34 | El primer paso para ganar esta guerra

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Larissa

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Larissa

Ambos entramos al cuartel y todos nos quedan mirando, Patrick me observa desde lejos y se acerca enojado.

—¿Dónde están los demás?

—Vienen enseguida, nosotros nos adelantamos —Patrick me sujeta de ambos brazos y lo abrazo, dejando que mis lágrimas lo empapen, pero antes de poder cerrar el abrazo con mis manos en su espalda, este me aparta con fuerza.

—¿Por qué demonios fueron allá? —no puedo contestar, mi garganta está cerrada y no quiero más descubrimientos por ahora, no lo aguantaría.

—Está en shock, por el susto —dice Samuel—. La llevaré a su cuarto.

Patrick me suelta y toca su cabeza, ambos nos apresuramos en salir de allí siendo observados por todos, una vez en mi cuarto me siento sobre la cama y Samuel aparta el cabello del rostro, lo escucho decirme que tengo sangre en la frente y se levanta, camina hasta el baño y regresa con una toalla mojada, mi mente recuerda la escena de Valentina apuntándome con el arma y mi vista está fija en un lugar perdido en el cuarto.

Aparto la mano de mi amigo y cierro los ojos— Necesito estar sola, por favor —Samuel me mira extrañado, pero su semblante cambia cuando friego su brazo—, tu igual debes curarte, además, los demás no tardan en llegar.

—¿Estarás bien? —asiento y se levanta de la cama, da unos pasos y se voltea para preguntar— ¿Quién era la chica, Lari?

Levanto un poco las cejas y las lágrimas me obligan a pestañear— Es una larga historia —contesto mirando hacia otro lado dándole a entender que no quiero hablar sobre ello, respetado mi pedido interno termina de marcharse y cierra la puerta.

Tomo aire por varios segundos, controlando mi enojo, mi impulso de lastimar o lastimarme, me levanto y corriendo me dirijo hasta el baño, cierro la puerta y me quito toda la ropa, observando los moretones y cortaduras en mi cuerpo me miro en el espejo y mi rostro está manchado con sangre que no terminó de limpiar Samuel, enciendo la regadera y sin importar la temperatura me introduzco, fregando o fuerza la esponja contra mi piel mientras el agua se tiñe de rojo y mi cuerpo vuelve a tomar el color pálido natural. Cuando el agua se torna más caliente, dejo que caiga sobre mis hombros y cabeza, para que los músculos de mi cerebro se relajen y poder pensar con más serenidad las cosas.

Salgo de la ducha y seco mi cuerpo con cuidado de no lastimarme más, coloco banditas en mi frente para que la herida no se abra y en mi mejilla, donde la mamá de Haider me cortó, prosigo con mi pecho y cubro mi cuerpo para salir del baño y cambiarme antes de enfermar por el frío. Me pongo los zapatos y saco un papel y lapiz de un cajón, me siento en el suelo frente a la mesita ratona para escribirle a la única persona que tengo en mente, antes de que sea tarde, antes de que le cuenten algo y pueda caer en su trampa como ella, debía ser ahora y de esta manera, porque no hay otra.

Escribo todo lo que sucedió, cada letra, cada palabra cuidadosa para dejarle dudas que solo yo pueda contestarle en persona, escribo mi nombre y doblo el papel para meterlo en el sobre que saqué anteriormente junto al papel, le paso la lengua y lo cierro, anotando la dirección y su nombre para levantarme y salir de la habitación, distingo algunas personas que fueron con nosotros y que ya regresaron, pero busco una cara familiar. Flavio hace muecas antes mi pedido y le suplico hasta que acepta, este presiona los labios y me mira tajante, me quita el sobre de las manos y se da la vuelta para marcharse, giro sobre mis pies viendo a los demás hacer de lo suyo, esperando a que los otros regresen con noticias, veo mis manos y lo último que quiero es recibir la noticia de que Erik está herido, otra vez.

| ATRACCIÓN ETÉREA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora