11 | No voy a dispararte

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Larissa

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Larissa

Dejo pasar a Patrick antes de comenzar el cuestionario, él se acerca hasta la cocina y se sienta a un lado de la isla rascando su nuca mientras suspira con pesadez.

—¿Qué te sucedió, quién te hizo esto? —pregunto al acercarme para revisar su herida.

—Estoy bien, tranquila. Estoy aquí porque me enteré que me preguntaste por mi.

—Pues si, no contestaste mis llamadas y me preocupé, ¿Patrick quien te hizo esto? —Vuelvo a preguntar.

—Un lobo.

Corro hasta el refrigerador y saco varios cubitos de hielo para envolverlos en una paño seco, su rostro está un poco hinchado, pero no parece una herida reciente.

—Él... o ella, ¿qué hiciste y hace cuánto que te hirieron?

—Dije que estoy bien, Larissa. —De todas formas dejo de luchar para que cubra su rostro con el paño y dejo que lo sostenga para ir por algunas cremas y cosas con las cuales desinfectara aquello antes de que se ensucie más.

Cuando me acerco a él sujeta con fuerza mis muñecas evitando que lo cure, lo miro mal y me suelta, le saco el hielo y aplico crema hidratante médica en los bordes de la herida para que se desinflamara, sino no sanaría. Sigo curando su herida mientras él me mira en todo momento.

—Vine porque necesito que me contestes algo.

—Oh en serio, yo no soy la que no sabe nada de ti, pero apareces de la nada, herido y...

—Larissa —dice cansado—. Fue algo a último minuto, tampoco iba arriesgarte, si esto te hubiera pasado a ti, no lo hubieras tolerado.

Suspiro y dejo las cosas a un lado. —Lo sé.

—Está bien —Patrick posa su mano en mi espalda y comienza a hacer movimientos circulares en ella— No te aflijas, aún falta mucho y créeme, no es ni será la primera vez que suceda algo así.

Asiento sin mirarlo y tomo aire apartándome para servirnos un poco de agua.

—¿Sara lo sabe?

—Solo vio el del rostro.

Los músculos de mi rostro se endurecen. —¿Tienes más?

—Te dije que no te estreses, estoy bien. Además, Erik se encargará.

Dejo de servir agua y apoyo el jarro sobre la isla. —¿Él?

—Si, sabe lo que hace y es el mejor para eso.

—Yo creí que el mejor eras tú. —Le digo pensando en dónde podría estar Erik ahora. Trago saliva y sacudo mis pensamientos fuera de mi mente, le tiendo un vaso y él bebe, vuelvo a pensar en el hombre lobo que lo atacó. —¿Qué hiciste?

—Lo que tenía que hacer. Es nuestro trabajo, todos los hombres lobos que sean asesinos deben pagar de la misma forma.

—¿Y todos son así?

| ATRACCIÓN ETÉREA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora