38 | Es un vampiro y un hombre lobo

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Larissa

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Larissa

Cierro la puerta al salir y acomodo mi ropa antes de que se seque alguna posible mancha y mi ropa no se vea tan arrugada, siento incomodidad por no llevar bragas ya que Haider se las quedó, pero no tengo de otra que andar sin ellas, bajo las escaleras y veo a todos salir de los salones y Aidan me encuentra en el pasillo

—¿En dónde estabas? Tuve que copiar apuntes por ti y sabes que jamás hago eso.

—Pues no te viene mal hacerlo de vez en cuando —refuto quitándole mis libros y caminando hasta mi casillero.

—¿Qué tienes?

—Nada, ¿Por qué?

—Tus mejillas están más rosas de lo normal, tu cabello está enredado y tu ropa... Ay no, Larissa tú... —sus ojos y boca se abren y después de unos segundos me mira enojado—, ¿Quién fue el desgraciado?

—No se de qué hablas —contesto caminando en dirección a la salida mientras me peino el cabello con los dedos. 

Salimos del edificio y me pongo los lentes, caminamos hasta su auto y vemos a Valentina sola, nos mira mal y lo único que puede actuar es mi dedo medio señalándola por hija de puta. Ella giro los ojos y me subo al auto de Aidan, él me sigue y se sube para ponernos en marcha, conduce hasta su casa y bajamos dejando nuestras cosas dentro, debo decirle que tiene que ir conmigo al bunker, si no puedo hacerlo de otra forma tengo que recurrir a Samuel, pero no quiero.

—Aidan...

—¿Si?

—Es importante tu seguridad —empiezo, pero no me deja continuar que me toma del brazo para apartarme lejos de su madre guiándome hasta el comedor.

—No quiero dejarte sola, en serio, buscaré una manera de apoyarte desde aquí, pero no puedo abandonarlos.

—Lo sé, pero tanto tú como ellos corren peligro si permaneces aquí, es probable que los lobos sepan donde vives y si Valentina abrió la boca...

—Entiendo, yo... No puedo dejarlos.

—Pero puedes irte un tiempo, créeme, al menos hasta que todo se calme y ellos estén a salvo pue... —antes de poder terminar la frase, un estruendo nos sacude y Aidan sujeta mi brazo para no caernos al suelo, se oye un grito y gruñidos que me aturden, mi amigo levanta la cabeza mirando hacia la cocina.

—¡¡Mamá!! —Aidan me suelta y se va corriendo.

—No, espera —grito y me levanto para correr detrás de él, al llegar a la cocina no tengo tiempo de reaccionar que un sacudida fuerte me envía al suelo, ensuciándome de sangre la espalda y mis manos, mi cabeza se golpea y Aidan corre hasta el cuerpo que yace en el suelo a unos metros. Al alzar la vista me encuentro con un hombre alto, de unos cuarenta años -o más- con colmillos repletos de sangre como su rostro y manos mirándome, sus ojos son celestes, pero sus colmillos me confunden, es la viva imagen de un Myertovjec, aunque su cuerpo y garras en sus manos me dicen lo contrario.

| ATRACCIÓN ETÉREA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora