recorre el bosque hasta una entrada por el oscuro túnel lleno de manchas negras líquidas que resbalan por las paredes me abraza con la humedad entrando por mis fosas nasales.

Oigo la voz de una persona, de una mujer, intento calmar mi respiración concentrándome en la voz hasta que la reconozco, es mamá, ella está aquí. Sigo avanzando hasta que veo su silueta y grito. —¡Mamá, espérame!

No parece escucharme porque su silueta empieza a moverse, parece que intenta correr así que me apresuro en alcanzarla, pero es mucho más rápida que yo, no sé por qué no se detiene, pero algo es seguro, no quiere que la alcance.

—Detente. —Escucho otra voz detrás de mí, me paro en seco y doy media vuelta para encontrarme con una sombra entre la neblina y la oscuridad, solo sus ojos resaltan como el cielo celeste más claro que jamás he visto en una persona.

—¿Quién eres tú? —Pregunto asustada, dando lentamente pasos hacia atrás.

La forma gigante se acerca y emite un ruido no muy agradable, a cada paso suyo, puedo notar lo alto que es, a lo que en realidad parecía. Al igual que su contorno haciéndose más grande, marcando en su piel musculosa que hasta provoca escalofríos. La silueta se deja ver y noto a una persona, es un hombre de un poco más de mi edad, se acerca a mi sin dejar de mirarme y respiro un poco más aliviada, pero al abrir su boca, exhala todo el aire que contienen sus pulmones, haciendo que el hedor a sangre entre directo por mi nariz, dándome infinitas ganas de vomitar.

Doy un paso hacia atrás y lo observo con más determinación, notando como sus dientes deformes abren paso a sus colmillos. En ese instante, mi corazón se acelera al escuchar como este aúlla estirando sus brazos, sin más, me doy la vuelta para comenzar a correr por mi vida, el hombre se está transformando en un perro y parecía dispuesto a arrastrarme con él a la oscuridad.

—¡Mamá! —Vuelvo a llamarla, pero ya no hay nadie.

Solo nosotros dos.

El sudor corre por mi frente y mi brazo comienza a picar al igual que arder gracias a la herida que yo misma me estaba provocando, giro mi cabeza hacia atrás y el hombre que me persigue ya no está, al sentir el agua bajo mis pies, miro hacia delante notando que me encuentro en una alcantarilla y el hombre convertido en perro gigante está de pie a unos metros frente a mí, ¿Cómo ha llegado a ese lado?

Retrocedo con rapidez y pierdo el equilibrio cayendo al suelo, me raspo mi labio al golpearme la cabeza y morderme yo misma, haciéndolo sangrar. Abro lentamente los ojos y escucho nuevamente un gruñido, mis lágrimas caen y al ver a la bestia acercándose a mí, niego con la cabeza asustada.

| ATRACCIÓN ETÉREA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora