22 | Hacer lo que yo no

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Ramsay

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Ramsay

Estiro mi cuerpo sobre el sofá y me pongo de pie para salir al balcón, pero no sin antes tomar una botella de Imperial, mi licor favorito. Destapo la botella y llevo el pico a mis labios mientras camino hasta el exterior, friego un ojo con mi mano libre y cuando termino de beber jadeo ante el ardor que me quema la garganta por dentro, una ráfaga de aire me alcanza y huelo la tierra húmeda junto a las hojas secas. Le doy otro sorbo a la botella hasta dejarla vacía y vuelvo a entrar para dejar el vidrio sobre la cómoda más cercana.

Bailo al compás de la música que suena en mi reproductor mientras enciendo un cigarro, aspirando todo el humo que puedo para devolverlo al aire de diferentes formas, círculos de diferentes tamaños, el intento de una especie de animal y un cuadrado deforme. Cambio la canción a una más bailable, moviendo todo mi esqueleto mientras desprendo mi camisa para liberar un poco de sudor. Uno de los mejores éxitos de mi amigo comienza a sonar en la radio y me dejo llevar por los recuerdos.

Muevo mi pelvis de un lado a otro mientras tomo la hebilla de mi pantalón para acompañar la danza de "Bad" lanzando más humo al aire salto encima de un mueve y desato los pasos que siempre guardaba para este tipo de canciones, cuando el estribillo finaliza estiro un brazo arriba y el otro abajo para complementar una pose extraordinaria. Cierro los ojos al pensar en aquella vez que saludé a mi amigo entrando por la alfombra roja del bar hace ya varios años, Micky llevaba uno de sus lujosos trajes que me atreví a imitar y ambos reímos para luego estrechar nuestras manos mientras los paparazzi nos tomaban fotos juntos.

Como dos estrellas del pop se roban el show. Acomodo mi saco imaginario y suelto pasos hacia atrás como tanto había practicado para mostrárselos, antes de enterarme sobre su muerte. Tiro el resto del cigarro al suelo y lo piso para sacar otro de la cajilla, lo meto entre mis labios y nuevamente lo enciendo en el momento en que la puerta se abre —¿Acaso no sabes tocar?

—Es mi casa y no tolero que fumes en ella.

Al escuchar la voz de madre me doy la vuelta presionando con fuerza el cigarro contra mi espalda, contrayendo mi rostro al sentir el ardor, exhalo todo el humo por la nariz y Eleonor entra agitando sus manos para esparcirlo lejos.

—Solo es un poco de marihuana.

—No es cierto, te conozco bien.

Chasqueo la lengua y tiro el cigarro sobre la cama, ella me mira con enojo y recorre la vista por toda la habitación, suspiro apagando el parlante y miro a madre esperando a los regaños de siempre, friego mis ojos y me dirijo al baño para mojarme un poco la cara, al igual que mi cabello, ya que este estaba completamente desordenado.

—¿Puedo saber el honor de tu presencia? —pregunto apoyándome contra el marco de la puerta.

—¿Has visto a tu hermano? —Frunzo el ceño sacando otro cigarro de mi pantalón para encenderlo y fumar largando el aire de forma pensativa, con respecto a cuál hermano se refería—. Haider.

| ATRACCIÓN ETÉREA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora